1812 – 24 Septiembre – 2012
A 200 años del gesto patriótico en la Batalla de Tucumán
La batalla de Tucumán tiene un significado especial en la causa de la Revolución, dado que
frenó la avanzada realista, y es el primer acto del triunfo argentino del
norte, del cual el segundo es la batalla de Salta. Más allá de la trascendencia
que tuvo la batalla librada en Tucumán el 24 de septiembre de 1812, desde el
punto de vista político, también es significativa desde el aspecto militar. Las
batallas de Tucumán y Salta, son las únicas de carácter campal dadas contra los
españoles en el territorio argentino. Y esto les da a esos triunfos un
significado singular. Nos referiremos a la batalla de Tucumán. Resulta de sumo
interés, el testimonio que aporta el general José María Paz en sus Memorias,
acerca de la retirada de Belgrano del norte, después de hacerse cargo de los
restos del ejército patrio derrotado en el Desaguadero. Belgrano se retiraba
desde Jujuy, en dirección a Tucumán, hacia fines de agosto de 1812. El ejército
contaba con sólo 1.500 hombres, casi desorganizado y desprovisto de todo. Por
detrás venía en su persecución, el general Tristán, destacado por Goyeneche con
un ejército español de más de 3000 hombres. A pesar que las avanzadas del
ejército realista venían picando peligrosamente la retaguardia del ejército
patriota, Belgrano se mantuvo sereno y valiente. Con su actitud logró que sus
soldados no cayeran en el pánico. En esas circunstancias adversas, era cuando
Belgrano mostraba su verdadera estatura moral. Según Paz: “jamás desesperó de
la salud de la patria, mirando con la más marcada aversión a los que opinaban
tristemente sobre ella”. El valor de Belgrano se reflejaba en su actitud: “era
siempre en el sentido de avanzar sobre el enemigo, de perseguirlo; o si era
éste el que avanzaba, de hacer alto y rechazarlo”. El triunfo premió a las
tropas patriotas en la acción de Las Piedras, el de septiembre de 1812, contra
las avanzadas realistas del coronel Huici. Es importante señalar que Belgrano
desobedeció la orden del Triunvirato que le ordenaba trasplantar a Córdoba la
fábrica de fusiles que funcionaba en Tucumán, y desmantelar, desguarnecer y
abandonar enteramente Tucumán, para establecerse en Córdoba, frente a la
avanzada realista. La desobediencia de Belgrano selló la suerte de nuestras
provincias del Norte, dado que obedecer las órdenes del Triunvirato, que sólo
atinaba a salvar la Capital
y su gobierno, hubieran significado la pérdida del norte argentino. Belgrano se
debió enfrentar a los enemigos realistas y a las órdenes del gobierno, que
actuaba de una manera egoísta. Con su actitud, Belgrano salvó la causa de la Revolución. Y éste
es el enorme mérito de esta batalla. Belgrano simuló tomar un camino que se
dirigía a Santiago del Estero, sin tocar en Tucumán. Así, el prócer se propuso
engañar a Tristán que creyó que Belgrano abandonaba Tucumán, con lo cual,
descuidó las más elementales precauciones de orden militar, dando lugar a la
captura en Trancas, de Huici. Belgrano se detuvo con sus tropas en La Encrucijada, lugar
cercano a la ciudad de Tucumán, y despachó para Tucumán a Juan Ramón Balcarce,
“dándole las más amplias facultades para promover la reunión de gente y armas y
estimular al vecindario a la defensa”. El vecindario tucumano respondió con
entusiasmo al pedido de Balcarce, y el Cabildo envió una diputación a Belgrano,
para persuadirlo a quedarse en Tucumán, y con todo el apoyo de este pueblo,
organizar la defensa y presentar combate al invasor. Belgrano consiguió que se
le otorgara dinero y gente en cantidad apreciable, por lo cual se dirigió a la
ciudad de Tucumán, decidido a enfrentarse con el enemigo. Belgrano contó con
doce días para organizar sus tropas. Su plan consistía, como dice Mitre en
“esperar al enemigo fuera de la ciudad, apoyando su espalda en ella”, y
después, “en caso de contraste, encerrarse en la plaza”. Para lo cual, cuenta
Paz que en ella “se fosearon las bocacalles y se colocó la artillería” que no
iba a llevarse a la acción. Los vecinos principales se ocuparon en alistar
gente de la campaña para engrosar el ejército, también reunieron caballadas y
proporcionaron reses para el mantenimiento de los defensores. Llegaron
contingentes reducidos de Catamarca y Santiago. Así se formaron los cuerpos de
caballería de las provincias del Norte, llamados Decididos. Muchos de estos
soldados tuvieron que improvisar hasta sus lanzas con cuchillos enastados en
palos y tacuaras. El ejército invasor tuvo que soportar el vacío y el silencio
que hallaron a lo largo del camino. Eran hostilizados por las partidas criollas
y el 23 de septiembre, el general Tristán, tuvo la máxima sorpresa, al avistar
la ciudad de Tucumán y advertir la presencia de Belgrano y su ejército en ella.
