Biografía de José Hernández: Hijo de don Rafael
Hernández y de doña Isabel Pueyrredón, José Hernández nació el 10 de noviembre
de 1834 en la chacra de su tío, Don Juan Martín de Pueyrredón, antiguo Caserío
de Pedriel, hoy convertida en el Museo José Hernández en el Partido de San
Martín. Este argentino nativo expresó diferentes talentos a lo largo de su
vida: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo,
estanciero, soldado y político. Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y
luego asistió al colegio de don Pedro Sánchez. En 1843, cuando su madre
falleció, su padre, que era capataz en la estancia de Rosas, lo llevó a vivir
al campo por recomendación médica, ya que, a pesar de su juventud, se
encontraba enfermo. En el entorno campestre, José Hernández tomó contacto con
gauchos e indios. Debido a su proximidad con ellos, tuvo la oportunidad de
conocer sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a
quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también, a entender sus dificultades
en la vida cotidiana. En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre
–quien fue fulminado por un rayo-, se instaló en la ciudad de Paraná. Allí, el
8 de junio de 1859, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar.
Tuvieron siete hijos. Inició su labor periodística en el diario "El
Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba
el asesinato de Vicente Peñaloza. En 1863 estos artículos fueron publicados
como libro bajo el título "Rasgos
biográficos del general Ángel Peñaloza". En el orden legislativo se
desempeñó como diputado, y luego, como senador de la provincia de Buenos Aires.
Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente
de la Cámara
de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires
pasó a ser la capital del país. En 1869 fundó el diario "El Río de la Plata", en cuyas
columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las
autoridades de la campaña. También fundó el diario "El Eco" de
Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos.
Colaboró además en los periódicos "La Reforma Pacífica",
órgano del Partido Reformista, "El Argentino", de Paraná y "La Patria", de
Montevideo. En el orden militar actuó en San Gregorio, en El Tala e intervino
en las batallas de Pavón y de Cepeda. Luchó además junto a López Jordán en
Entre Ríos. Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años '50
y '60, se vio obligado a viajar y trasladó su residencia a menudo. Vivió en
Brasil, en las provincias de Entre Ríos y Rosario de Argentina y en Montevideo
(Uruguay). En 1870, al fracasar una revolución, tuvo que volver a Brasil. Dos
años después, gracias a una amnistía que paró la violencia, pudo volver al
país. El 28 de noviembre de 1872, el diario "La República"
anunció la salida de "El Gaucho
Martín Fierro" y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa. Este poema de
género gauchesco se convirtió en la pieza literaria del más genuino folclore
argentino y fue traducido a numerosos idiomas. El libro es considerado la
culminación de la llamada "literatura gauchesca" y es una de las
grandes obras de la literatura argentina. En él, Hernández rinde homenaje al
gaucho, quien aparece en su ser, en su drama cotidiano, en su desamparo, en sus
vicisitudes y con sus bravuras. Su
inesperado éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó en 1879 a continuarlo con "La vuelta de Martín Fierro",
edición ilustrada por Carlos Clérice. En 1881, publicó su obra "Instrucción del Estanciero".
El 21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras
fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires...".
EL
GAUCHO MARTÍN FIERRO
(primera parte)
(primera parte)
I
Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela
Que al hombre que lo desvela
Una pena estrordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento:
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.
Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista:
Pido a mi Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores
Con famas bien otenidas,
Y que después de alquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.
Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
Nada lo hace recular
Ni las fantasmas lo espantan,
Y dende que todos cantan
Yo también quiero cantar.
Cantando me he de morir,
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pié del Eterno Padre;
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra;
El cantar mi gloria labra
Y, porniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.
Me siento en el plan de un bajo
A cantar un argumento;
Como si soplara un viento
Hago tiritar los pastos.
Con oros, copas y bastos
Juega allí mi pensamiento.
Yo no soy cantor letrao,
Mas si me pongo a cantar
No tengo cuando acabar
Y me envejezco cantando:
Las coplas me van brotando
Como agua de manantial.
Con la guitarra en la mano
Ni las moscas se me arriman;
Naides me pone el pié encima,
Y cuando el pecho se entona,
Hago gemir a la prima
Y llorar a la bordona.
Yo soy toro en mi rodeo
Y toraso en rodeo ageno;
Siempre me tuve por güeno
Y si me quieren probar
Salgan otros a cantar
Y veremos quien es menos.
No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando;
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.
En el peligro ¡qué Cristo!
El corazón se me enancha
Pues toda la tierra es cancha,
Y de esto naides se asombre;
El que se tiene por hombre
Donde quiera hace pata ancha.
Soy gaucho, y entiéndanló
Como mi lengua lo esplica:
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor:
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el Sol.
Nací como nace el peje
En el fondo de la mar:
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dio:
Lo que al mundo truje yo
Del mundo lo he de llevar.
Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del Cielo;
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir,
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remonto el vuelo.
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama;
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peleo ni mato
Sinó por necesidá;
Y que a tanta alversidá.
Sólo me arrojó el mal trato.
Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.
Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela
Que al hombre que lo desvela
Una pena estrordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento:
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.
Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista:
Pido a mi Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores
Con famas bien otenidas,
Y que después de alquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.
Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
Nada lo hace recular
Ni las fantasmas lo espantan,
Y dende que todos cantan
Yo también quiero cantar.
Cantando me he de morir,
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pié del Eterno Padre;
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra;
El cantar mi gloria labra
Y, porniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.
Me siento en el plan de un bajo
A cantar un argumento;
Como si soplara un viento
Hago tiritar los pastos.
Con oros, copas y bastos
Juega allí mi pensamiento.
Yo no soy cantor letrao,
Mas si me pongo a cantar
No tengo cuando acabar
Y me envejezco cantando:
Las coplas me van brotando
Como agua de manantial.
Con la guitarra en la mano
Ni las moscas se me arriman;
Naides me pone el pié encima,
Y cuando el pecho se entona,
Hago gemir a la prima
Y llorar a la bordona.
Yo soy toro en mi rodeo
Y toraso en rodeo ageno;
Siempre me tuve por güeno
Y si me quieren probar
Salgan otros a cantar
Y veremos quien es menos.
No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando;
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.
En el peligro ¡qué Cristo!
El corazón se me enancha
Pues toda la tierra es cancha,
Y de esto naides se asombre;
El que se tiene por hombre
Donde quiera hace pata ancha.
Soy gaucho, y entiéndanló
Como mi lengua lo esplica:
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor:
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el Sol.
Nací como nace el peje
En el fondo de la mar:
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dio:
Lo que al mundo truje yo
Del mundo lo he de llevar.
Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del Cielo;
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir,
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remonto el vuelo.
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama;
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peleo ni mato
Sinó por necesidá;
Y que a tanta alversidá.
Sólo me arrojó el mal trato.
Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.