Fue uno de los
hombres más controvertidos de nuestra historia nacional. Héroe en las campañas
de San Martín y Bolívar, respondió a la ideología unitaria, que defendió
ciegamente hasta el fin de sus días. El fusilamiento de Manuel Dorrego,
ordenado por él, contribuyó al encumbramiento de Juan Manuel de Rosas como
gobernador de la provincia de Buenos Aires, contra quien se levantará sin éxito
en repetidas oportunidades, siempre en defensa de la causa unitaria.
Biografía de Juan
Galo de La Valle:
Nació el 17 de octubre de 1797 en Buenos Aires. Fue el quinto hijo de Manuel
José de La Valle
y Cortés y María Mercedes González Bordallo. Su padre, descendiente directo del
conquistador de México, era contador general de las Rentas y el Tabaco del
Virreinato del Río de la Plata.
En 1799, los De La Valle se trasladaron a
Santiago de Chile. Desde allí, palpitan las noticias de las invasiones
inglesas, alarmados por la ineficiencia de las autoridades coloniales para
resistir a los ingleses.
Ya en 1807 la
familia se muda nuevamente a Buenos Aires. Por entonces, la crisis del imperio
español comenzaba a evidenciarse y grupos de jóvenes criollos se plantean la
posibilidad -lejana todavía- de cortar los lazos con la metrópoli.
La Revolución de Mayo
resultó claramente adversa para los De La Valle, por su subordinación a las autoridades
españolas. Recién en 1812, una vez asumido el Primer Triunvirato, el gobierno
nombra a Manuel (amigo cercano de Bernardino Rivadavia, secretario del
Triunvirato) administrador de la
Aduana de Buenos Aires.
El Primer
Triunvirato es derrocado en octubre de 1812 por fuerzas dirigidas por militares
pertenecientes a la llamada Logia Lautaro, entre quienes se encontraban Carlos
María de Alvear y José de San Martín.
A cargo del
Regimiento de Granaderos a Caballo, San Martín decidió encaminar la formación
de un conjunto de jóvenes voluntarios que se incorporarían como cadetes,
pertenecientes en muchos casos a las familias más distinguidas de la ciudad.
Juan Galo de Lavalle (que en esa época suprimió el "de" de su
apellido y lo apocopó, posiblemente para evitar la vinculación con los
apellidos españoles) pidió su alta como cadete y fue aceptado en agosto de
1812.
Se destacó en
las prácticas rigurosas impuestas por San Martín y rápidamente se ganó su
respeto. Sin embargo, Lavalle no fue escogido para participar en el Combate de
San Lorenzo, en el que las tropas de San Martín se impusieron sobre los
realistas y su bautismo de fuego tuvo lugar durante la toma de Montevideo, en
1814. Allí, quiso el destino que actuara bajo las órdenes de Manuel Dorrego.
Cuando San
Martín se hizo cargo del Ejército de los Andes, Lavalle recibió la orden de
trasladarse a Cuyo para incorporarse al mismo. Allí, en uno de los convites
organizados por Remedios de Escalada de San Martín, la joven esposa del
Libertador, Lavalle conoció a su futura esposa, María de los Dolores Correas.
Durante el cruce
de los Andes, Juan Lavalle marchó a la vanguardia, bajo las órdenes del
brigadier Miguel Estanislao Soler. Se destacó en el triunfo de Chacabuco, en
febrero de 1817, y ya ostenta el grado de general en jefe, cuando el ejército
patriota fue derrotado en Cancha Rayada. Luego de la victoria de Maipú, Lavalle
acompañó a San Martín en el avance sobre Perú, en el cual también brilló por
sus dotes militares.
Lavalle formó
parte del ejército que San Martín envió a Simón Bolívar para continuar con la
independencia americana y participó de la campaña al Ecuador. Tuvo una
actuación excepcional en los combates de Río Bamba y Pichincha.
Juan Lavalle
retornó a las Provincias Unidas en 1823, y tras un breve paso por Mendoza,
donde visitó a su prometida, emprendió la marcha hacia la capital del antiguo
Virreinato. El gobierno de Martín Rodríguez lo recibió con honores. Lavalle se
sorprendió de los cambios ocurridos en la ciudad, los cuales se encontraban
fuertemente relacionados con las reformas llevadas adelante por uno de los
ministros de Rodríguez, Bernardino Rivadavia.
Lavalle cumplió
su promesa y regresó a Mendoza, donde contrajo matrimonio con María de los
Dolores en abril de 1824. Regresó a Buenos Aires junto con su esposa y fue
nombrado jefe del Cuarto Regimiento de Infantería, cuyo objetivo era cubrir la
frontera sur del río Salado, con el fin de avanzar sobre el territorio dominado
por los indígenas, un problema que comenzaba a inquietar fuertemente al
gobierno. Se pretendía demarcar una nueva línea de frontera que debía estar
comprendida entre las costas del mar y las orillas del río Las Flores, pasaría
por Balcarce y Tandil y avanzaría hacia el oeste, hacia el límite con Santa Fe.
En febrero de
1826, Bernardino Rivadavia fue designado presidente de las Provincias Unidas.
La gestión de Rivadavia fue fuertemente resistida por los representantes de las
provincias, quienes veían en él la consagración del ideario unitario.
En tanto,
comenzó a destacarse entre los opositores la figura de Manuel Dorrego, que
desde las páginas del diario El Tribuno hostigaba continuamente al
poder Ejecutivo representado por Rivadavia y criticaba su proyecto de ley
electoral en estos términos:
"...Y
si se excluye a los jornaleros, domésticos asalariados y empleados también,
¿entonces quién queda? Queda cifrada en un corto número de comerciantes y
capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del dinero, entonces
sí que sería fácil poder influir en las elecciones, porque no es fácil influir
en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y
en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque
apenas hay comerciantes que no tengan giro en el Banco, y entonces el Banco
sería el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación con todas las
provincias. "
Juan Lavalle fue
enviado a integrarse al ejército en la guerra con el Brasil, donde nuevamente
se destacó por sus dotes militares.
En tanto, en
Buenos Aires en 1826, las gestiones diplomáticas para concluir la guerra con
Brasil, nada favorables para las Provincias Unidas, y la sanción de una
Constitución unitaria y centralista, pusieron en jaque al gobierno de
Rivadavia, quien debió renunciar.
El fracaso
unitario facilitó la llegada a la gobernación de Buenos Aires del federal
Manuel Dorrego, lo cual produjo una fuerte inquietud en el círculo oligárquico
de la ciudad, que apoyaba al sistema unitario.
Así escribía el
unitario Julián Segundo de Agüero a Vicente López en ocasión de la asunción de
Dorrego:
"No
se esfuerce usted en atajarle el camino a Dorrego: déjelo usted que se haga
gobernador, que impere aquí como Bustos en Córdoba: o tendrá que hacer la paz
con el Brasil con el deshonor que nosotros no hemos querido hacerla; o tendrá
que hacerla de acuerdo con las instrucciones que le dimos a García, haciendo
intervenir el apoyo de Canning y de Ponsonby. La Casa Baring lo ayudará
pero sea lo que sea, hecha la paz, el ejército volverá al país y entonces
veremos si hemos sido vencidos."
A mediados de
1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de
la guerra, retiró a Dorrego el apoyo político y económico. Le niega recursos a
través de la Legislatura
y lo fuerza a transigir y a iniciar conversaciones de paz con el Imperio.
Dorrego tuvo que
firmar la paz con Brasil aceptando la mediación inglesa que impuso la
independencia de la Banda
Oriental. Así nacía la república Oriental del Uruguay en
agosto de 1828.
La derrota
diplomática de la guerra con el Brasil y el descontento de las tropas que
regresaban desmoralizadas fueron utilizados como excusa por los unitarios para
conspirar contra el gobernador Dorrego.
El 1º de
diciembre de 1828, un golpe de estado encabezado por el General Lavalle derrocó
a Dorrego. Algunos unitarios se dirigieron a Lavalle y opinaron sobre lo que
debía hacerse con el gobernador capturado. Salvador María del Carril le
escribía a Lavalle el 12 de diciembre de 1828:
"La
prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella
lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después
de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo del
fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha
llegado el momento de ejecutarla. Prescindamos del corazón en este caso. La Ley es que una revolución es
un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree
necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una
evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted,
general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a
usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido
la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las
restantes. Nada queda en la
República para un hombre de corazón. "
La nefasta influencia
de Del Carril se aprecia en esta carta de Lavalle a Brown: "Desde
que emprendí esta obra, tomé la resolución de cortar la cabeza de la hidra, y
sólo la carta de Vuestra Excelencia puede haberme hecho trepidar un largo rato
por el respeto que me inspira su persona. Yo, mi respetado general, en la
posición en que estoy colocado, no debo tener corazón. Vuestra excelencia
siente por sí mismo, que los hombres valientes no pueden abrigar sentimientos
innobles, y al sacrificar al coronel Dorrego, lo hago en la persuasión de que
así lo exigen los intereses de un gran pueblo. Estoy seguro de que a nuestra
vista no le quedará a vuestra excelencia la menor duda de que la existencia del
coronel Dorrego y la tranquilidad de este país son incompatibles".
EL general
Lavalle decide fusilar a Dorrego el 13 de diciembre. El gobernador derrocado se
despedía de sus seres queridos: "Mi querida Angelita: En este
momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la Providencia Divina,
en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos
mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo
recibido por mí. De los cien mil pesos de fondos públicos que me adeuda el
Estado, sólo recibirás las dos terceras partes; el resto lo dejarás al Estado.
Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no has podido ser en
compañía del desgraciado".
