Cronología de la Semana de Mayo
La Semana de Mayo
es la semana que transcurrió en Buenos Aires, entre el 18 y el 25 de mayo de 1810,
que se inició con la confirmación de la caída de la Junta Suprema
Central y desembocó en la destitución del virrey Cisneros y la asunción de la Primera Junta.
El 14 de mayo
arribó al puerto de Buenos Aires la goleta de guerra británica HMS Mistletoe
procedente de Gibraltar con periódicos del mes de enero que anunciaban la
disolución de la Junta
Suprema Central al ser tomada la ciudad de Sevilla por los
franceses, que ya dominaban casi toda la Península, señalando que algunos diputados se
habían refugiado en la isla de León, en Cádiz. La Junta era uno de los últimos
bastiones del poder de la corona española, y había caído ante el imperio
napoleónico, que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante
las Abdicaciones de Bayona. El día 17 se conocieron en Buenos Aires noticias
coincidentes llegadas a Montevideo el día 13 en la fragata británica HMS
John Paris, agregándose que los diputados de la Junta habían sido rechazados
estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de Regencia
de España e Indias, pero ninguno de los dos barcos transmitió esa noticia.
Cisneros intentó ocultar las noticias estableciendo una rigurosa vigilancia en
torno a las naves de guerra británicas e incautando todos los periódicos que
desembarcaron de los barcos, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano
y de Juan José Castelli. Éstos se encargaron de difundir la noticia, que ponía
en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.
También se puso
al tanto de las noticias a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios,
que en ocasiones anteriores había desaconsejado tomar medidas contra el virrey.
Saavedra consideraba que, desde un punto de vista estratégico, el momento ideal
para proceder con los planes revolucionarios sería el momento en el cual las
fuerzas napoleónicas lograran una ventaja decisiva en su guerra contra España.
Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que el
momento idóneo para llevar a cabo acciones contra Cisneros había llegado. El
grupo encabezado por Castelli se inclinaba por la realización de un cabildo
abierto, mientras los militares criollos proponían deponer al virrey por la
fuerza.
Viernes 18 de mayo
Ante el nivel de
conocimiento público alcanzado por la noticia de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros
realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando
VII, para intentar calmar los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación
en la península, pero no confirmó en forma explícita que la Junta había caído, si bien
era consciente de ello. Parte de la proclama decía lo siguiente:
En América
española subsistirá el trono de los Reyes Católicos, en el caso de que
sucumbiera en la península. (...) No tomará la superioridad determinación
alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones
de la capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias
dependientes, entretanto que de acuerdo con los demás virreinatos se establece
una representación de la soberanía del señor Fernando VII.
El grupo
revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás
Rodríguez Peña o en la jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas
reuniones, entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso,
Antonio Luis Beruti, Eustoquio Díaz Vélez, Feliciano Antonio Chiclana, José
Darragueira, Martín Jacobo Thompson y Juan José Viamonte. Otro grupo se
congregaba en la quinta de Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los
que se destacaba Domingo French.
Algunos criollos
se juntaron esa noche en la casa Rodríguez Peña. Cornelio Saavedra, quien se
hallaba en San Isidro, fue llamado de urgencia y concurrió a la reunión en la
que se decidió solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para
determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para esa comisión, fueron
designados Castelli y Martín Rodríguez.
Sábado 19 de mayo
Tras pasar la
noche tratando el tema, durante la mañana Saavedra y Belgrano se reunieron con
el alcalde de primer voto, Juan José de Lezica, y Castelli con el síndico
procurador, Julián de Leyva, pidiendo el apoyo del Cabildo de Buenos Aires para
gestionar ante el virrey un cabildo abierto, expresando que de no concederse, lo
haría por sí solo el pueblo o moriría en el intento.
Domingo 20 de mayo
Demanda ante el virrey Cisneros
por la realización de un cabildo abierto. Bajorrelieve de Gustavo Eberlein.
