Breve reseña de la historia general de las relaciones exteriores
de la Republica
Argentina entre 1811 y 1833: Con la partida del personal
español de Puerto Soledad las islas quedaron nuevamente deshabitadas (1). Para
el historiador norteamericano J.C.J. Metford, durante los próximos diez años
las islas se convertirían en res nullius (2). Durante ese tiempo, las
Malvinas sólo fueron visitadas por buques balleneros de diversas nacionalidades
en búsqueda del refugio que ofrecía su recortada geografía costera. Recién en 1820 el gobierno de las Provincias
Unidas realizó una demostración de soberanía enviando a la fragata Heroína, al
mando del coronel Daniel Jewett (de origen norteamericano), a tomar posesión de
las islas. El 6 de noviembre de 1820, Jewett, desde Puerto Soledad (ex-Puerto
Louis), formalizó la posesión de las Malvinas en nombre del gobierno del Río de
la Plata (3).
El oficial actuando en nombre del gobierno de Buenos Aires ocupó las islas
invocando el principio de uti possidetis. Este principio, según lo
entendían los estados latinoamericanos a principios del siglo pasado, definía
la soberanía territorial en base a los antiguos límites administrativos
coloniales (4). Los juristas europeos y norteamericanos no aceptan, en general,
este principio. Para ellos el criterio de soberanía esta dado por la ocupación
efectiva del territorio (5). A partir de
la acción de Jewett, los buques extranjeros de la zona fueron informados que se
encontraban en territorio de las Provincias Unidas. Por lo tanto, estaba
prohibido pescar y cazar en las islas. En caso contrario, los infractores
serían enviados a Buenos Aires para ser juzgados (6). Según Perl, esta
declaración tiene implícito un problema: el límite sur del Virreinato del Río
de la Plata
nunca había sido especificado, por lo que los reclamos de dominio de las
Provincias Unidas hacia el sur corrían el peligro de convertirse en ilimitados
(7). Es importante señalar que la
noticia de la toma de posesión por la Argentina fue publicada tanto en España como en
los Estados Unidos en agosto de 1821. Este hecho no generó la protesta de Gran
Bretaña (8). En 1825 este país firmó un Tratado de Amistad, Comercio y
Navegación con las Provincias Unidas y a la vez reconoció su independencia, y
en ambos actos tampoco se hizo referencia alguna a la ocupación de las islas
por parte del estado sudamericano (9). En 1823, para reforzar la
soberanía, fue nombrado Pablo Areguati como gobernador (10). Al mismo tiempo,
el mismo gobierno concedió Jorge Pacheco y a su socio Luis Vernet (francés
naturalizado argentino) el derecho a explotar ganado vacuno y pesca en la Isla Soledad (11). Un
primer intento de Pacheco por establecerse en las islas fracasó. El segundo
intento, realizado personalmente por Vernet, tuvo éxito en 1826 (12). De modo
que hasta esta fecha no había existido un establecimiento de las Provincias
Unidas en las islas. Poco más tarde, a
principios de 1828, a
raíz de un informe enviado a Buenos Aires por Vernet, el gobierno de Buenos
Aires le concedió el derecho exclusivo de pesca en las aguas adyacentes y
amplió la concesión de Pacheco (13). La colonia fue declarada libre de tributos
excepto para el mantenimiento de las autoridades locales (14). El 10 de junio de 1829, Vernet fue nombrado
con el cargo de Primer Comandante Político y Militar de las islas. El texto del
decreto es importante porque en él se exponen claramente los presupuestos del
gobierno del Río de la Plata
que justifican la posesión del archipiélago:
Cuando por la gloriosa
revolución del 25 de mayo de 1810 se separaron estas provincias de la
dominación de la Metrópoli,
la España
tenía una posesión material en las islas Malvinas, y de todas las demás que
rodean al Cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de
Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho del
primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas
de Europa y por la cercanía de estas islas al Continente que formaba el
Virreynato de Buenos Aires, de cuyo Gobierno dependían. Por esta razón, habiendo
entrado el Gobierno de la
República en la sucesión de todos los derechos que tenía
sobre estas Provincias la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha
seguido ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas a
pesar de que las circunstancias no han permitido ahora dar a aquella parte del
territorio de la República,
la atención y cuidados que su importancia exige, pero siendo necesario no
demorar por más tiempo las medidas que pueden poner a cubierto los derechos de la República, haciéndole al
mismo tiempo gozar de las ventajas que pueden dar los productos de aquellas
islas, y asegurando la protección debida a su población; el Gobierno ha
acordado y decreta:
Artículo 1°: Las islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República... (15)
Artículo 1°: Las islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República... (15)
Resumiendo, la Argentina fundamentaba
sus derechos en cuatro puntos, a saber, que España poseía las islas
previamente, que esta posesión había quedado justificada por el derecho de
ocupación, que las principales potencias marítimas así lo habían reconocido, y
finalmente, que las islas en cuestión se hallaban próximas al territorio del
antiguo virreinato (16). Por este acto, Vernet se había convertido en
funcionario de un estado encargado de hacer cumplir las leyes del país.
Paradójicamente, al mismo tiempo que el gobierno argentino nombraba a Vernet gobernador, en las islas Británicas otros ingleses habían comenzado a interesarse nuevamente por las Malvinas. Según Ferns, en julio de 1829 un ciudadano inglés llamado Beckington envió una carta al Primer Ministro, Lord Aberdeen. En ella solicitaba al gobierno de Su Majestad que estableciera una colonia en las islas (17). A los argumentos estratégicos tradicionales se le agregaron otros (18). Una vez más, se señalaba la gran importancia de éstas "para fortalecer el poder naval británico". Además "ofrecían una base que permitiría eliminar las actividades de corsarios y piratas". Finalmente, "facilitaría la pesca de la ballena". A ello, un teniente de la Royal Navy agregó, "la ventajosa posición de las islas Malvinas para acrecentar el tráfico marítimo australiano (19)".
