No perdamos la confianza en la familia, exhortó el Papa en el Jubileo de
las Familias
Con la imagen
bíblica de dos familias que hacen su peregrinación a la casa de Dios, Elcaná y
Ana con su hijo Samuel al templo de Silo, y de José y María con Jesús en marcha
hacia Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua, el Papa Francisco señaló la
misión de la familia de caminar juntos para alcanzar la misma meta y el papel
formativo que desempeña especialmente en lo que reguarda a la fe y a la oración.
Lo hizo en el marco del jubileo de las familias celebrado en la fiesta de la
Sagrada Familia en la basílica vaticana, el domingo 27 de diciembre de 2015,
del Año Santo de la Misericordia.
“Qué importante
es para nuestras familias a caminar juntos para alcanzar una misma meta
–dijo Francisco-. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un
camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de
alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el
tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que
bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su
frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más
sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarle
al Señor, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos
del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve
momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por
estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo
necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel
formativo que la familia desempeña”.
Al final de su
homilía el Obispo de Roma deseo “que en este Año de la Misericordia, toda
familia cristiana sea un lugar privilegiado en el que se experimenta la alegría
del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el
error y poner remedio. En el seno de la familia es donde se nos educa al
perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante
los errores que se puedan cometer”. Jesuita Guillermo Ortiz –Radio Vaticana
Texto completo
de la homilía del Papa en el Jubileo de las familias:
Las
Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias
que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo
Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del
mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén
para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).
Podemos ver a
menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para
la piedad popular. En estos días, muchos se han puesto en camino para llegar a
la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos
santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es
que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van
juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una
lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Es más, podemos
decir que la vida de la familia es un conjunto de pequeños y grandes
peregrinajes.
Por ejemplo,
cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus
oraciones, y esto es un peregrinaje: el peregrinaje a la educación a la
oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y
que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley
y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la
peregrinación a Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo:
«¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando
nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).
Qué importante
es para nuestras familias peregrinar juntos, caminar juntos para alcanzar una
misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino
donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y
de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de
oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus
hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal
de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los
padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarle al Señor, como
hicieron, Elcaná y Ana, José y María, para que sea él su protección y su apoyo
en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia
encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para
dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que
hemos recibido con quien más lo necesita. Son todos pequeños gestos que, sin
embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en el
peregrinaje de todos los días.
Al final de
aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf.
Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias.
En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del
santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día,
poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos
lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se
había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José,
que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que
pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos
suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando
claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa,
Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y
obediencia. Hacen parte del peregrinaje de la familia, también estos momentos
que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión
para pedir perdón y recibirlo, demostrar el amor y la obediencia.
Que en este Año
de la Misericordia, toda familia cristiana pueda ser un lugar privilegiado de
este peregrinaje en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es
la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobre de
nosotros, si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos
educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstantes
los errores que se puedan cometer.
No perdamos la
confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin
ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Encomiendo
a ustedes, queridas familias, este peregrinaje doméstico de todos los días,
esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más
necesidad que nunca.
Fuente: Radio vaticana 27-12-2015
http://www.news.va/es/news/no-perdamos-la-confianza-en-la-familia-exhorto-el