El Club Social San Justo continua con las
publicaciones en el “Ciclo de Poesías, Narrativas y Cuentos breves 2013” que es un espacio
para poetas y escritores que deseen publicar su arte a través de las letras en
nuestra Web; las mismas serán seleccionadas y publicadas en esta pagina digital
los días domingos.
Del mito al logos
Mis abuelos me contaron que, a lo largo de cada
segundo, el mundo que conocemos corre riesgo de ser destruido, pero siempre es
salvado, puesto que al final del día lo bueno pesa tanto como lo malo. Este
increíble fenómeno sucede sin que sus protagonistas sospechen la verdadera
importancia de sus actos. Es fácil deducir que si un hombre ama a su familia o
ayuda a quien lo necesita, está salvando el mundo, caso contrario lo esta destruyendo.
Mis abuelos me contaron que desde muchas generaciones
nuestro pueblo vaga por el desierto. Nunca sé supo cuál es la verdadera razón
que nos impulsa a ir de un lugar a otro sin descanso; los extranjeros dicen que
se debe a las duras condiciones climáticas y a la escasez de agua y comida en
la región. Sin embargo, todos intuimos que somos los custodios de un lugar
inacabable.
Las historias de mis abuelos describen lo bueno, lo
malo, lo inexplicable, sus protagonistas son los hombres, los viajes, el campamento,
los rebaños y el hermoso desierto. Las moralejas se repiten invariablemente,
salvo en el primer cuento de nuestro pueblo, que data de una época mágica, en
la que el espíritu del desierto estaba despierto.
En el mundo primitivo no había desierto, pues la
arena estaba diseminada a lo largo y a lo ancho de los puntos cardinales. Todos
los espíritus naturales se burlaban del espíritu del desierto, ya que su reino
estaba dividido y era débil. Sin embargo, el viento se apiadó de él
ofreciéndole su ayuda, de este modo, los granos de arena lograron unirse
formando los inmensos y poderosos desiertos.
Miles de soles y lunas transcurrieron, hasta que los
espíritus fueron convocados a embellecer otro mundo. El desierto, celoso de su
reino, decidió crear habitantes y custodios para que nadie alterase la belleza
que había creado. De unos granos de arena hizo animales y vegetales, luego
consultó al viento para crear los custodios, éste le sugirió al hombre y a las
rocas.
Los hombres fueron hechos de la arena y del viento,
en tanto a las rocas otorgó voluntad y movilidad, por lo cual podían
arrastrarse o rodar de un lugar a otro a su antojo.
Nuestro pueblo no tenía una lengua, puesto que no la
necesitaba, todo lo que debía saber se lo revelaba el viento. Custodiaba el
desierto gracias a que la voz del viento le susurraba qué caminos debía seguir,
perderse significaba la muerte.
Las rocas celosas de los beneficios otorgados al
hombre, decidieron robar el sonido y esconderlo en sus corazones. Sin la ayuda
del viento, los hombres se perdían en la inmensidad y morían en los brazos del
sol; del glorioso pueblo quedó un puñado de hombres temerosos.
Una niña recordó un relato del viento, e invocó con
sus lágrimas al espíritu del desierto. El espíritu regresó de otro mundo, observó
la injusticia y castigó a las rocas partiéndolas en mitades, despojándolas de
sus vidas, y recompensó a nuestro pueblo con el bien más preciado; la palabra.
El sonido volvió al mundo y el espíritu regresó a su labor, pero antes le dio
un nombre a la niña que lo invocó;
Sahara.
No sé por qué los extranjeros intentan explicar con
mediciones y cálculos los relatos de mis antepasados.
Jano