Ante el nombramiento de Vernet, el gobierno de Su Majestad reaccionó (20). Lord Aberdeen inmediatamente ordenó a Woodbine Parish, cónsul general británico, protestar ante el gobierno de Buenos Aires y para ello envió cuidadosas instrucciones. La protesta debía sustentarse en que las acciones del gobierno de Buenos Aires habían sido "cumplidas sin referencia a la validez de las pretensiones que Su Majestad constantemente afirmó a la soberanía de las islas (21)". Dichas instrucciones incluyen, también, los verdaderos motivos de la decisión:
Paradójicamente, al mismo tiempo que el gobierno argentino nombraba a Vernet gobernador, en las islas Británicas otros ingleses habían comenzado a interesarse nuevamente por las Malvinas. Según Ferns, en julio de 1829 un ciudadano inglés llamado Beckington envió una carta al Primer Ministro, Lord Aberdeen. En ella solicitaba al gobierno de Su Majestad que estableciera una colonia en las islas (17). A los argumentos estratégicos tradicionales se le agregaron otros (18). Una vez más, se señalaba la gran importancia de éstas "para fortalecer el poder naval británico". Además "ofrecían una base que permitiría eliminar las actividades de corsarios y piratas". Finalmente, "facilitaría la pesca de la ballena". A ello, un teniente de la Royal Navy agregó, "la ventajosa posición de las islas Malvinas para acrecentar el tráfico marítimo australiano (19)".
Ante el nombramiento de Vernet, el gobierno de Su Majestad reaccionó (20). Lord Aberdeen inmediatamente ordenó a Woodbine Parish, cónsul general británico, protestar ante el gobierno de Buenos Aires y para ello envió cuidadosas instrucciones. La protesta debía sustentarse en que las acciones del gobierno de Buenos Aires habían sido "cumplidas sin referencia a la validez de las pretensiones que Su Majestad constantemente afirmó a la soberanía de las islas (21)". Dichas instrucciones incluyen, también, los verdaderos motivos de la decisión:
El Gobierno inglés se dá
cuenta de la importancia creciente de éstas las islas; los cambios políticos
ocurridos en Sud América y la naturaleza de nuestras relaciones con los
diversos Estados de que se compone, unido a nuestro extenso comercio en el
Océano Pacífico, hacen altamente deseable la posesión de algún punto seguro
donde nuestros buques puedan abastecerse y, si es necesario, carenarse. En la
posibilidad de hallarnos empeñados en una guerra en el Hemisferio Occidental,
tal estación sería casi indispensable para poder continuarla con éxito...
(22)"
La protesta formal contra la ocupación argentina
de las Malvinas fue finalmente elevada por Parish al ministro de relaciones
exteriores Guido el 19 de noviembre de 1831. Según resume Goebel el documento,
las Provincias Unidas asumieron "una autoridad incompatible con los
derechos de soberanía de su Majestad Británica sobre las islas Falkland".
Más aún, "estos derechos no habían sido invalidados por la evacuación de
las fuerzas de su Majestad en 1774, dado que esta medida se había tomado a los
efectos de generar economías, cuando se efectuó la evacuación se habían dejado
marcas de posesión, y se habían observado todas las formalidades que indicaban
los derechos de propiedad, así como la intención de reanudar la ocupación (23)".
En el momento del reclamo británico la caza de focas había alcanzado un
grado tal de depredación que Vernet a partir del 30 de agosto de 1829 comenzó a
comunicarles a los capitanes de los buques pesqueros en el área las nuevas
disposiciones por medio de una circular (24). Es importante recordar que se le
había otorgado a Vernet el derecho exclusivo de la caza de focas, por lo que
una disminución en las loberías afectaba directamente sus intereses. Por este
motivo, las actividades debían cesar de inmediato bajo amenaza de ser apresados
y enviados a Buenos Aires para ser juzgados. Se dice que los pesqueros
extranjeros parecían no tomar el aviso seriamente. Bajo estas circunstancias,
se produce la captura de tres buques pesqueros norteamericanos, Harriet,
Superior y Breakwater, por parte de las autoridades argentinas en las
islas (25). Este incidente ha cobrado gran importancia histórica porque
el proceso culmina con la ocupación británica de las islas (26). Finalmente,
sólo el primero fue enviado a Buenos Aires junto con los documentos probatorios
necesarios para el juicio. En él también se embarcó Luis Vernet y su familia.
