El día que
"asesinaron" a Olmedo
Este año se cumplen 40 años de un episodio curioso en la vida del
rosarino: en su programa “El Chupete” se anunció, a modo de broma, la muerte
del humorista. Como castigo, el gobierno militar le levantó el ciclo. Historia de
una censura.
Mañana se cumplirán 28 años de la muerte de Alberto Olmedo.
En mayo, serán 40 de su "primera muerte". Un chiste que le costó
caro.
Fue como si se hubiera acostado en un ataúd
para presenciar las reacciones en su propio funeral. La "primera
muerte" de "El Negro", 40 años atrás. Antes de que se
asomara a la cornisa, caminó por la otra, la cornisa del humor. La broma le
costó la censura militar. Fue un 4 de mayo de 1976, a las 20.27. Un
locutor del programa “El Chupete” (su programa), puso garganta fúnebre al
anuncio: “Desgraciadamente, el actor Alberto Olmedo ha desaparecido. No
está entre nosotros. Esa es la razón por la que nos vemos obligados a
pasar, en su homenaje, uno de sus últimos programas grabados”. Más de
uno frente al armatoste blanco y negro, se desmayó.
Aquel día Olmedo
pudo apoyar la nuca en la almohada recién a las seis del otro día. Lo llamaban
los parientes, los amigos, los periodistas. Le recriminaban el
atrevimiento de “morirse en vida”. La picardía no resultó gratuita.
Año tenebroso, Golpe militar dos meses antes, y una decisión: “El
Chupete” fue levantado del aire de Canal 13. La palabra
“desaparición”, como metáfora de todo.
"El Negro
fue debate nacional, eje de los cuestionamientos más descarnados.
Se le exigieron “mínimas normas de respeto por la condición humana” y
hasta “Pedido de perdón por el macabro chiste”. El diario "Última
Hora" denunció en sus páginas que los llamados a la redacción saturaron
las líneas. “Mi hijo de 10 años sufrió una crisis nerviosa. Nadie tiene derecho
a causar gratuitamente tanto dolor”, acusó una lectora.
Aquella noche
las agencias de noticias y los diarios eran hervideros. "Noticias
argentinas" remitía el despacho 123, con necrológica incluida, y al rato
se desdecía. “Las autoridades de Canal 13 informaron que debido a una
broma de mal gusto se dio una falsa noticia de fallecimiento”. Algunos
periodistas fueron a buscar a Olmedo al Maipo, a constatar que respiraba:
“Había que intentar algo nuevo”, se defendía el rosarino. La gente no
esperó el final del cuadro donde yo decía: ¿Se lo creyeron?”.
Muchos
ofendidos, mucho dedo acusador. Olmedo ya no era el mismo que ochos antes había
batido el récord mundial de permanencia en cámara: 36 horas de
transmisión, sin dormir, en una cruzada por el Hospital de Niños y la Casa
Cuna. “Siento que el público ya me ha perdonado”, decía meses después
del chascarrillo. “Me equivoqué. Lo acepto. La gente olvida y disculpa si te
quiere bien. El escándalo lo provocó la mediocridad de la TV argentina”.
El juego
con la muerte era constante, aunque ni él lo percibiera. En 1985,
quemó a su personaje Rucucu en pantalla, “asesinándolo”. Tal vez aún no se
percibía del todo el aura triste que inundaba a Olmedo, que decía en voz
baja a sus amigos: "Cada vez que termino de actuar, me quedo
vacío". Ya lo decía el director teatral Alberto Ure magistralmente:
“Olmedo fue la víctima de la risa argentina, el sacrificado por la
alegría ajena. Parado en el centro de cada argentino, ya no le quedaba
lugar para aguantarse a sí mismo”.
Dos días antes
de su muerte “real”, marzo de 1988, Olmedo ya se desangraba en presentimientos
en la Revista “Siete Días”: “¡No te da miedo que tu fama sea mucho más duradera
que tu vida?”, le preguntaba el periodista. “Claro que me da miedo. No me queda
más remedio que aceptarlo. En este país la gente le suele ser más fiel
a los muertos que a los vivos".
Mañana
se cumplirán 28 años de aquella última –impensada- función de “Éramos tan
pobres” en Mar del Plata y del vértigo mortal de ese balcón maldito de un piso
11. Costó creer que no fuera otra broma más y que “Piluso” no hubiera
lanzado un monigote de utilería como “doble de riesgo”.
“Algún día voy a
tener a la mejor mina. Voy a ir al mejor restaurante, con el mejor champagne y
un Chesterfield, y cuando termine voy a agarrar el mantel y ¡Faaaá! ¡Voy a
tirar todo a la mierda! Y cuando venga el mozo, preguntaré: ¿Cuánto se debe?”.
Eso predijo alguna vez ante su amigo “Chiquito” Reyes, cuando su “pieza” tenía
“chiflete y entraba el frío por los agujeros”. Lo cumplió años después, en
Fechoría. Con su muerte inventada en 1976 pasó algo parecido. Aquel
chiste mortuorio, lo hizo tomar dimensión de qué se sentía estar muerto para el
público. Como estar haciéndose el dormido en el propio velatorio.
Fuente: Diario Clarín (04-03-2016)
http://www.clarin.com/extrashow/tv/dia-asesinaron-Olmedo_0_1534046960.html