CLUB SOCIAL SAN JUSTO
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"Al Servicio de la Comunidad de San Justo y La Matanza"

domingo, 24 de marzo de 2013

Del mito al logos

El Club Social San Justo continua con las publicaciones en el “Ciclo de Poesías, Narrativas y Cuentos breves 2013” que es un espacio para poetas y escritores que deseen publicar su arte a través de las letras en nuestra Web; las mismas serán seleccionadas y publicadas en esta pagina digital los días domingos.
Del mito al logos
Mis abuelos me contaron que, a lo largo de cada segundo, el mundo que conocemos corre riesgo de ser destruido, pero siempre es salvado, puesto que al final del día lo bueno pesa tanto como lo malo. Este increíble fenómeno sucede sin que sus protagonistas sospechen la verdadera importancia de sus actos. Es fácil deducir que si un hombre ama a su familia o ayuda a quien lo necesita, está salvando el mundo, caso contrario lo esta destruyendo.
Mis abuelos me contaron que desde muchas generaciones nuestro pueblo vaga por el desierto. Nunca sé supo cuál es la verdadera razón que nos impulsa a ir de un lugar a otro sin descanso; los extranjeros dicen que se debe a las duras condiciones climáticas y a la escasez de agua y comida en la región. Sin embargo, todos intuimos que somos los custodios de un lugar inacabable.
Las historias de mis abuelos describen lo bueno, lo malo, lo inexplicable, sus protagonistas son los hombres, los viajes, el campamento, los rebaños y el hermoso desierto. Las moralejas se repiten invariablemente, salvo en el primer cuento de nuestro pueblo, que data de una época mágica, en la que el espíritu del desierto estaba despierto.
En el mundo primitivo no había desierto, pues la arena estaba diseminada a lo largo y a lo ancho de los puntos cardinales. Todos los espíritus naturales se burlaban del espíritu del desierto, ya que su reino estaba dividido y era débil. Sin embargo, el viento se apiadó de él ofreciéndole su ayuda, de este modo, los granos de arena lograron unirse formando los inmensos y poderosos desiertos.
Miles de soles y lunas transcurrieron, hasta que los espíritus fueron convocados a embellecer otro mundo. El desierto, celoso de su reino, decidió crear habitantes y custodios para que nadie alterase la belleza que había creado. De unos granos de arena hizo animales y vegetales, luego consultó al viento para crear los custodios, éste le sugirió al hombre y a las rocas.
Los hombres fueron hechos de la arena y del viento, en tanto a las rocas otorgó voluntad y movilidad, por lo cual podían arrastrarse o rodar de un lugar a otro a su antojo.
Nuestro pueblo no tenía una lengua, puesto que no la necesitaba, todo lo que debía saber se lo revelaba el viento. Custodiaba el desierto gracias a que la voz del viento le susurraba qué caminos debía seguir, perderse significaba la muerte.
Las rocas celosas de los beneficios otorgados al hombre, decidieron robar el sonido y esconderlo en sus corazones. Sin la ayuda del viento, los hombres se perdían en la inmensidad y morían en los brazos del sol; del glorioso pueblo quedó un puñado de hombres temerosos.
Una niña recordó un relato del viento, e invocó con sus lágrimas al espíritu del desierto. El espíritu regresó de otro mundo, observó la injusticia y castigó a las rocas partiéndolas en mitades, despojándolas de sus vidas, y recompensó a nuestro pueblo con el bien más preciado; la palabra. El sonido volvió al mundo y el espíritu regresó a su labor, pero antes le dio un  nombre a la niña que lo invocó; Sahara.
No sé por qué los extranjeros intentan explicar con mediciones y cálculos los relatos de mis antepasados.
Jano