El Harriet arribó a Buenos Aires el 19 de noviembre de 1831. Dos días
después, el cónsul de los Estados Unidos, George W. Slacum, presentó un reclamo
al gobierno argentino por la captura y detención de las naves norteamericanas
(27). Desde el inicio de la crisis, los Estados Unidos sostuvieron como ejes
principales de su reclamo, primero, no reconocer a Vernet como funcionario del
gobierno argentino, por lo que sus acciones fueron calificadas como meros actos
de piratería. En segundo término, reivindicaron la libertad de acción de las
naves pesqueras de ese país en todo el Atlántico Sur, desconociendo soberanía y
derechos exclusivos de pesca como los acordados entre España y Gran Bretaña,
con exclusión de otras naciones (28). Existe en algunos estudiosos de ese período
una tendencia a enfatizar que el agravamiento del conflicto entre ambos estados
americanos se debió más a los rasgos de personalidad e impericia de los
representantes norteamericanos y a las características de la diplomacia
inaugurada por el presidente de ese país, Andrew Jackson, que a la naturaleza
misma del hecho. Es decir, que se debió más a un problema de actitudes que de principios
(29). Así, Goebel califica a Slacum como "una persona sin experiencia
diplomática y absolutamente sin tacto o juicio (30)". El historiador
inglés, H. S. Ferns secunda la opinión anterior caracterizando al estilo de
Slacum como el producto de la creencia que "el elemento esencial de la
diplomacia era afirmar, en el lenguaje más destemplado posible, los derechos,
naturales y evidentes por sí mismos, del pueblo de los Estados Unidos a cazar y
pescar donde quisieran (31)". En nuestra opinión, Metford presenta una
visión más precisa de la naturaleza del problema, "lamentablemente para
Vernet, los asuntos de los Estados Unidos en Buenos Aires estaban en manos de
...Slacum, quien estaba indignado ante la visión de naves de los Estados Unidos
bajo arresto por fuerzas de un gobierno por el cual parecía tener poco
respeto (32)". Más adelante veremos en las opiniones del
cónsul a que se refiere Metford con "poco respeto". El texto del reclamo del cónsul se basaba en
las declaraciones del capitán del Harriet, Gilbert Davison. Slacum se
mostró consternado por el hecho de que un buque norteamericano dedicado al
comercio pacífico fuera capturado y preguntaba al gobierno de Buenos Aires si
éste tenía intenciones de reconocer dicha captura (33). Al mismo tiempo, el cónsul,
informaba al Departamento de Estado de su país (34). Cuatro días mas tarde, el
ministro de relaciones exteriores, Tomás de Anchorena, le respondió que el
asunto era estudiado por el Ministerio de Guerra y Marina y que posteriormente
sería elevado para su consideración del Gobierno (35). Slacum no se sintió
satisfecho con la respuesta de Anchorena e insistió en que la nota era una
protesta formal (36). La respuesta de Anchorena fue que la investigación estaba
en curso. Además no reconoció a Slacum con capacidad o poderes para tratar los
asuntos concernientes a ambos gobiernos (37). Goebel califica la repuesta como
fría (38). Para Slacum esta fue una respuesta insatisfactoria y tomó contacto
inmediatamente con el capitán Silas Duncan de la corbeta U.S.S. Lexington,
presente en el puerto de Buenos Aires, y juntos acordaron proteger los
intereses de los ciudadanos norteamericanos dedicados a la pesca y posibilitar
la continuación de sus actividades comerciales. El cónsul norteamericano
informó al gobierno argentino que la corbeta navegaría hacia las Malvinas el
día 9 de diciembre si la propiedad de su país no era restituida (39). Goebel
califica a la nota del diplomático norteamericano como "desmedida" e
"insultante (40)". Este ultimátum es considerado por aquel como el
pico de la indiscreción del norteamericano (41). A ello se le agrega el
comportamiento del Capitán Duncan, quien fuera de los canales de la diplomacia
tradicional, exigió la rendición inmediata de Vernet para ser enjuiciado como
ladrón y pirata (42). La situación entre
los Estados Unidos y el gobierno de Buenos Aires llevó al acercamiento entre el
cónsul norteamericano con el representante de Gran Bretaña. El cónsul inglés,
Parish, se reunión con Slacum y le informó que las Provincias Unidas no tenían
derechos sobre las islas y que Gran Bretaña nunca había renunciado a sus
derechos sobre las mismas (43). De acuerdo con Goebel, esta información tuvo el
efecto de endurecer la posición del norteamericano (44). El cónsul Slacum negó
la existencia del decreto de nombramiento de Vernet y aconseja a su gobierno la
conveniencia de "aumentar inmediatamente nuestras fuerzas navales en este
Río [de la Plata
(45)]". El 28 de diciembre de 1831, enarbolando bandera francesa,
la corbeta Lexington arribó a Puerto Soledad. Una partida desembarcó y
destruyó el asentamiento, tomando prisioneros a la mayoría de sus habitantes.
El día 8 de febrero de 1832 el buque norteamericano arribó al puerto de
Montevideo con seis de los prisioneros engrillados y otros en calidad de
pasajeros. Todos fueron luego liberados en el puerto. Antes de abandonar las
islas, Duncan había declarado a éstas libres de todo gobierno (res nullius).
La noticia de las acciones de Duncan en las Malvinas produjo indignación
en el gobierno de Buenos Aires, quien respondió a través de una proclama
pública del 14 de febrero de 1832 que el gobierno se comprometía encontrar una
satisfacción ante tal acto (46). Al mismo tiempo, el gobierno de Buenos Aires
protestó ante el cónsul norteamericano Slacum, solicitando que éste fuera
reemplazado y suspendió nuevos contactos con él (47). En las cartas siguientes, Slacum expone al
Secretario Livingstone otra prueba que, en su opinión, muestra la debilidad de
los títulos argentinos. Esta es la decisión de Vernet de no capturar naves de
bandera británica, dado que el gobernador no se sentía lo suficientemente
seguro de apresar buques del mismo país con que se disputaba el territorio
(48). En una segunda carta su lenguaje se vuelve más crítico respecto de los reclamos
de las Provincias Unidas y parece condenarlas a no poseer el territorio en
litigio basándose en las características despóticas de la nueva nación (49).
