CLUB SOCIAL SAN JUSTO
Fundado: 21 de Diciembre de 1919

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"Al Servicio de la Comunidad de San Justo y La Matanza"

sábado, 31 de enero de 2015

Tomás Bulat

El prestigioso periodista, economista y consultor Tomás Bulat falleció hoy tras sufrir un accidente de tránsito en la ruta 9, en sentido a la ciudad de Buenos Aires y a la altura del kilómetro 195, en Ramallo.
Podemos destacar algunas frases de Tomás Bulat "Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema. El saber rompe las cadenas de la esclavitud".
Nuestro humilde recuerdo y homenaje.

viernes, 30 de enero de 2015

Empédocles

Hay hechos que se entre mesclan la naturaleza, la geografía y la historia, he aquí un artículo que lo expresa.
Cuando Francia, Inglaterra e Italia se disputaron un territorio que sólo existió 5 meses
La disputa de un territorio por diferentes países europeos no tiene nada de curioso o anecdótico, pero si el territorio en cuestión sólo existió 6 meses… la cosa cambia. Estoy hablando de la isla Graham, isla Julia o isla Ferdinandea (dependiendo de qué país, de los que se disputaron su soberanía, el nombre).
Esta isla no es más que Empédocles, un gran volcán submarino situado a 30 km al sur de la isla de Sicilia y cuyo pico se encuentra a pocos metros de la superficie del mar. Su nombre se debe al filósofo griego. La primera aparición documentada de una erupción del Empédocles, convirtiéndose en una isla momentáneamente, se remonta a la Primera Guerra Púnica en el siglo III a.C. Pero el motivo de este artículo se debe a la erupción que se produjo en 1831, cuando de la noche a la mañana apareció un islote que cuando dejó de escupir lava tenía una longitud de 4 km, una superficie de 1,6 km², una altura máxima de 60 metros sobre el nivel del mar y dos pequeños lagos interiores. El 2 de agosto de 1831, cuando apenas se había enfriado la isla surgida del mar, el capitán inglés Humphrey Fleming Senhouse partía desde la isla de Malta para plantar la bandera británica y la bautizó con el nombre de Graham Island. El 17 de agosto, un barco del rey Fernando II de las Dos Sicilias (reino compuesto por la unión de Nápoles y Sicilia, y bajo soberanía de la Casa de Borbón española que en 1861 pasará a formar parte de Italia) llegaba a la isla, quitaba la bandera británica y plantaba la suya cambiándole el nombre por isla Ferdinandea. El 29 de septiembre, una misión científica francesa plantaba su bandera y la bautizaba con el nombre de íle Julia.
Ilustración del geólogo francés Constant Prévost de 1831.
Aquella situación estuvo a punto de crear un conflicto internacional por la soberanía del islote… que se solucionó sin ningún enfrentamiento. La lava que escupió el volcán estaba compuesta por material fácilmente erosionable y la acción de las olas hicieron que la isla desapareciese el 17 de diciembre… apenas cinco meses después de su aparición.
Esta isla todavía daría para otra curiosa situación. En abril de 1986, en la llamada “Operación El Dorado Canyon”, la Fuerza Aérea de los EEUU bombardeaba Libia como represalia por la bomba que estalló en una discoteca de Berlín frecuentada por los soldados estadounidenses. Los bombarderos detectaron una sombra bajo el mar, que no era otra cosa que la isla, y creyendo que era un submarino libio… la bombardearon.
Fuente: The New York Times.

jueves, 29 de enero de 2015

Casa de Correos

El 29 de enero de 1879 se inaugura oficialmente en Buenos Aires la Casa de Correos.

miércoles, 28 de enero de 2015

Benito Quinquela Martín

El pintor Benito Quinquela Martín. Nació en Buenos Aires el 1º de marzo de 1890. Autor de las conocidas escenas del puerto de la Boca. Fue además un notable filántropo y donó en su barrio terrenos para la construcción de escuelas y establecimientos de salud. Cedió al Estado gran parte de su obra y construyó el teatro de la Ribera. Falleció el 28 de enero de 1977.



