El 31 de
julio 1966 el gobierno no constitucionalista (gobierno de facto) de Juan Carlos
Onganía, que había derrocado al gobierno constitucional del Dr. Arturo Illia,
dispuso por decreto la intervención de las universidades argentinas, a las que
consideraba peligrosa fuente de contaminación para la virtud política
argentina.
Recordando
un poco de la historia nacional, el 29 de julio de 1966 la policía desalojó a
estudiantes y profesores, en la que se conoció como “noche de los bastones
largos, debido al uso abundante de palos para lograr el objetivo. A fines de
julio de 1966 Onganía decretó la intervención de las universidades nacionales,
ordenando a la policía usar la violencia para expulsar a estudiantes y
profesores. Fueron destruidos a palos los laboratorios y bibliotecas de
las altas casas de estudio y la adquisición más reciente y novedosa para la
época, una computadora. A la intervención siguió el éxodo al extranjero de
profesores e investigadores, hecho traumático del que el país no se ha
terminado de recuperar todavía, y la supresión de los organismos
sindicales estudiantiles. Ante la disolución de sus organizaciones los
reclamos de los estudiantes sólo lograban expresarse en forma violenta.
Cuando en marzo de 1969, en virtud del Plan Krieger Vasena (en ese momento
ministro de Economía), que exaltaba la eficiencia del sector público, se
efectuaron reducciones en las subvenciones del gobierno a las universidades,
estalló una huelga estudiantil en Corrientes, se extendió a Rosario y en mayo a
Córdoba. Finalmente, el gobierno de Onganía, que decía tener metas y no plazos,
se proponía durar por lo menos una decada más porque entre sus plazos estaba
lograr un estado nacional filo fascista. La experiencia se inició en Córdoba,
con el anuncio de la instalación en la provincia de un gobierno “corporativo”.
Pero imprevistamente, sobre todo para los militares que respaldaban a
Onganía, a cuyos ojos tenía gran prestigio profesional, estalló en
la capital mediterránea la sublevación conocida como “El Cordobazo”, que minó
la confianza de los oficiales en Onganía y dio un plazo perentorio a su
gobierno. La calidad intelectual con que se atacó a las universidades se puede juzgar
por la medida que tomó un coronel que era interventor de la universidad de
Córdoba. Este hombre dispuso prohibir la enseñanza del cálculo vectorial,
instrumento matemático que sirvió a Einstein para llegar a la relatividad,
debido a que en su criterio era “subversivo”. Esta apreciación, que produjo
burlas, bromas y quejas en los ambientes académicos del mundo entero, se
debió posiblemente a la interpretación errónea de los “vectores” que recibió el
coronel presuntamente de un familiar joven, que los sacó de su ámbito
matemático para confundirlos con otros significados sociales y políticos con
los que no comparte más que el nombre.
Un pensamiento en vos alta, que otra sería la educación si este hecho no hubiera ocurrido.