El 6 de abril de 1852 entre el
general Justo José de Urquiza, los gobernadores de Buenos Aires y Corrientes y
el representante de la provincia de Santa Fe Domingo Crespo, se firma el
Protocolo de Palermo de San Benito, que inviste a Urquiza como representante en
las relaciones exteriores y en los negocios generales de la República. Se
resuelve hacer efectivo el Pacto Federal de 1831.
Recordando la historia y atento a la resistencia de Buenos Aires
a la autoridad de Urquiza; Una de las primeras decisiones de
Urquiza en Buenos Aires es el Protocolo de Palermo de San Benito.
Luego de la batalla de Caseros, su vencedor, Urquiza,
hizo inútiles esfuerzos por inspirar confianza en los porteños. En su proclama
dio a conocer sus propósitos pacifistas -no
hay vencedores ni vencidos- , propuso el olvido del pasado y la
necesidad de trabajar en bien y progreso del país; pidió concordia y tolerancia
a todos (1). Luego designó gobernador provisorio de la provincia al doctor
Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional y personaje vinculado al
pasado rosista. López formó su ministerio con nombres que resultaran aceptables
para los porteños: Valentín Alsina, Luis José de la Peña, Benjamín Gorostiaga,
Vicente Fidel López y el general Manuel Escalada.
Pero los esfuerzos de Urquiza y López y Planes fueron
estériles. El círculo que dominaba en ese momento la provincia de Buenos Aires
procuraba el fracaso de la organización federal emprendida por Urquiza. No
estaba dispuesto a resignar la autonomía del nuevo Estado provincial tras el
vacío de poder dejado por la caída de Rosas. Los hombres de gobierno porteños
pretendían heredar el poder de Rosas y retener sus fuentes históricas de poder
político y económico: la aduana y el banco. En este contexto, Urquiza pasaba a
ser un obstáculo. Incluso la idea de asesinar al gobernador entrerriano pasó
por las mentes de los políticos porteños. Julio Victorica, testigo clave de la
época por su cercanía a Urquiza -fue funcionario del ministerio de relaciones
exteriores de la
Confederación y secretario privado del general entrerriano
durante la década de 1860-, señalaba que, en los días de la batalla de Caseros,
el general en jefe de las fuerzas brasileñas había advertido al general Urquiza
acerca de una conspiración en su contra (2).
No obstante Urquiza continuó con su tarea
organizativa. El 6 de abril de 1852 reunió en Palermo a los gobernadores de
Buenos Aires, Corrientes, y al representante de Santa Fe, quienes, sumados a la
propia representación de Entre Ríos, acordaron en un protocolo lo siguiente:
“queda autorizado el expresado Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre Ríos,
General en Jefe del Ejército Aliado Libertador, Brigadier don Justo José de
Urquiza, para dirigir las Relaciones Exteriores de la República, hasta tanto
que, reunido el Congreso Nacional, se establezca definitivamente el Poder a
quien compete al ejercicio de este cargo” (3).
También se decidió la reunión de la Comisión Representativa
con sede en Santa Fe que ordenaba el Pacto Federal de 1831 y el envío de una
circular a las provincias haciendo conocer lo resuelto.
Pero las intrigas contra Urquiza no cesaron. Si bien
la comisión de negocios constitucionales de la Legislatura de la
provincia de Buenos Aires aprobó el proyecto presentado por el diputado
Francisco Pico respecto del nombramiento de Urquiza como encargado de las
relaciones exteriores, el presidente de dicha comisión, Dalmacio Vélez
Sársfield, aconsejó otorgar a Urquiza sólo un voto de gracias "por haber
libertado a Buenos Aires del tirano que la oprimía". Esta postura, que
daba a entender que los porteños consideraban finalizada la tarea del vencedor
de Caseros y no permitirían su intervención en los asuntos internos del Estado
porteño, fue aprobada por unanimidad y presentada ante Urquiza por los
comisionados Vélez Sársfield, Montes de Oca y Gamboa (4). Además, según
Victorica, se lanzaron acusaciones de que Urquiza se había pasado a los
porteños para instalar un gobierno unitario. Por otra parte, se le reprobaba al
vencedor de Caseros y a sus soldados que hubiesen entrado en la ciudad de
Buenos Aires y a la cabeza del ejército vencedor llevando poncho blanco y
sombrero de felpa (5).
Asimismo, ciertos actos impolíticos del general
Urquiza, tales como fusilamientos sin proceso y el restablecimiento del uso del
"cintillo punzó" contribuyeron a exacerbar la sensibilidad porteña en
contra del general entrerriano. Esta última decisión de Urquiza provocó un
movimiento de protesta, y dio motivo al ministro Alsina para dictar un decreto
el 15 de febrero, afirmando que el cintillo punzó que adornaba la frente de los
valientes que componían el ejército libertador no era un signo del odioso
sistema derribado, pero, para evitar malas interpretaciones, el gobierno hacía
saber que su uso no era obligatorio. Este decretó no cayó bien a Urquiza, que
el día 21 hizo pública una proclama imprudente que empeoró aún más la
situación. En ella afirmaba que sólo a la estrechez de miras de los unitarios
se había debido el fenómeno del omnímodo poder de Rosas, les echaba en cara el
fracaso de todas sus tentativas, en que habían "sucumbido sin honor",
y agregaba:
“Hoy mismo asoman la cabeza, y después de tantos
desengaños, de tantas lágrimas y sangre, se empeñan en hacerse acreedores al
renombre odioso de salvajes unitarios, y con inaudita impavidez, reclaman la
herencia de una revolución que no les pertenece, de una victoria en que no han
tenido parte, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia
comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición y anárquica
conducta” (6).
Con ello Urquiza no logró sino exaltar aún más los
ánimos y dio armas a los que estaban interesados en demostrar que el propósito
del general victorioso era humillar a los porteños. Por su parte, éstos no
olvidaban la pasada alianza entre Urquiza y Rosas, y temían que la delegación
de las relaciones exteriores al primero resultase en una reedición de la
dictadura rosista.
Fuentes:1. José S. Campobassi, Sarmiento y Mitre. Hombres de Mayo y Caseros, Buenos Aires, Losada.
2. Julio Victorica, Urquiza y Mitre. Contribución al estudio histórico de la organización nacional, Buenos Aires, Hyspamérica.
3. Texto del protocolo del 6 de abril de 1852 en Néstor Tomás Auza, Documentos para la enseñanza de la historia argentina, 1: (1852-1890), Buenos Aires, Pannedille, 1970.
4. Ver al respecto el trabajo de Haydée Gorostegui de Torres, La organización nacional, Colección Historia Argentina, volumen 4, Buenos Aires, Paidós, 1987.
5. J. Victorica, op. cit., p. 26.
6. Vicente F. López y emilio Vera Y González, Historia de la Rep. Argentina, tomo VI, Bs. As. Sopena, 1960.