El 24 de septiembre se encontraron el ejército realista y el patriota en la
batalla de Tucumán, y a pesar de que el ejército realista contaba con 4000
hombres y el patriota con sólo 2000, la suerte sería favorable para los
patriotas. Según palabras de Paz, “es el de Tucumán uno de los combates más
difíciles de describirse, no obstante el corto número de los combatientes”.
Continúa: “Que la izquierda y centro enemigos fueron arrollados; nuestra
izquierda fue rechazada y perdió terreno en el desorden, en términos que el
comandante Superí estaba prisionero por una partida enemiga, que luego tuvo que
ceder a otra nuestra que la batió y lo represó. El enemigo, por consecuencia
del diverso resultado del combate en sus dos alas, se vio fraccionado, a lo que
se siguió una gran confusión”. Desde el punto de vista estrictamente militar,
la batalla se reduce a lo que refiere Paz. Porque lo que sigue, que acaba en
victoria, se debió a distintos factores: religiosos, populares, psicológicos,
naturales, etc. A mitad de la batalla, ocurrió algo sobrenatural que contribuyó
a desbandar las tropas realistas y a llenarlos de pánico. Fue un vasto huracán
que llegó furioso del sur. Según el relato de Marcelino de la Rosa, a quien se lo contaron
protagonistas de esta batalla: “El ruido horrísono que hacía el viento en los
bosques de la sierra y en los montes y árboles inmediatos, la densa nube de
polvo y una manga de langostas, que arrastraba, cubriendo el cielo y
oscureciendo el día, daban a la escena un aspecto terrífico”. Otro factor muy
importante, además del viento y de las langostas, fue la acción de la
caballería gaucha, tucumana en su mayor parte, del ala derecha. Esta llevó su
carga sobre el enemigo, de un modo formidable. La caballería enemiga de Tarija,
al verlos llegar, se asustó y huyó. Ni la infantería española pudo contenerlos:
pasaron por encima y, cuando se dio cuenta, los encontró a su retaguardia. La
caballería gaucha al llegar a los bagajes y las mulas enemigas, cargadas de oro
y de plata, se dispersaron y se dedicaron a despojar de todo esto a nuestros
enemigos. A pesar de las críticas de Paz, quizás esta actitud contribuyó a
acobardar al ejército enemigo y a hacerlo retirar, dándose por vencido. Después
del encuentro de los dos ejércitos, reinó la confusión. La infantería patriota
quedó dueña del campo de batalla, pero, viéndose sola, se replegó sobre la
ciudad., y entró en ella para acantonarse y preparar su defensa. Bajo el mando
del coronel Eustoquio Díaz Vélez, mientras Tristán con el resto de su ejército
llegó hasta la goteras de Tucumán, donde se estacionó como sitiándola.
Belgrano, acompañado del coronel Moldes y algunos soldados, fue hasta el
Rincón, sin saber los resultados de la acción. Paz va a ser quien se encuentre
con Belgrano y le informe que en la ciudad se encontraba fuerte toda su
infantería, con lo que Belgrano, conociendo el triunfo de la caballería
tucumana, supo de su triunfo. Tristán tuvo una actitud indecisa. Pero en la
tarde del 25, se convenció de que no tomaría la ciudad, y vio que era amenazado
de afuera por columnas patriotas que en torno a Belgrano se irían engrosando,
por lo que se dio por vencido y esa misma noche emprendió la retirada en
dirección a Salta. Según el historiador Vicente Fidel López esta batalla fue
“la más criolla de todas cuantas batallas se han dado en el territorio
argentino”. Y eso es para él, “lo que la hace digna de ser estudiada con esmero
por los oficiales aplicados a penetrar en las combinaciones con que cada país
puede y debe contribuir de lo propio a la resolución de los problemas de la
guerra”. Sobre su trascendencia, dijo Mitre: “Lo que hace más gloriosa esta
batalla fue no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su general,
cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución
americana. En Tucumán salvose no sólo la revolución argentina, sino que puede
decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la
independencia americana. Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del gobierno, se
retira (o si no se gana la batalla), las provincias del Norte se pierden para
siempre, como se perdió el Alto Perú para la República Argentina’’.
Fuente: MANUEL LIZONDO BORDA, Tucumán, la batalla del pueblo. “Manuel Belgrano,
los ideales de la
Patria.” Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano.