El médico cirujano Enrique Finochietto nació en Buenos Aires el 13 de marzo de 1881. En el ingreso a la Sala IX del Hospital Rawson hay una placa de bronce con una leyenda breve y contundente: "Aquí operó y enseño Enrique Finochietto". La oración resume el respeto y admiración que para más de una generación de argentinos inspiró este cirujano, que en las décadas del ´30 y del ´40 constituyó el tipo esencial de la medicina en la Argentina. En el campo de la cirugía y la medicina clínica, y como lo bautizó su hermano y asistente Ricardo, Enrique Finochietto era "El Divino". La labor de Finochietto no se redujo al quirófano, sin embargo. Preocupado por mejorar los métodos de la medicina, fue un gran inventor. Ideó y produjo instrumentos para realizar operaciones, que se propagaron a los quirófanos de todo el mundo y gracias a los cuales acrecentó su fama de cirujano genial. Así, de sus ideas nacieron el frontolux (un sistema iluminador utilizado por los cirujanos, a la manera de los obreros de las minas, para enfocar mejor las heridas), el "empuja-ligaduras", muy útil para detener las hemorragias; el porta-agujas, de distintas medidas y formatos; la pinza de dientecillos, para sujetar mejor los tejidos y agujas; la pinza de doble utilidad, con funciones como pasahilos y para hemostasias; el aspirador quirúrgico, para succionar la sangre durante las operaciones; la cánula para transfusiones; las "valvas Finochietto", para abrir la herida y permitir una mejor visión al cirujano; el banco para cirujanos, que permitía a éstos operar sentados; la mesa quirúrgica móvil, con un motor eléctrico y manejada con pedales, y el separador intercostal a cremallera para operaciones toráxicas, conocido con el nombre de su inventor en geografías tan lejanas como Rusia y Japón. La trayectoria científica de Finochietto había comenzado en 1897, cuando ingresó en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Cuatro años después, ya era practicante en el Hospital de Clínicas y en 1904 se hace cargo del Servicio de piel y enfermedades venéreas del Hospital Rawson, donde es médico interno ad-honorem con guardia permanente. Entre 1906 y 1909, Finochietto viaja por Europa, donde visita las clínicas más avanzadas de Alemania, Suiza, Italia y Francia. Cuando regresa, en el Rawson, realiza endoscopías y ensaya las más modernas técnicas quirúrgicas, como la cirugía de tiroides. Entre 1912 y 1913, aprende dibujo técnico, para poder realizar exactamente los modelos de los aparatos que ideaba. Sus ilustraciones, a partir de allí, serán de altísima calidad y realismo, tanto las de las máquinas y aparatos, como las del cuerpo humano. Luego, en 1914, presenta su tesis de profesorado de Medicina (Los métodos operatorios para la exclusión del píloro) y entre 1918 y 1919 vuelve a viajar a Europa, donde iniciará su etapa más gloriosa en la medicina. En efecto, Finochietto se hace cargo del Servicio de Cirugía del Hospital Argentino en París. Allí atiende a los soldados heridos durante la Primera Guerra Mundial y obtiene una invalorable experiencia en la cirugía y la atención clínica ante los casos más desesperantes y graves. Sus méritos son tantos que el ministro argentino en París, Marcelo Torcuato de Alvear, solicita en marzo de 1919 al Decano de la Facultad de Medicina de Buenos Aires que permita a Finochietto prolongar su estadía en Francia, a pesar que la guerra ya había terminado: "No ignora Ud. seguramente –dice Alvear- la brillante acción del doctor Finochietto desde su llegada, los eminentes servicios que sus méritos profesionales han prestado al Hospital Argentino y así no extrañará que por la Secretaría de Sanidad Militar se le ruega prolongar por algún tiempo su estadía en ésta, donde tan alto ha dejado el nombre del cuerpo médico argentino." Tanto son sus logros en Francia, que, aún siendo un simple profesor suplente en Buenos Aires, es designado miembro de la Legión de Honor y condecorado con dos medallas de guerra por el gobierno galo. Finalmente, luego de una breve estadía en Norteamérica, Finochietto regresa al país, rodeado de gran fama (los diarios de la época saludarán su llegada con artículos y entrevistas de todo tenor y extensión). Sin embargo, no todas son rosas, ya que regresa enfermo: durante su estadía en Europa contrae una enfermedad incurable (¿sífilis?), que lo obligará según sus cánones y los de la época, a una soltería sin remedio. Tenía entonces 39 años. En 1922, siendo profesor suplente de Clínica Quirúrgica en el Hospital Rawson, viaja otra vez a Europa, dejando antes los planos para la construcción de lo que será su escuela de cirugía: el pabellón IX del Rawson. De regreso, realiza la tercera toracoplastia (operación en la que se realiza la apertura quirúrgica de la caja toráxica del paciente) efectuada en el país y la primera incisión paradojal, inventada por él y denominada así porque se trazaba en sentido inverso al establecido por la cirugía clásica. Para entonces, compone ya un equipo quirúrgico con sus hermanos Miguel Ángel y Ricardo, que poco a poco se convertirá en el más afamado de la Argentina. Tenía entonces tal renombre que era común la siguiente interpelación popular, para expresar exageración: "¡Pero quién te crees que sos! ¿Finochietto?". Pero la labor de Finochietto no se concentraba sólo en el mejoramiento de la técnica quirúrgica, sino que también hizo escuela afirmando normas éticas frente a la enfermedad y el dolor. Los preceptos que inculcará en sus discípulos, en esta materia, serán: "Sólo cumple con su deber quien va más allá de sus obligaciones. La operación grande no es más que la sucesión de los tiempos de las operaciones pequeñas. El dinero de los enfermos debe ser, primordialmente, para los enfermos." En 1924, Finochietto aplica la Pean Bi ´l Roth, una técnica quirúrgica que había inventado y que consistía en un nuevo sistema para las operaciones de estómago, intestino y duodeno. En 1929, otra hazaña lo lleva a la tapa de los diarios, cuando realiza por primera vez en el país un taponamiento cardíaco: en su sala de cirugía recibe a un niño herido en el corazón por una bala y logra, taponando con pinzas y sus dedos, frenar la hemorragia y salvar la vida del paciente. Para estos tiempos, las anécdotas que representaban su altruismo en la sala de cirugía y sus esfuerzos por mejorar cada día, eran incontables y poco a poco lo convertían en un mito. Por ejemplo, se debe a esta atención el invento de la mesa de ortopedia: accidentado el Decano de la Facultad de Medicina, el doctor Iribarne, llegó al quirófano de Finochietto en situación desesperante. Las múltiples fracturas y heridas le dificultaron en extremo al cirujano ubicar al paciente en la mesa de operaciones y éste finalmente falleció. Al poco tiempo, llamó a su colega Mariano Castex y lo llevó al quirófano para mostrarle un nuevo invento: una mesa ortopédica que permitía ubicar al paciente en todas las posiciones posibles. "Esto lo hizo usted para Iribarne..."– le dijo Castex. "Es cierto –respondió-. No pude estar tranquilo hasta terminarlo." Agravada su enfermedad, Finochietto renunció a la Cátedra de Clínica Quirúrgica en 1933. Ese año el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires lo designó Profesor Honorario. Sin embargo, continuó con su tarea de cirujano en el Rawson, a dónde acudían pacientes de todo el país y el exterior. El 8 de marzo de 1940 realiza su última operación (le extrae un quiste hidatídico a un indio mapuche) en otra intervención magistral, y que sólo él parecía capaz de realizar. Poco después, la enfermedad lo postra en cama y ataca su cerebro. Toda su lucidez se desvanece y queda inmovilizado, casi paralítico. Finalmente, quien había sido Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina, Presidente de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires, Miembro de la Sociedad de Medicina y Cirugía de Bolonia y de la de Montevideo, Asociado extranjero de la Sociedad de Cirugía y de la Academia de Cirugía de París, Miembro de Honor de la Asociación de Medicina de Río de Janeiro, uno de los más respetados médicos argentinos de todas las épocas y un verdadero mito de la cirugía nacional, falleció en Buenos Aires el 17 de febrero de 1948.