Entre 1838 y 1839 las Provincias Unidas del Río de la Plata que ingresaba entonces
al mercado mundial y las relaciones internacionales tomaban como eje en esa época
el tema de la esclavitud entre otros. Los británicos habían despertado durante
las invasiones sospechas de que algunos jefes argentinos proyectaban una guerra
social a través de la liberación de los esclavos.
El Tratado de amistad, comercio y navegación entre los
Gobiernos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de Su Majestad
Británica remarcaba en el artículo XIV el deseo de que se aboliera el comercio
de esclavos como obra benéfica. Como corolario, el 24 de mayo de 1839 se
firmaba con Gran Bretaña el Tratado de abolición del tráfico de esclavos
(Mandeville Arana) similar a todos los que se firmaron en América. Tramitado
por el representante diplomático de entonces, Mandeville desde 1835, fue
completado en 1841, con la prohibición de que los representantes ingleses tuvieran
esclavos e interviniesen en su transacción. No hubo entonces en nuestro gobierno
oposición alguna y en el británico sólo una cuestión protocolar del poder de
los firmantes.