Lezica
transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste consultó a Leyva,
quien se mostró favorable a la realización de un cabildo abierto. Antes de
tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares para que se presenten a
las siete horas de la tarde en el fuerte. Según cuenta Cisneros en sus Memorias,
les recordó:
(...) las
reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me habían ofrecido
defender la autoridad y sostener el orden público y les exhorté a poner en
ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la patria.
Como Cisneros
reclamó una respuesta a su petición de apoyo, el coronel criollo Cornelio
Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e integrante del grupo
revolucionario conocido como la
Sociedad de los Siete, respondió en nombre de todos los
criollos diciendo:
Señor, son muy
diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos
hallamos. En aquella existía la
España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella,
todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto
solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir
y V.E. en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son
España? (...) ¿Los derechos de la
Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han
recaído en Cádiz y la isla de León, que son una parte de las provincias de
Andalucía? No señor, no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados
por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por
nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de
consiguiente usted tampoco la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi
mando para sostenerse en ella.
Al anochecer se
produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña, en donde los jefes
militares comunicaron lo ocurrido. Se decidió enviar inmediatamente a Castelli
y a Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su
ingreso el comandante Terrada de los granaderos provinciales que se hallaba de
guarnición ese día. El virrey se encontraba jugando a los naipes con el
brigadier Quintana, el fiscal Caspe y el edecán Coicolea cuando los
comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus Memorias relató cómo
fue la entrevista, en donde Castelli se dirigió a Cisneros así:
Excelentísimo
señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército,
que están en armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del virreinato.
Cisneros
respondió:
¿Qué atrevimiento
es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante?
Pero Rodríguez
(según sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole:
Señor: cinco
minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea
V.E. lo que hace.
Solamente
defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del cabildo, Julián de
Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su despacho para deliberar
juntos unos momentos y luego regresaron. El virrey se resignó y permitió que se
realizara el cabildo abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias
póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron:
Señores, cuanto
siento los males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso;
pero puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes
lo que quieran.
El cabildo
abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente.
Esa misma noche
se representó una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma
Salvada", a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios.
El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que,
con la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra fuera reemplazara con
"Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue.
Los rumores de censura policial se extendieron con rapidez, por lo que Morante
salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el
cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente:
Entre regir al
mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra! ¡Glorias de Roma,
majestad herida! ¡De tu sepulcro al pie, patria, despierta! César, Murena,
Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus querellas! Guardemos la
igualdad para otros tiempos: ¡El Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del
gran Camilo necesita el hierro! ¡Un dictador, un vengador, un brazo! ¡Designad
al más digno y yo lo sigo!
Dicha escena
encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a
la obra. El propio Juan José Paso se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires
libre!".
Lunes 21 de mayo
Invitación al Cabildo Abierto del
22 de mayo
A las tres, el Cabildo inició sus
trabajos de rutina, pero se vieron interrumpidos por seiscientos hombres
armados, agrupados bajo el nombre de "Legión Infernal", que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de
Mayo, y exigieron a gritos que se convocase a un cabildo abierto y se
destituyese al virrey Cisneros. Llevaban un retrato de Fernando VII y en el
ojal de sus chaquetas una cinta blanca que simbolizaba la unidad
criollo-española. Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio
Beruti. Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su
palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día siguiente. El
síndico Julián de Leyva no tuvo éxito en calmar a la multitud al asegurar que
el mismo se celebraría como estaba previsto. La gente se tranquilizó y dispersó
gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de
Patricios, que aseguró que los reclamos de la Legión Infernal
contaban con su apoyo militar y quien comunicó que él personalmente iba a designar
las guardias para las avenidas de la
Plaza con oficiales de Patricios y que dichas guardias
estarían a las órdenes del Capitán Eustoquio Díaz Vélez, de cuya adhesión, de
ninguna manera, podía dudar el pueblo.
El 21 de mayo se
repartieron cuatrocientos cincuenta invitaciones entre los principales vecinos
y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo
teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad. Sin embargo el
encargado de su impresión, Agustín Donado, compañero de French y Beruti,
imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos.