Mensaje del Papa Francisco

Pidamos a Cristo un corazón misericordioso como el suyo. Mensaje del Papa para la Cuaresma 2015
Poniendo en guardia contra «la dimensión mundial» de la «globalización de la indiferencia», «malestar que tenemos que afrontar como cristianos», el Papa empieza su Mensaje para la Cuaresma 2015 - titulado «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – recordando que el camino  cuaresmal «es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2).
En su Mensaje - fechado en el Vaticano, el 4 de octubre de 2014 Fiesta de san Francisco de Asís -  el Obispo de Roma, desea que se celebre en toda la Iglesia el próximo 13 de marzo, que coincide con el segundo aniversario de su elección pontificia, la iniciativa «24 horas con el Señor», cuyo lema este año es «Dios rico en misericordia». Y reitera que «Dios no nos pide nada que no nos haya dado  antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó  primero»  (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede».
«Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen …, hace hincapié el Papa Francisco, refiriéndose luego a la «actitud egoísta, de la indiferencia», que «ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos».
Tras destacar que cuando «el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente», el Papa escribe textualmente: «uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme  en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.  La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos».
Francisco propone tres pasajes para meditar acerca de la renovación que necesita el pueblo de Dios «para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo». «Necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de  los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo  ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación  de cada hombre».
«Si un miembro sufre, todos sufren con él»  (1 Co12,26)– La Iglesia; «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades; y «Fortalezcan sus  corazones»  (St 5,8) – La persona creyente. Son los tres pasajes que propone el Papa ante un  mundo que «tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo  en Él», por lo que la «Iglesia, nunca debe  sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida».
En el tercer pasaje «Fortalezcan sus  corazones»  (St 5,8), que es también el título del mensaje pontificio, el Papa Francisco,  refiriéndose a la persona creyente recuerda que «estamos saturados de noticias e  imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento  humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra  incapacidad para intervenir». Y Para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia, recuerda que es indispensable la oración, la caridad y la conversión.
El Obispo de Roma señala en primer lugar, que «podemos orar en la comunión  de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la  fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre  en toda la Iglesia — también a nivel diocesano — en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta  necesidad de la oración».
«Queridos hermanos y hermanas, deseo  orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: «Haz nuestro  corazón semejante al tuyo » (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo  tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí  mismo y no caiga en el vértigo de la globalización  de la indiferencia», con este deseo concluye su Mensaje el Papa Francisco, asegurando su «oración para que  todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido  que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la  Virgen los guarde».
(CdM – RV)
Texto completo del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2015 « Fortalezcan sus corazones » (St 5,8)
«Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un « tiempo de gracia » (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado  antes: « Nosotros amemos a Dios porque él nos amó  primero »  (1 Jn4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen … Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme  en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.  La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es  una tentación real también para los cristianos. Por  eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de  los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo  ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación  de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios,  se  abre  definitivamente  la  puerta  entre  Dios  y  el  hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es  como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de  los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa  por la caridad (cfr. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo  tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a  través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo  en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe  sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad  de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1.  « Si un miembro sufre, todos sufren con él »  (1 Co12,26)– La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón  mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece  la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su  testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar  lo que antes se ha experimentado. El cristiano es  aquel que permite que Dios lo revista de su bondad  y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar  a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.  Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el  rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que  Jesús le lavase los pies, pero después entendió que  Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio  sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar  los pies por Cristo. Sólo éstos tienen « parte » con  Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él.  Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios  y cuando recibimos los sacramentos, en particular  la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar  para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de  Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es  indiferente hacia los demás. « Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado,  todos se alegran con él » (1 Co12,26).  La Iglesia es communio sanctorumporque en  ella participan los santos, pero a su vez porque es  comunión de cosas santas: el amor de Dios que se  nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos  está también la respuesta de cuantos se dejan tocar  por ese amor. En esta comunión de los santos y en  esta participación en las cosas santas, nadie posee  sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para  todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos,  por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo  con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos  rezamos a Dios para que todos nos abramos a su  obra de salvación.
2. « ¿Dónde está tu hermano? » (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal  es necesario traducirlo en la vida de las parroquias  y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se  tiene la experiencia de que formamos parte de un  solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte  lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada?  (cfr. Lc16,19-31).
Para  recibir  y  hacer  fructificar  plenamente  lo  que Dios nos da es preciso superar los confines de  la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se  instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que  encontraron su plenitud en Dios, formamos parte  de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque  ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y  goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección  de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia,  la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos  caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la  victoria del amor crucificado no es plena mientras  haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima:  « Cuento mucho con no permanecer inactiva en el  cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia  y para las almas » (Carta254, 14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y  de la alegría de los santos, así como ellos participan  de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado  es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón. Por otra parte, toda comunidad cristiana está  llamada a cruzar el umbral que la pone en relación  con la sociedad que la rodea, con los pobres y los  alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no  debe quedarse replegada en sí misma, sino que es  enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel  que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al  Padre. La misión es lo que el amor no puede callar.  La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la  lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra  (cfr. Hch1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo  murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y  para toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo  que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia,  en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. « Fortalezcan sus  corazones »  (St 5,8)– La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación  de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e  imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento  humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra  incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer  para no dejarnos absorber por esta espiral de horror  y de impotencia?  En primer lugar, podemos orar en la comunión  de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la  fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre  en toda la Iglesia —también a nivel diocesano— en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta  necesidad de la oración. En segundo lugar, podemos ayudar con gestos  de caridad, llegando tanto a las personas cercanas  como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es  un tiempo propicio para mostrar interés por el otro,  con un signo concreto, aunque sea pequeño, de  nuestra participación en la misma humanidad. Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi  vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos.  Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva  el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación  diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un  corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita  un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero  abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar  por el Espíritu y guiar por los caminos del amor  que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias  pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo  orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: « Fac  cor nostrum secundum Cor tuum »:  « Haz nuestro  corazón semejante al tuyo » (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo  tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí  mismo y no caiga en el vértigo de la globalización  de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que  todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido  que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la  Virgen los guarde».
Vaticano, 4 de octubre de 2014 Fiesta de san Francisco de Asís
Fuente: Radio Vaticana (28-01-2015)
http://www.news.va/es/news/pidamos-a-cristo-un-corazon-misericordioso-como-el