El
21 de febrero de 1813, un día después de librar la Batalla de Salta, el
general vencedor Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, escribía
sobre ella al Gobernador Intendente de Córdoba: "Las armas de la Patria se han cubierto de
gloria en el día de ayer, veinte, logrando una completa victoria sobre sus
enemigos".
Tal
como relata Belgrano, la batalla fue un triunfo completo para las armas de la
patria permitiendo recuperar los territorios de Salta y Jujuy hasta Tupiza para
la causa revolucionaria, destacándose los jefes y oficiales Eustaquio Díaz
Vélez, Manuel Dorrego, Carlos Forest, Apolinario Saravia, Gregorio Perdriel,
Cornelio Zelaya, Gregorio Bernabé Aráoz de La Madrid, José María Paz, Rudecindo Alvarado,
Ignacio Warnes, entre otros.
Más
de 3.000 soldados realistas junto a sus jefes y oficiales fueron rendidos en el
campo de batalla y tomadas sus armas y artillería. Belgrano dispensó al general
enemigo, su amigo personal Pío Tristán, de la humillación de entregar su espada
y al mismo tiempo firmó con él los términos de la capitulación en la que
permitía a los prisioneros volver a sus casas bajo juramento de no volver a
tomar las armas en contra de la causa americana.
Así
Belgrano hizo oídos sordos al clamor de sus propios oficiales que le indicaban
fusilar a todos los prisioneros, pues su pensamiento consistía en hermanar a
los pueblos, convencido de la necesidad de que: "Cesen las rivalidades y
motivos de disensión, amándose mutuamente como hermanos que se hallan
íntimamente unidos por los vínculos de sangre y de interés comunes".
Belgrano
bien comprendía que la guerra de la independencia tenía la impronta de una
guerra civil donde hermanos luchaban contra hermanos, en tanto que en ambos
bandos los ejércitos estaban integrados por americanos.
La
noble decisión del creador de la bandera de liberar a los enemigos desató sobre
él una gran cantidad de críticas ante las cuales apesadumbrado respondió:
"Siempre se divierten los que están lejos de las balas y no ven la sangre
de sus hermanos, ni oyen los clamores de los infelices heridos; también son
esos los más a propósito para criticar las determinaciones de los jefes: por
fortuna, dan conmigo que me río de todo y que hago lo que me dicta la razón, la
justicia y la prudencia y no busco glorias, sino la unión de los americanos y
la prosperidad de la Patria".
En
esas palabras podemos encontrar al hombre de espíritu elevado y gran visión que
comprendía que la guerra debía ser lo menos cruenta posible ya que se libraba
en esta tierra con sus terribles consecuencias. Bajo ese mismo influjo mandó
colocar una cruz sobre la fosa común que albergaba a los caídos de ambos bandos
bajo la leyenda: "A los vencedores y vencidos".
Tal
como lo comprendía su hermano de causa el entonces coronel José de San Martín,
triunfante en San Lorenzo, Belgrano también intentaba minimizar los efectos de
la guerra aun contra la opinión de todos: "¡Quién creyera! me escriben por
la capitulación, y porque no hice degollar a todos, cuando estoy viendo
palpablemente los efectos benéficos de tal decisión".
De
esta forma, ambos Padres Fundadores consideraban la lucha armada como un mal
necesario para lograr el éxito de la causa pero, al mismo tiempo, trataban de
librarla con las menores pérdidas humanas posibles, pues entendían que el costo
final de una guerra prolongada y sangrienta lo pagaría únicamente "La América".
Con
motivo del triunfo logrado en Salta, la Asamblea General
Constituyente instalada en Buenos Aires el 31 de enero de 1813, declaró a
Belgrano, oficiales y soldados "Beneméritos en Alto Grado",
disponiendo la entrega al general de un sable de honor engarzado en oro y en la
hoja grabado: "La Asamblea Constituyente al Benemérito General
Belgrano" otorgándole el equivalente a 40.000 pesos los que rechazó, en
carta dirigida al soberano cuerpo el 31 de marzo de 1813 diciendo: "El
honor con que V.E. me favorece me empeña sobremanera a mayores esfuerzos y
sacrificios por la libertad de la patria... Ni la virtud ni los talentos tienen
precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos (...); nada hay más
despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la
confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el
dinero o las riquezas (...).
Es
propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi
patria, destinar los presados 40.000 pesos para la dotación de cuatro escuelas
de primeras letras".
Esta Batalla y el Año XIII, que hoy recordamos, fue uno de los más importantes de la Revolución. Así, a la inauguración de la Asamblea General Constituyente, siguieron los triunfos de San Lorenzo por San Martín y de Salta de manos de Belgrano, sellando desde ese momento el camino independentista y consagrando como líderes de la causa de Mayo a los dos máximos exponentes del ideal independentista, ya que como expresamos hace algunos años: "Ambos próceres nos dejaron un legado de liderazgo y patriotismo que debemos retomar y, sobre el valor de la amistad, la unión y concordia, construir una nueva Nación".
Esta Batalla y el Año XIII, que hoy recordamos, fue uno de los más importantes de la Revolución. Así, a la inauguración de la Asamblea General Constituyente, siguieron los triunfos de San Lorenzo por San Martín y de Salta de manos de Belgrano, sellando desde ese momento el camino independentista y consagrando como líderes de la causa de Mayo a los dos máximos exponentes del ideal independentista, ya que como expresamos hace algunos años: "Ambos próceres nos dejaron un legado de liderazgo y patriotismo que debemos retomar y, sobre el valor de la amistad, la unión y concordia, construir una nueva Nación".
Fuente: Web A.C.S.L.M.