El Excmo.
Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir, precisamente mañana 22 del
corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al cabildo
abierto que con avenencia del Excmo. Sr. Virrey ha acordado celebrar; debiendo
manifestar esta esquela á las tropas que guarnecerán las avenidas de esta
plaza, para que se le permita pasar libremente.
Martes 22 de mayo
El Cabildo Abierto, según Juan
Manuel Blanes.
De los
cuatrocientos cincuenta invitados al cabildo abierto solamente participaron
unos doscientos cincuenta. French y Beruti, al mando de seiscientos hombres
armados con cuchillos, trabucos y fusiles, controlaron el acceso a la plaza,
con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos.
El cabildo
abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, contando con diversos
momentos, entre ellos la lectura de la proclama del Cabildo, el debate,
"que hacía de suma duración el acto", como se escribió en el
documento o acta, y la votación, individual y pública, escrita por cada
asistente y pasada al acta de la sesión.
El debate en el
Cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la
autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba
que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo, y que éste
tenía derecho a formar un nuevo gobierno.
Hubo dos
posiciones principales enfrentadas: los que consideraban que la situación debía
mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que
sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual
que en España. No reconocían la autoridad del Consejo de Regencia de España y
de Indias argumentando que las colonias en América no habían sido consultadas
para su formación. El debate abarcó también, de manera tangencial, la rivalidad
entre criollos y españoles peninsulares, ya que quienes proponían mantener al
virrey consideraban que la voluntad de los españoles debía primar por sobre la
de los criollos.
Uno de los
oradores de la primera postura fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y
Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riega sostenía lo siguiente:
No solamente no
hay por qué hacer novedad con el virrey, sino que aún cuando no quedase parte
alguna de la España
que no estuviese sojuzgada, los españoles que se encontrasen en la América deben tomar y
reasumir el mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de los hijos
del país cuando ya no hubiese un español en él. Aunque hubiese quedado un solo
vocal de la Junta
Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos
recibir como al Soberano.
El Cabildo Abierto, por Pedro
Subercaseaux
Juan José
Castelli habló a continuación, y sostuvo que los pueblos americanos debían
asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando
VII de regresar al trono.
Desde la salida
del Infante don Antonio, de Madrid, había caducado el Gobierno Soberano de España,
que ahora con mayor razón debía considerarse haber expirado con la disolución
de la Junta Central,
porque, además de haber sido acusada de infidencia por el pueblo de Sevilla, no
tenía facultades para el establecimiento del Supremo Gobierno de Regencia; ya
porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no
podrían delegarse, ya por la falta de concurrencia de los Diputados de América
en la elección y establecimiento de aquel gobierno, deduciendo de aquí su
ilegitimidad, la reversión de los derechos de la Soberanía al pueblo de
Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno,
principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España en la dominación del
señor don Fernando Séptimo.
Pascual Ruiz
Huidobro expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había
caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y que,
en su función de representante del pueblo, el Cabildo debía asumir y ejercer la
autoridad.
El fiscal Manuel
Genaro Villota, representante de los españoles más conservadores, señaló que la
ciudad de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre
la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del
debate a las demás ciudades del Virreinato. Argumentaba que ello rompería la
unidad del país y establecería tantas soberanías como pueblos. Juan José Paso
le dio la razón en el primer punto, pero adujo que la situación del conflicto
en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas prosiguieran
conquistando las colonias americanas demandaban una solución urgente. Adujo
entonces el argumento de la hermana mayor, por la cual Buenos Aires tomaba
la iniciativa de realizar los cambios que juzgaba necesarios y convenientes,
bajo la expresa condición de que las demás ciudades serían invitadas a
pronunciarse a la mayor brevedad posible. La figura retórica de la
"Hermana mayor", comparable a la gestión de negocios, es un nombre
que hace una analogía entre la relación de Buenos Aires y las otras ciudades
del Virreinato con una relación filial.