Con respecto al cambio de representante norteamericano, Gustafson, sostiene que
"si el gobierno [argentino] esperaba un tratamiento mejor por parte de
otro funcionario norteamericano, estaba equivocado (50)". En su mensaje
anual del 6 de diciembre de 1831, el presidente, Jackson, mencionó el incidente
de la captura del Harriet, calificándolo de pirático, perpetrado por
un grupo que "pretendió" responder a la autoridad de Buenos Aires. La
versión de lo sucedido había llegado al presidente a través del relato de la
tripulación de uno de los pesqueros que participaron del incidente, el Breakwater.
En esas circunstancias, el presidente instó al Congreso a preparar una fuerza
naval para proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos en mares
del sur (51). Para ese entonces, el gobierno de los Estados Unidos envió
un nuevo representante al Río de la Plata. Francis Baylies fue encargado de asegurar
la aceptación de la libre navegación y pesca en las aguas circundantes y el uso
de las facilidades, refugio y protección que las islas pudieran brindar por
parte del gobierno argentino. En este caso, para Goebel, el nuevo diplomático
tampoco "era temperamentalmente adecuado" para llevar adelante las
negociaciones (52). La gestión de Baylies agravó los errores de Slacum,
"cuando intentó hacer admitir a[l ministro] Maza que el gobernador Vernet
era un pirata (53)". Sin embargo, en una carta "private &
confidential" al Secretario Livingston, Baylies reconoce la existencia del
decreto, conferido por el gobierno de Lavalle por intermediación del General
Mansilla (54). De gran interés es que en la misma misiva evalúa las
características del gobierno y habitantes de la argentina. Es importante
transcribir el párrafo completo:
Señor, es una verdad y una
tristeza que la gente de estas regiones no tiene idea de ese sentimiento que
nosotros llamamos amor al país- la tarea de gobierno es un trabajo y sus cargos
son considerados como una clase de empleo para enriquecerse- una suerte de
licencia para recibir sobornos. No hay ni consistencia, ni estabilidad, o
libertad en esa República Argentina- Las revoluciones de esta gente
son insurgencias- su saber son la chicanería y el engaño (chicanery and trick)-
su patriotismo una jactancia, su libertad una farsa- una tribu de Indios
bien organizada tiene mejores nociones de ley nacional, derechos populares y
política interna (55).
En la visión de este diplomático, en esa época,
los argentinos eran considerados inferiores a una tribu de indios
norteamericanos en cuanto al conocimiento de la ley, derechos y principios de
política. Finalmente, sostiene que sus opiniones no están basadas en prejuicios
sino que son secundadas por el "Señor Fox [representante inglés], por cada
francés inteligente y aún por el representante del Brasil quienes [según el
norteamericano] califican a los miembros del Gobierno como ¡bárbaros
(56)!". Como era de esperarse, su gestión culminó con la ruptura de las
relaciones diplomáticas entre ambos países durante los siguientes once años
(57). De acuerdo con Gustafson, durante
todo este período la
Argentina trató de ejercer soberanía sobre las islas al mismo
tiempo que estaba organizando su vida política. A diferencia de los juicios
vertidos por los representantes norteamericanos, para él, la existencia de
"anarquía en áreas remotas durante el período formativo de un país no
necesariamente conduce a la pérdida de soberanía nacional" y por lo tanto,
"las Malvinas no eran indiscutidamente res nullius luego del
incidente del Lexington (58)". Según Ferns, el
representante de los Estados Unidos comunicó a Henry Fox, nuevo representante
británico en Buenos Aires, que su gobierno "estaba dispuesto a reconocer
la soberanía británica" a cambio del reconocimiento de derechos de libre
pesca (59). Entre tanto, el gobierno de Buenos Aires nombró como nuevo
gobernador de las Malvinas al Mayor Esteban Mestivier, con el objeto de
establecer una colonia penal (60). Éste, acompañado por 25 soldados, viajó en
la goleta Sarandí y se hizo cargo del gobierno de las Malvinas el día
15 de noviembre de 1832. Nueve días después, la misma nave, al mando de José
María Pinedo, partió para realizar un viaje de inspección por los mares y
costas de la región. El nombramiento de un nuevo gobernador y el envío de un
buque armado a las islas fue calificado por el representante de Estados Unidos
no sólo como un acto "ineficaz" sino también considerado como una
"negación directa" de los reclamos de Gran Bretaña (61). La
caracterización de "ineficaz" no puede sorprender, ya que en
diciembre se había producido en Puerto Soledad un levantamiento de los soldados
que había culminado con el asesinato del gobernador Mestivier. La nave
argentina, al regresar a Puerto Soledad, puso fin a la sublevación. Por otra
parte, Baylies también conjeturaba que esta medida obligaría a Gran Bretaña a
actuar decisivamente dado que ésta "no podrá renunciar a un derecho de carácter
tan elevado y tan bien fundado como el suyo en favor de esta pequeña
(petty) nación [Argentina] para que sea utilizada con fines de piratería
(62)". El juicio de Baylies era tan rotundo que ya vuelto a los
Estados Unidos predice que "cualquier colonia que emanare de Buenos Aires
y se establezca en las Falklands, se convertirá inevitablemente en pirata
(63)". Según algunos comentaristas, hacia fines del año 1832 la
situación fue considerada como propicia por los ingleses para restablecer su
dominio sobre las islas (64). En agosto de 1832 el Almirantazgo británico
solicitó al Foreign Office enviar al almirante de la zona sudamericana, con el
fin de ejercer el derecho de soberanía de la corona sobre las islas. El Primer
Ministro Palmerston aceptó (65). Gran Bretaña buscaba reafirmar un derecho que,
según su interpretación, estaba claramente establecido. Gustafson señala al
proceso como "fluido", en donde el problema residía, en ese momento,
en que "las islas no eran res nullius, sino que no estaban claramente
reconocidas por la comunidad internacional como bajo la soberanía de un estado
(66)". Esta situación fluida ayudaría a los ingleses. El 20 de diciembre
de 1832 arribó a Puerto Egmont la corbeta Clio y más tarde se le
uniría el buque de Tyne (67). Según Goebel, el capitán del
primero, Comandante Onslow, además de fijar un aviso de posesión, intentó
reparar las ruinas del viejo fuerte (68). Más tarde, el 2 de enero del año
siguiente, la corbeta ancló frente a Puerto Soledad. El comandante Onslow informó
a Pinedo que había arribado para ejercer los derechos de soberanía sobre las
islas en nombre de Su Majestad Británica. Según una orden escrita, Pinedo
debería arriar la bandera argentina al día siguiente y reemplazarla por la
inglesa (69). Al no cumplirla, los británicos lo hicieron por él. Finalmente el
día 5 de enero de 1833, Pinedo y unos cuantos habitantes abandonaron las islas
a bordo de la nave Sarandí (70).
