En
el Centenario de su fallecimiento
Bibliografía
de Pedro Bonifacio Palacios: Nació
en San Justo, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 13 de mayo de 1854. “Almafuerte”
es el pseudónimo que mayor popularidad alcanzó, se consideraba a sí mismo
"el cantor de la chusma", aunque no fue el único que utilizó a lo
largo de su vida, sobre todo, en la actividad periodística.
Fue criado por parientes, ya que
sufrió la muerte de su madre cuando él era aún pequeño y el abandono de su
padre. La primera meta que se impuso fue la de destacarse en la pintura, pero
no tuvo el éxito que esperaba; la beca oficial que solicitó para viajar a
Europa le fue negada.
Por lo tanto, siguiendo su
vocación y sin título oficial (habilitante), fue maestro rural tenía sólo 16
años cuando comenzó a dirigir una pequeña escuela en Chacabuco en donde, en
1884, tuvo la posibilidad de conocer a Domingo Faustino Sarmiento.
Tiempo después, Almafuerte dejó
esta ciudad para mudarse a La Plata: allí lo esperaba el diario "Buenos
Aires" y, más tarde, la dirección del diario "El Pueblo". Su
actividad periodística no fue demasiado extensa: sin embargo, desde ese lugar
dio una intensa batalla y alentó a los jóvenes de la época, que más tarde
participarían del movimiento revolucionario de los ´90. Durante dos años, desde
1894 hasta 1896 retomó sus actividades en la escuela de la localidad de Trenque
Lauquen pero, por temas políticos, fue dejado cesante.
Almafuerte tuvo cinco hijos
adoptivos, lo que marca un gran contraste entre la enorme generosidad que tenía
para los demás y la pobreza en la que se vio sumergido casi toda su vida.
Publicó sólo dos libros en toda su vida; más que suficiente para que su obra
sea juzgada por personalidades de la talla de Jorge Luis Borges o Rubén Darío,
entre otros.
Falleció a los 62 años, el 28 de febrero de 1917.
Monumento emplazado en la Plaza principal de San Justo.
Sus Poesías:
¡Avanti!
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentasse formaron los santos y las
santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
¡Piu Avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
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