Breve
reseña histórica: Charles Romuald Gardes nació en Toulouse, Francia, a las 2 horas
del jueves 11 de diciembre de 1890, por los inescrutables designios del
destino, ese lejano día en el Hospital San José de la Grave veía la luz el más
perdurable mito porteño, extraño y exclusivo fenómeno que se fue trasmitiendo
de generación en generación y aún perdura entre muchos habitantes de Buenos
Aires. Un sueño impostergable que se convirtió en realidad tangible bajo el
nombre de Carlos Gardel, y fue en la Babilonia del Sur donde cuajó el misterio de su
voz única e intemporal, donde se forjó la magia de su presencia vigente y
definitivamente incorporada a los archivos de nuestras retinas como una imagen
familiar y querida. Carlos Gardel está presente en la iconografía y el
patrimonio popular de Buenos Aires como no alcanzó ningún otro personaje de la
ciudad. Su sonrisa cómplice saluda diariamente a millones de habitantes de la
gran urbe del sur desde los lugares más impensados, desde los quioscos de
prensa como primera estación del día donde recalan los porteños para adquirir
sus fuentes de información, desde la decoración de los medios de transporte en
los que se abigarran los trabajadores rumbo a sus respectivos puestos de labor,
desde los bares y cafés donde se mezclan los reconfortantes olores del café con
leche matinal con el humor, la reflexión y la bronca que destila el ciudadano
de Buenos Aires diariamente en estos verdaderos templos de la comunicación, en
todas partes está Carlitos como un invitado omnipresente e infaltable. El
sábado 11 de marzo de 1893, desde el lejano puerto francés de Burdeos arribaba
a Buenos Aires un barco llamado "Dom Pedro", en sus entrañas había
realizado una larga y expectante travesía Doña Berthe Gardes, un viaje que pudo
estar signado por las incertidumbres y los miedos que deben haber acuciado a
esa valiente mujer ante la encrucijada más importante de su vida, francesa de
27 años, viuda, de profesión planchadora, católica y con pasaporte N°- 94, de
su mano desembarcaba un niño de 2 años y 3 meses, su hijo Charles, datos que
fueron registrados por la
Dirección General de Inmigraciones de la República Argentina
con los números de orden 121 y 122 respectivamente. En aquel momento, Berthe,
comenzaba una aventura basada en la esperanza de una vida mejor lejos de
incomprensiones y humillaciones propiciadas por su condición de madre soltera,
felizmente estas intolerancias hoy han sido superadas, era el sueño de millones
de emigrantes que encontraban en aquellas lejanas y desconocidas tierras un
abrigo generoso a tantas penurias pasadas en sus lugares de origen, la suerte
sería dispar pero los brazos solidarios se abrieron para todos por igual. En
aquella ciudad convulsionada por reformas estructurales, tanto sociales como
urbanísticas, se fue formando aquel inquieto joven francés asimilando las
costumbres y la forma de ser de los nativos. Las andanzas del
"Francesito" en su afán de ganar unas monedas para complementar la
economía familiar, lo llevaron a frecuentar cafetines donde entre copas de
ginebra, espeso humo de tabaco y auditorio generalmente non santo desplegaban su
ingenio los payadores, una suerte de juglares poseedores de las tradiciones
rurales que difundían su saber popular en los circos y tablados suburbanos, de
estos festejados personajes aprendió los rudimentos de la expresión vocal y un
elemental tangido de la guitarra. Ya convertido en el "Morocho del
Abasto", en clara referencia a su barrio de actuación, su fama se fue
extendiendo por todos los rincones de Buenos Aires, la simpatía y la magia de
una voz que ya se perfilaba como un fenómeno diferenciado fueron los bagajes
capitales para ir cimentando un futuro de éxitos. Un futuro soñado, pero tal
vez nunca imaginado tan esplendoroso por el propio Carlitos en aquellos augúrales
años de trovador de reuniones familiares y cafetines conocidos. Las tantas
veces despótica e indiferente Buenos Aires se fue enamorando de su voz, la hizo
suya y le brindó al hombre su gesto más galante, tendiéndole su mano para
guiarlo por el camino de sus escasos elegidos. ¿Dónde radicó el misterio para
conquistar a tan bella y en ocasiones perversa urbe?, ¿qué extraños resortes se
activaron en el interior de Buenos Aires para que ésta le ofreciera su cara más
agraciada?, sólo el diálogo indescifrable de la mitología tiene la respuesta,
los mitos se enamoran de sus pares y juntos transitan los mundos surrealistas
vetados al común de los mortales. De pie lo aplaudió su público porteño y un
barco lo devolvió a su Europa original para conquistar nuevas sensibilidades,
primero Madrid después Barcelona, la ciudad Condal a orillas del Mediterráneo
lo coronó como el monarca indiscutible del tango, allí, sobre los escenarios
del Teatro Goya y del emblemático Teatro Principal de las Ramblas barcelonesas
se consolidó el éxito que más tarde se extendió a la exigente Paris y
posteriormente a la cosmopolita Nueva York. El embrujo de su voz cautivó a
todos los auditorios, sobrevolando por encima de murallas lingüísticas y
culturales, su presencia iluminó rostros y fascinó féminas, sus gestos nobles y
fraternales generaron el acercamiento de hombres de todas latitudes, la
generosa amistad que siempre prodigó fue su moneda universal de cambio por
todos los caminos que recorrió por el mundo. Ya quedó Carlos Gardel vivo
perpetuado en el celuloide que nos invita a tutearlo en la intimidad colectiva
de la penumbra cinematográfica, el color inconfundible de su voz eterna nos
acompaña cada día más clara y profética en los momentos de recogida y personal
espiritualidad desde los surcos de los discos, su imagen instantánea fue
atrapada en históricos negativos de cristal, conformando una pirueta
existencial que burla las acciones del tiempo y el olvido. En este libro
queremos recoger una parte de su gran legado fotográfico, escapando del tono
sepia que invade los recuerdos lejanos y caducados, intentamos mantener viva la
presencia intemporal del más grande de los mitos porteños, Carlos Gardel. El 24
de junio de 1935 en un accidente de aviación en Medellín (Colombia), fallece el
afamado zorzal criollo.