Sin embargo, dado la importancia de este evento,
creemos que es oportuno citar en detalle y comparar dos relatos sobre lo que
aconteció. En primer lugar presentaremos el punto de vista argentino en lo que
se considera una precisa versión:
Como correspondía, Pinedo
mandó a uno de sus oficiales en visita de cortesía a la nave inglesa y a cambio
recibió una intimación para arriar el pabellón argentino y desocupar las islas,
no había estado de guerra.
Pinedo, en un primer momento, reaccionó como correspondía. La situación que enfrentaba era difícil; su buque era muy inferior desde el punto de vista bélico, al inglés, aunque podía hacer una defensa honrosa por algún tiempo, pero tenía otros inconvenientes. La gente que tenía a su bordo [Sarandí] era en su mayoría inglesa y solamente unos pocos eran criollos. El segundo de a bordo, el teniente Elliot, era estadounidense. Consultó a todos, los ingleses manifestaron que cumplirían con su deber; el práctico que se desempeñaría como tal, pero no combatiría. Los cinco grumetes... dijeron que combatirían y la tripulación, que era de unos 80 hombres, manifestó que seguirían las órdenes que se le dieran.
Empezó entonces Pinedo a ejecutar su plan [de defensa]...le dió armas para los 18 soldados que estaban en la guarnición de tierra y se dispuso a cumplir sus instrucciones...Pero a medida que pasaba el tiempo, la fe de Pinedo fue decayendo.
A las 9 de la mañana del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil que traían la bandera inglesa luego arriaron la nuestra, la plegaron pulcramente y se la enviaron a Pinedo para que se la llevase. El 5 de enero Pinedo, con unos cuantos habitantes a bordo, abandonó las islas y puso proa a Buenos Aires (71).
Pinedo, en un primer momento, reaccionó como correspondía. La situación que enfrentaba era difícil; su buque era muy inferior desde el punto de vista bélico, al inglés, aunque podía hacer una defensa honrosa por algún tiempo, pero tenía otros inconvenientes. La gente que tenía a su bordo [Sarandí] era en su mayoría inglesa y solamente unos pocos eran criollos. El segundo de a bordo, el teniente Elliot, era estadounidense. Consultó a todos, los ingleses manifestaron que cumplirían con su deber; el práctico que se desempeñaría como tal, pero no combatiría. Los cinco grumetes... dijeron que combatirían y la tripulación, que era de unos 80 hombres, manifestó que seguirían las órdenes que se le dieran.
Empezó entonces Pinedo a ejecutar su plan [de defensa]...le dió armas para los 18 soldados que estaban en la guarnición de tierra y se dispuso a cumplir sus instrucciones...Pero a medida que pasaba el tiempo, la fe de Pinedo fue decayendo.
A las 9 de la mañana del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil que traían la bandera inglesa luego arriaron la nuestra, la plegaron pulcramente y se la enviaron a Pinedo para que se la llevase. El 5 de enero Pinedo, con unos cuantos habitantes a bordo, abandonó las islas y puso proa a Buenos Aires (71).
El punto de vista inglés será presentado en el
relato de un participante, el propio comandante Onslow, que informó a sus
superiores el 19 de enero de 1833:
LLegué [a Puerto Soledad] el 2
de enero de 1833, y encontré un destacamento bajo bandera de Buenos Aires, con
veinticuatro soldados, y también una goleta nacional de guerra [la Sarandí] bajo la
misma bandera. Presenté mis respetos al comandante de la goleta [Pinedo], quien
me informó que era el comandante en tierra y mar. Le informé cortésmente el
objeto de mi misión, le pedí que embarcara sus fuerzas y que arriara su
bandera, ya que él estaba en una posesión que pertenecía a la Corona de Gran Bretaña. Al
principio él asintió, a condición de que yo pusiera lo mismo por escrito, lo
que hice, meramente manifestando lo que había comunicado verbalmente, viz., que
venía a estas islas a ejercer el derecho de soberanía sobre ellas, y decliné
cualquier posterior comunicación escrita sobre el tema. En la misma mañana del
tres, a las 5 a.m.,
él me visitó, para pedirme le permitiera dejar flameando la bandera de Buenos
Aires en tierra hasta el Sábado 5, día en que finalmente se iría llevando
consigo la fuerza y a los colonos que expresaron el deseo de dejar la Isla. Le dije que su
pedido era inadmisible, y que debía cosiderar que estaba en un puerto que
pertenecía a Gran Bretaña. Viendo que vacilaba, y que era reacio a quitar la
bandera, inmediatamente desembarqué, icé la bandera nacional, y ordené que se
bajara la otra enviándola con un mensaje cortés a la goleta nacional (72).