A sus dos
pequeñas hijas decía: “Querida Angelita: Te acompaño esta sortija para
memoria de tu desgraciado padre. Querida Isabel: te devuelvo los tiradores que
hiciste a tu infortunado padre”.
Lavalle fusiló a
Dorrego y así lo anunció en un Bando: "Participo al Gobierno
Delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente
de los regimientos que componente esta división. La historia juzgará
imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido morir o no morir, y si al
sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado
poseído de otro sentimiento que el del bien público".
En Buenos Aires,
las repercusiones de la muerte de Dorrego no se hicieron esperar y el propio
grupo que había gestado el golpe de Estado se alejó estratégicamente de
Lavalle, quien había sido designado gobernador provisorio, pero aún no había
regresado a la capital. En las provincias del interior la situación no era muy
distinta.
Finalmente, ante
la inminencia de una guerra civil, Lavalle accedió a reunirse con Juan Manuel
de Rosas, cuya influencia era cada vez más importante en los círculos federales
que asediaban continuamente a las fuerzas de Lavalle. La reunión se produjo en
Cañuelas, en junio de 1829; allí Lavalle y Rosas firmaron un pacto por el cual
se decidió el cese de las hostilidades, la elección de autoridades para la
reinstalación de la
Legislatura, que nombraría a un gobernador al que ambos se
someterían junto con sus fuerzas. En tanto esto sucedía, Lavalle ejercería el
cargo de gobernador provisorio y Rosas el de comandante general de la campaña.
El pacto tenía una cláusula secreta, en la cual Rosas y Lavalle se comprometían
a conseguir el triunfo de una lista de candidatos a diputados que había sido
concebida por Rosas.
Pero los
unitarios de Buenos Aires se negaron a suscribir esa lista. La ciudad se vio
envuelta nuevamente en un conflicto armado entre federales y unitarios, y
Lavalle, sin capacidad de respuesta, anuló las elecciones y firmó un nuevo
pacto con Rosas, por el cual Juan José Viamonte fue nombrado gobernador
provisorio.
A partir de
entonces, la situación de Lavalle en Buenos Aires se volvió insostenible y
debió exiliarse en la
Banda Oriental. Allí lo encontró la noticia del ascenso de
Rosas a la gobernación, como consecuencia de una fuerte campaña de prensa en la
cual Don Juan Manuel hablaba de Manuel Dorrego como un mártir de la patria y de
Lavalle como un salvaje asesino.
En tanto, el
general José María Paz, que encabezaba la oposición unitaria del interior, se
consolidaba en la provincia de Córdoba, desde donde lanzó la llamada "Liga
del Interior", que pretendía acabar con los caudillos federales de las
distintas provincias, aliados de Rosas. Instigado por Salvador María del
Carril, Lavalle emprendió entonces una invasión a Entre Ríos desde la Banda Oriental. El
objetivo era el avance sobre el litoral para reunirse con Paz, pero fue dos
veces derrotado.
En 1839, con el
apoyo de los exiliados del régimen rosista, pasó a Entre Ríos y comenzó a
avanzar con el objetivo final de derrocar a Rosas. Pero en septiembre de 1840,
Rosas logró reunir 17.000 hombres para hacerle frente, por lo cual Lavalle, al
mando de apenas 1.100, se retiró a Santa Fe.
La tropa de
Lavalle fue constantemente perseguida y su líder fracasó en todos los intentos
de reorganizar su maltrecho ejército.
Llegó a Tucumán
en 1841, desde donde intentó una vez más avanzar sobre la capital, pero fue
derrotado en Famaillá por las fuerzas de Oribe, el caudillo uruguayo apoyado
por Juan Manuel de Rosas. La derrota marcó el fin de la llamada "coalición
del norte".
Cuando el
contingente llegó a Jujuy, el 7 de octubre por la noche, se encontró con que
las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo
el gobierno.
El 9 de
octubre de 1841, una partida federal dio con la casa donde se encontraba
Lavalle y disparó a la puerta. Una de las balas atravesó la cerradura e hirió
de muerte a Lavalle. Su cadáver fue conducido hacia la catedral de Potosí,
donde fueron depositados sus restos.
En 1858, los
restos del General Lavalle fueron trasladados al cementerio de la Recoleta en Buenos Aires,
donde descansan actualmente, a metros de la tumba de Dorrego. El general no
pudo cumplir con su juramento: "Si algún día volvemos a Buenos
Aires, juro sobre mi espada, por mi honor de soldado, que haré un acto de
profunda expiación: rodearé de respeto y consideración a la viuda y los
huérfanos del Coronel Dorrego".
Siempre que se recuerda y difunde hechos historicos se debe dejar una reflexión, que otra hubiera sido la historia sin el acontecimiento del 13 de diciembre de 1828.
Siempre que se recuerda y difunde hechos historicos se debe dejar una reflexión, que otra hubiera sido la historia sin el acontecimiento del 13 de diciembre de 1828.