E la nueva
Jerusalén, cuyas puertas están abiertas a todos los pueblos.
Padre
misericordioso,
ayúdanos
en nuestra debilidad,
para
que, al celebrar a la Madre
inmaculada de tu Hijo,
su
intercesión nos libre de todo pecado.
Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es
Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.