Se observa que ambos textos se complementan. Se
ve que, entre los participantes, hubo intercambio de cortesías. Por supuesto que
en este caso, los británicos se hallaban respaldados por una potencia de fuego
decisiva. Cuando el gobierno argentino supo de lo acontecido en las
islas, el ministro de relaciones exteriores Maza citó a su despacho al
representante británico, quien nada sabía aún. Según aquel, "el gobierno
de Buenos Aires no podía ver en ellos sino un gratuito ejercicio del
derecho del más fuerte...para humillar y rebajar a un pueblo inerme e infante
(73)". Según Metford, Gran Bretaña justificó sus acciones en base a
tres argumentos: 1. ella continuaba con la jurisdicción que habían ejercido
durante el siglo XVIII; 2. que nunca había reconocido derecho alguno del
gobierno de Buenos Aires a los nombramientos de Vernet y Mestivier; 3. las
islas se habían convertido en res nullius, bajo ninguna autoridad,
tanto por el abandono de la islas en 1811, como por la destrucción del
asentamiento de Vernet por los norteamericanos en 1831. En consecuencia, ello permitía
la ocupación por parte de cualquier poder que pudiera sostenerla (74).
A partir del 17 de junio de 1833 se estableció el patrón de discusiones
diplomáticas entre ambas países para los años sucesivos. En esa fecha, Manuel
Moreno, representante argentino ante el gobierno inglés, presentó la protesta
de su gobierno en la forma de un largo documento escrito tanto en inglés como
en francés (75). Principalmente, la "Protesta", como se la conoce,
desarrolla los fundamentos ya expuestos en el controvertido decreto de
nombramiento de Vernet del 10 de junio de 1829. Las Provincias Unidas del Río
de la Plata,
como comunidad política independiente, reconocida por Gran Bretaña y otros
estados, sucedió a España en los derechos territoriales de ésta en esa
jurisdicción. Las Malvinas habían sido claramente patrimonio de la Corona española. Por lo
tanto, dado que la soberanía española sobre las islas había cesado por la
independencia de sus territorios en América, Gran Bretaña no tenía derecho a
reclamo alguno, "por derechos ya extinguidos (76)". La respuesta
británica tardó en llegar. Seis meses más tarde, 8 de enero de 1834 Palmerston
le respondió a Moreno. En lo fundamental, el ministro inglés reitera que los
derechos de Su Majestad Británica nunca se extinguieron, porque su Majestad
Católica había restablecido el asentamiento inglés en 1771 y que al abandonar
Puerto Egmont, por causas de austeridad, se habían dejado señales de la
pertenencia a la
Corona Británica (77). A partir de los hechos y de las
opiniones de los actores resulta fácil visualizar esta circunstancia como una
en la que un país en formación reclamaba como propio un territorio cuya
situación aún no se había resuelto plenamente. Gran Bretaña y España se habían
enfrentado por las islas en el siglo anterior, aunque la primera no consideró
que valieran una guerra. Con la desaparición de España de la escena y su
reemplazo por un estado en formación y por lo tanto frágil, con títulos
débiles, y contando con el apoyo de los Estados Unidos, fue sencillo reclamar
nuevamente el territorio para si, sin arriesgarse a un enfrentamiento serio.
Así, "el título fue transferido a Gran Bretaña porque ésta conquistó las
islas y ha mantenido sin interrupción su control sobre ellas (78)".
Con respecto al desarrollo de éstos acontecimiento, algunos autores, como
Gustafson, agregan que, históricamente se critica a los Estados Unidos por no
haber aplicado la
Doctrina Monroe frente a la acción británica de enero de
1833. Sin embargo, la inacción norteamericana parece demostrar que éste país
consideraba al territorio de las islas no como una nueva colonia (79). Para
Metford, esto demostraría también que los Estados Unidos nunca tomó en serio
los reclamos argentinos (80). Los analistas norteamericanos también sostienen
que los Estados Unidos considera a la doctrina Monroe como una declaración de política
a la que puede renunciar unilateralmente (81). Otras explicaciones de índole
más pragmática pueden ser, por una parte, que el interés vital de los Estados
Unidos al enunciar dicha política estaba en la parte norte de hemisferio y, por
otra, el poder de disuasión que poseía la Royal Navy (82).
Notas:
1.
Goebel, 433. Para
Caillet-Bois, los ingleses no actuaron ante tal situación porque su política
buscaba mediar entre españoles y americanos, "siempre que se les
permitiese comerciar con toda libertad". En esta actividad esperaban
obtener grandes beneficios. Por lo tanto, una ocupación inglesa habría tenido
un efecto negativo en la relación con España y por ende en el comercio (179).
2.
Metford, xvii.
3.
Goebel, 434. Para
una descripción detallada de las acciones de Jewett en las Islas Malvinas ver
Caillet-Bois, 181-183.
4.
Gustafson, 21.
Perl explica que este principio no requiere de ocupación previa como base de la
soberanía y lo caracteriza como una expresión de deseos por parte de los
estados que los sostienen (16).
5.
Perl, 17.
6.
Goebel, 434. La
comunicación de Jewett a las naves extranjeras recaladas en las islas decía en
una de sus partes: "Señor, tengo el honor de informarle que he llegado a
este puerto comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud
América para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas
pertenecen por la Ley
Natural" (Destefani, 77) Entendemos que esto último se
refiere al traspaso de soberanía territorial del Virreinato del Río de la Plata al nuevo estado.
7.
Perl, 17.