La postura de Cornelio Saavedra
fue la que acabó imponiéndose.
El cura Juan
Nepomuceno Solá opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en
forma provisional, hasta la realización de una junta gubernativa con
llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato.
El comandante Pedro
Andrés García, íntimo amigo de Saavedra, comentó al votar: "Que
considerando la suprema ley la salud del pueblo y advertido y aun tocado por sí
mismo la efervescencia y acaloramiento de él con motivo de las ocurrencias de la Metrópoli, para que se
varíe el Gobierno, que es a lo que aspira, cree de absoluta necesidad el que
así se realice, antes de tocar desgraciados extremos, como los que se persuade
habría, si aún no se resolviese así en la disolución de esta Ilustre Junta;
repite por los conocimientos que en los días de antes de ayer, ayer y anoche ha
tocado por sí mismo, tranquilizando los ánimos de los que con instancia en el
pueblo así lo piden".
Cornelio
Saavedra propuso que el mando se delegara en el Cabildo hasta la formación de
una junta de gobierno, en el modo y forma que el Cabildo estimara conveniente.
Hizo resaltar la frase de que "(...) y no queda duda de que el pueblo
es el que confiere la autoridad o mando". A la hora de la votación, la
postura de Castelli se acopló a la de Saavedra.
Luego de los
discursos, se procedió a votar por la continuidad del virrey, solo o asociado,
o por su destitución. La votación duró hasta la medianoche, y se decidió por
amplia mayoría destituir al virrey: ciento cincuenta y cinco votos contra
sesenta y nueve. Los votos contrarios a Cisneros se distribuyeron de la siguiente
manera.
- Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: cuatro votos
- Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: dieciocho votos
- Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: veinte votos.
- Fórmula de Ruiz Huidobro: veinticinco votos
- Fórmula de Saavedra y Castelli: ochenta y siete votos
A la madrugada
del día 23 se emitió el siguiente documento:
Hecha la
regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey
debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo hasta
la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera
que estime conveniente.
Miércoles 23 de mayo
Tras la
finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la
ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las
provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden
público.
Por la mañana se
reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y emite un documento:
hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo.
Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo.
Cabildo (...) hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo.
Cabildo, en la manera que estime conveniente.
Jueves 24 de mayo
El día 24 el
Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la nueva Junta, que debía
mantenerse hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba
formada por:
Presidente y
comandante de armas:
- Baltasar Hidalgo de Cisneros
Vocales:
- Cornelio Saavedra (militar, criollo)
- Juan José Castelli (abogado, criollo)
- Juan Nepomuceno Solá (sacerdote, español)
- José Santos Incháurregui (comerciante, español)
Dicha fórmula
respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el
poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la
misma hubiera sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban
que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en
la sociedad. Asimismo, se incluyó un reglamento constitucional de trece
artículos, redactado por Leyva, que regiría el accionar de la Junta. Entre los
principios incluidos, se preveía que la Junta no ejercería el poder judicial, que sería
asumido por la Audiencia;
que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los otros integrantes de la Junta; que el Cabildo podría
deponer a los miembros de la
Junta que faltaran a sus deberes y debía aprobar las
propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía general
respecto de las opiniones emitidas en el cabildo abierto del 22; y que se
pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados. Los comandantes de
los cuerpos armados dieron su conformidad, incluyendo a Saavedra y Pedro Andrés
García.
Cuando la
noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a
agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud comandada por French y
Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente
al de virrey, era vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El
coronel Martín Rodríguez lo explicaba así:
Si nosotros nos
comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a
Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo,
nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción reclaman la
separación de Cisneros.
Hubo una
discusión en la casa de Rodríguez Peña, lugar en que se reunieron dirigentes
civiles y oficiales de los cuerpos, entre ellos: Manuel Belgrano, Eustoquio
Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano Antonio Chiclana donde se llegó a dudar
de la lealtad de Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el
pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y
Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza.
Finalmente decidieron deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y
obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de candidatos
propios. Cisneros no podía figurar.
Por la noche,
una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia
de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las
tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su
dimisión. Un grupo de patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva que se
convocara nuevamente al pueblo, y pese a sus resistencias iniciales finalmente
accedió a hacerlo.
Viernes 25 de mayo
Durante la
mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual
Plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti.
Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia
definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. El
historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas
celestes y blancas entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en
duda dicha afirmación, pero sí consideran factible que se hayan repartido
distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una
resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando:
"¡El pueblo
quiere saber de qué se trata!"
La multitud
invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de
la resolución tomada el día anterior.
El Cabildo se
reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese
reprimida por la fuerza. Con este fin se convocó a los principales comandantes,
pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Los que sí lo hicieron
afirmaron que no solo no podrían sostener al gobierno, sino tampoco a sus
tropas, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían desobedecidas
por estas.
Cisneros seguía
resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que
ratificase y formalizase los términos de su renuncia, abandonando pretensiones
de mantenerse en el gobierno. Esto, sin embargo, resultó insuficiente, y
representantes de la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo
reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la
formación de una Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de
quinientos hombres para auxiliar a las provincias interiores.
Pronto llegó a
la sala capitular la renuncia de Cisneros, "prestándose á ello con la
mayor generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su
consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes".
La composición de la
Primera Junta surge de un escrito presentado por French y
Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo, no hay una
posición unánime entre los historiadores sobre la autoría de dicho escrito.
Algunos como Vicente Fidel López sostienen que fue exclusivamente producto de
la iniciativa popular. Para otros, como el historiador Miguel Ángel Scenna, lo
más probable es que la lista haya sido el resultado de una negociación entre
tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas,
los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano,
Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu
y Larrea. No hay duda de que Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las
milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia
es más problemática.
Los capitulares
salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la
petición formulada. Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado del tiempo,
la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Julián de Leyva
adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del
pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo
la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del Cabildo),
...se oyen entre
aquellos las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia
porque la ciudad no experimentase desastres, sería ya preciso echar mano a los
medios de violencia; que las gentes, por ser hora inoportuna, se habían retirado
a sus casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase
en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del
badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que se
abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces
se había procurado evitar.
El badajo de la
campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Santiago de
Liniers tras la asonada de Álzaga de 1809. Ante la perspectiva de violencias
mayores, el petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El
reglamento que regiría a la
Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había propuesto
para la Junta
del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y que la Junta nombraría
reemplazantes en caso de producirse vacantes. La Primera Junta estaba
compuesta de la siguiente manera:
Presidente
- Cnel. Cornelio Saavedra
Vocales
- Dr. Juan José Castelli
- Dr. Manuel Belgrano
- Cnel. Miguel de Azcuénaga
- Dr. Manuel Alberti
- Domingo Matheu
- Juan Larrea
Secretarios
- Dr. Juan José Paso
- Dr. Mariano Moreno
La Junta estaba conformada por
representantes de diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran
militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu
eran comerciantes, y Alberti era sacerdote. Desde otro punto de vista, los tres
partidos revolucionarios estaban representados por tres miembros cada uno:
Saavedra, Azcuénaga y Alberti eran moderados, Castelli, Belgrano y Paso eran
carlotistas y Matheu, Larrea y Moreno eran juntistas o alzaguistas.
Acto seguido,
Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al
Fuerte entre salvas de artillería y toques de campana.
Al mismo tiempo
que el sol se ponía en el horizonte, una compañía de Patricios mandada por Don
Eustoquio Díaz Vélez anunciaba, al son de cajas y voz de pregoneros, que el
Virrey de las Provincias Unidas del Río de la Plata había caducado, y que el Cabildo reasumía
el mando supremo del Virreynato por voluntad del pueblo.
El mismo 25,
Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a
Santiago de Liniers lo sucedido y reclamarle acciones militares contra la Junta.
Fuente: La
Revolución de Mayo, Wikipedia la enciclopedia libre.