8.
Destefani, 79.
9.
Gustafson, 22 y
Metford, xiv.
10.
Caillet-Bois
sostiene que Areguati fue nombrado por pedido de Jorge Pacheco y no por
iniciativa de las autoridades bonaerenses (196).
11.
Goebel, 434. Para
los detalles del ofrecimiento del contrato por parte del gobierno de Buenos
Aires a Pacheco ver Caillet-Bois, 192-194.
12.
A pesar de que la
conformación del grupo de colonos era muy heterogénea tanto racialmente como de
nacionalidad, el historiador inglés H.S. Ferns sostiene que "legalmente
los colonos obraban bajo la protección del Estado, la Argentina, que más había
hecho (y esto era muy poco) por afirmar su autoridad en las islas" (Ferns,
231).
13.
Goebel, 435.
14.
Ibid., 436.
15.
Destefani, 80-81,
énfasis agregado.
16.
Goebel, 437.
17.
Para Beckington,
lo importante era que Gran Bretaña "se posesionará de un puesto solitario
en la parte más meridional de los territorios que en Sud América pertenecían a
España y que bordean el Atlántico, región no habitada por españoles". Por
cierto que el argumento no era novedoso (Beckington a Peel, 11 de julio de
1829, citado por Caillet-Bois, 304).
18.
Para una temprana
presentación del valor estratégico de las islas ver la nota que Lord Egmont
dirige al Duque de Grafton el 20 de julio de 1765.(Goebel, 236)
19.
Ferns, 232.
20.
La Foreign Office y la Colonial Office redactaron sendos informes sobre
la historia de las islas y los presentaron al abogado del Rey, Herbert Jenner,
para que elaborara los fundamentos legales que justificaran la ocupación de las
mismas. En opinión de Caillet-Bois, los fundamentos elaborados eran deleznables
y parciales (307/8).
21.
Carta de Aberdeen
a Parish de 8 de agosto de 1829 en Ferns, 232.
22.
Idem. en
Caillet-Bois, 313.
23.
Goebel, 442. Para
el texto completo ver carta de Fox a Baylies, 4 de julio de 1832 en Manning,
109 fn.2.
24.
Ver el texto en
Destefani, 87. Para un testimonio sobre la entrega de la circular ver Slacum a
Livingston, 23 de noviembre de 1831, fn. 2., en Manning, 66.
25.
Goebel, 438
26.
Según algunos,
como el español Barcia Trelles, este evento fue crucial para que
"Inglaterra, con la garantía, aún más que de la abstención, de la
complacencia norteamericana, se decidiese a realizar los actos que habían de
plantear el pleito malvino" (84).
27.
Estados Unidos
había reconocido la independencia de la Argentina en 1823. Slacum se desempeñaba
oficialmente como cónsul norteamericano desde 1824, pero ante el fallecimiento
del encargado de negocios, John Forbes, este se hizo cargo de la legación sin
instrucciones específicas o autorización (Manning, 65 fn.1). Por su parte, la Argentina no contaba con
representante en los Estados Unidos desde 1826.
28.
Ver tema en
Goebel, 448-449.
29.
En este sentido,
Goebel critica a la diplomacia del Presidente Jackson como "característica
del hombre y de la tradición de la diplomacia del insulto hacia Sudamérica
iniciada por su administración...Más que ninguna otra persona, fue, quizás,
Jackson responsable de sustituir por una atmósfera de sospecha e inquina los
sentimientos previos de amistad y buena voluntad fomentada por el gobierno
norteamericano "(446).
30.
Goebel, 439.
31.
Ferns, 233.
32.
Metford XX,
énfasis agregado.
33.
Goebel, 440 y
Slacum a Tomás de Anchorena, 21 de noviembre de 1831 en Manning, 65.
34.
Slacum a Edward
Livingston, Secretario de Estado de los Estados Unidos, 23 de noviembre de 1831
en ibid. 66-70.
35.
Tomás de Anchorena
a Slacum, 25 de noviembre de 1831 en ibid., 70.
36.
Slacum a
Anchorena, 26 de noviembre de 1831 en ibid., 71.
37.
Anchorena a
Slacum, 3 de diciembre de 1831 en ibid., 72-73.
38.
Goebel, 441.
39.
Slacum a
Anchorena, 6 de diciembre de 1831 en Manning, 73-75.
40.
Goebel, 441.
41.
Ibid. 442.
42.
Ibid. 442 y Slacum a Livingstone, 20 de diciembre de 1831
en Manning, 87.
43.
"El ministro
británico...me informó que su Gobierno al protestar no tenía otro objetivo en
vista...que mantener vivo un derecho, a ser tomado cuando se lo considerara conveniente"
(Slacum a Livingston, 20 de diciembre de 1831 en Manning, 86).
44.
Goebel, 443.
45.
Manning, 86 y 88.
La negación de la existencia del decreto del 10 de junio de 1829 es constante
en los documentos norteamericanos, ver también Baylies a Maza, 10 de julio de
1832 en ibid., 124.
46.
Goebel, 445.
47.
García a Slacum,
14 de febrero de 1832 en Manning, 88. Para la respuesta ver Slacum a García, 16
de febrero de 1832 en ibid., 89-90.
48.
"Usted
comprenderá, Señor, que ninguna nave inglesa ha sido capturada o molestada. ¿Por
qué? No se animan a hacerlo. Y en el momento de apresar nuestras naves, sabían
que ocupaban territorio en litigio, y para el cual carecen de títulos
adecuados" (Slacum a Livingstone, 20 de febrero de 1832 en Manning,
91, énfasis original).
49.
"Esta gente
no tiene derechos de ninguna clase sobre aquellas islas...Vernet es un
aventurero, y la Colonia,
como ellos la llaman, consiste en alrededor de 40 personas de toda clase
contratadas en forma privada y a su servicio- Ellos llaman a esto una
República, le aseguro que no existe sobre la tierra una monarquía más
despótica. Al gobernador se le han otorgado poderes extraordinarios y su
palabra es ley- Si nuestro gobierno no toma medidas fuertes y decisivas, todos
debemos abandonar un país donde ningún hombre libre puede residir" (Slacum
a Livingston, 25 de febrero de 1832 en Manning, 93, énfasis original).
50.
Gustafson, 24.
51.
Gustafson, 24 y
Goebel, 446.
52.
Goebel, 446.
53.
Ferns, 233.
54.
Baylies a
Livingston, 24 de julio de 1832 en Manning, 132.
55.
Manning, 135,
primer énfasis original, segundo agregado.
56.
Ibid. 135.
57.
Ferns, 233. Es
posible que semejante visión fuera compartida también en Washington. Algunos
estudios sugieren que la opinión de Baylies probablemente no estuviera basada
sólo en su experiencia personal, sino que también procedía de un sistema de
valores generalizado en su época en los Estados Unidos (Hunt,46-91).
58.
Gustafson, 25.
59.
Carta de Fox a
Palmerston 15 de octubre 1832 en Ferns, 234. También en Ferrer Vieyra 1993,
155-56.
60.
Decreto del 10 de
septiembre de 1832.
61.
Baylies a Livingston,
13 de octubre 1832 en Manning, 164.
62.
Ibid. 165, énfasis agregado.
63.
Baylies a
Livingston, 23 de abril 1833, énfasis original en ibid., 179.
64.
Goebel, 455. Para
Gustafson el momento era oportuno para una acción Británica: el ataque
norteamericano a las islas, la aprobación dada por el presidente Jackson a tal
acción, y el débil control que la
Argentina ejercía sobre las Malvinas, y la convulsionada
situación interna del la
Argentina (Gustafson, 25). Ver también Caillet-Bois, 297/8.
65.
Ferns, 235.
66.
Gustafson, 25.
67.
El día 28 de
Noviembre, el Comandante Onslow de la Marína Británica,
había recibido instrucciones en Río de Janeiro del almirante Sir Thomas Baker,
Comandante de los buques de la Estación Sudamericana.
Sus órdenes eran zarpar inmediatamente con la corbeta Clio hacia
Puerto Egmont, "con el objeto de ejercer los derechos de soberanía sobre
dichas Islas [Malvinas], y de actuar allí, en consecuencia, como una posesión
que pertenece a la Corona
de Gran Bretaña". Además agrega que si se encontrara con fuerzas militares
enemigas, deberá considerarlas como "intrusos ilegales" y proceder a
reducirlas y expulsarlas (Ferrer Vieyra 1993, 156-58).
68.
Goebel, 455. El
informe del capitán Onslow señala que cerca de Puerto Egmont se encontró con un
grupo de colonos (informe a Thomas Baker, Montevideo, 19 de enero de 1833, en
Ferrer Vieyra 1993, 160).
69.
Perl, 296. El
texto de la comunicación decía lo siguiente:
Debo informaros
que he recibido órdenes de S.E. el Comandante en Jefe de las fuerzas navales de
S.M.B., estacionadas en América del Sur, para hacer efectivo el derecho de
soberanía de S.M.B. sobre las Islas Falkland.
Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido tengais a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno.
Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor. Firmado: J. Onslow.
A.S.E. el Comandante de las Fuerzas de Buenos Aires en Puerto Louis [Soledad], Berkeley Sound (Ferrer Vieyra 1993, 159).
Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido tengais a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno.
Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor. Firmado: J. Onslow.
A.S.E. el Comandante de las Fuerzas de Buenos Aires en Puerto Louis [Soledad], Berkeley Sound (Ferrer Vieyra 1993, 159).
70.
Según Gustafson,
a la llegada de la Clío,
la colonia en Puerto Soledad había alcanzado el número de alrededor de noventa
colonos (23). Por su parte, Kinney señala un número algo mayor y que se
distribuían del siguiente modo: 30 negros, 34 porteños, 28 anglo parlantes, y 7
alemanses. de los colonia contaba con una guarnición de aproximadamente 25
hombres (41).
71.
Destefani, 90-1.
72.
Ferrer Vieyra
1993, 161.
73.
Gore a
Palmerston, 14 de febrero de 1833 en Ferns, 235 (énfasis original).
74.
Metford, xxii
(énfasis agregado).
75.
El texto completo
se halla en Perl, 299-322.
76.
Perl, 318-9.
77.
Perl, 323-33.
78.
Sin embargo, la Argentina no ha
permitido que Gran Bretaña perfeccione sus títulos en base a la prescripción
adquisitiva porque, a diferencia de España con Gibraltar, la primera siempre
protestó la ocupación. Por lo tanto, esto títulos permanecen imperfectos y Gran
Bretaña debió utilizar otros argumentos (Gustafson, 27).
79.
Dado que la
"disputa sobre las islas era anterior a la Doctrina Monroe...
y porque el Departamento de Estado ha expresado desde hace tiempo que la
reinsersión de la presencia Británica en las islas en 1833 no fue un nuevo
intento de colonización" (Legal Aspects of the Falkland/Malvinas
Crisis Negotiations en Perl, 20.
80.
Metford, xx.
81.
Perl, 20 fn. 75.
- Gustafson, 26
Fuente: Detalladas en notas. (1 al 82)