La
grandeza y humildad del Papa Francisco es única y digna de imitar.
Francisco respondió la
carta de Alfredo Leuco
“Estimado Sr. Leuco:
Recibí
su carta del pasado 9 (Carta abierta al Papa Francisco) y le agradezco de corazón
que la haya escrito.
El
tono sereno manifiesta la voluntad de comunicarse frontalmente y las
disidencias se dicen con paz, fluidamente. No hay allí una sola agresión o
alguna expresión altisonante. Y esta actitud edifica, une, es constructiva.
Gracias, muchas gracias!
Me permito una
confidencia. Al concluir la lectura de su carta me vino a la mente una de las
Bienaventuranzas: “Felices los mansos, porque recibirán la tierra en
herencia” (Mt 5, 4). La
mansedumbre, esa actitud tan ligada a la paciencia, a la escucha, a la
ponderación y que -a veces- en el imaginario colectivo se la confunde con
pusilanimidad. Pero no es así: en realidad es la virtud de los fuertes.
Nuevamente, gracias. Y,
por favor, le pido que no se olvide de rezar por mí. Que Dios lo bendiga.
Fraternalmente
Francisco”.
La Carta de Alfredo Leuco
al Papa Francisco
Admirado
Papa Francisco:
Soy un
insignificante periodista argentino llamado Alfredo Leuco. No soy quien para
darle consejos a nadie y mucho menos a usted a quien considero el argentino más
importante y valioso de todos los tiempos. Alguna vez escribí una columna
diciendo que usted tenía lo mejor de cada uno de los mejores argentinos. No soy
creyente pero admiro a los creyentes. Y creo en usted y en los valores que
predica. En su austeridad franciscana, en su defensa de los más débiles y los más
pobres, en vivir como se piensa, en su apuesta a construir la paz en el mundo y
el ecumenismo fraternal de las religiones. Permítame Papa Francisco que le
cuente lo que pienso de usted para que sepa desde que lugar me atrevo a expresarle
una disidencia, con todo respeto. Creo que nadie hizo tanto por abrir la
iglesia a la vida cotidiana, por condenar a los corruptos y perdonar a los
pecadores, por aplicar eso de a Dios rogando y con el mazo dando a los curas
violadores y a los colaboradores de las dictaduras. Me gustó llamarlo el Papa
celeste y blanco. El Papa nuestro que está en el Vaticano, como rezando una
plegaria laica.
Usted
confiesa que es un pecador. Reconoce que no es Dios y por lo tanto no es
perfecto. Eso me da coraje como para expresarle mi humilde disidencia con la
decisión de recibir por quinta vez a Cristina Fernández de Kirchner. Soy
periodista, busco la verdad aunque nunca la encuentre del todo y mi misión en
la vida es contar lo que pasa o lo que creo que pasa y lo que pienso de las
cosas. Sabrá usted disculpar semejante atrevimiento. Pero aquí abajo, en el fin
del mundo y con los pies sobre la tierra, le cuento que una gran porción de los
argentinos está molesta, disgustada o desilusionada con la nueva cita que le dió
a Cristina para el 7 de junio.
Insisto,
usted tiene todo el derecho a hacer lo que considere correcto y dialogar con
quien le plazca. Otra vez, yo no soy nadie. Pero mi trabajo tiene siempre la
obligación de la mirada crítica, de ser abogado del hombre común y fiscal del
poder. Creo, como dice el Talmud, que nuestra tarea es acomodar a los incómodos
e incomodar a los cómodos. Usted es un gran combatiente contra la hipocresía y
yo no quiero ser hipócrita y menos con usted.
Mucha
gente, tal vez una mayoría de compatriotas, piensa que usted está por cometer
un error. Que está devaluando su propia palabra que vale oro. Usted dijo que no
iba a recibir a ningún político más hasta después de las elecciones y que se
había sentido usado por la política argentina. Algunos amigos que lo han
visitado me contaron que en confianza, usted hizo clara referencia a dos
momentos. Cuando Martin Insaurralde y El Cuervo Larroque abusaron de su
confianza y lo utilizaron para hacer propaganda electoral. Uno directamente
hizo su afiche de campaña con la foto y el otro puso en sus manos una camiseta
de La Cámpora, una de las organizaciones más dogmáticas y agresivas del
cristinismo y no del cristianismo. Por eso no se entiende el motivo que usted
tiene para faltar a su palabra y abrirle las puertas de su casa por quinta vez
a la candidata Cristina. Ella será candidata a gobernadora o a diputada y si no
es así, será la que lleve de la mano por todo el país a los candidatos de su
partido. Ella es una mujer poderosa desde todo punto de vista y mostrarse a su
lado es una ayuda muy grande que se suma a la utilización del aparato del
estado en beneficio propio que hacen los Kirchner.
Permítame
que le diga admirado Papa Francisco: Usted reclama manos limpias, uñas cortas y
ética para la función pública y este gobierno es el más corrupto de la historia
argentina. Usted habla de ayudar a los pobres y este gobierno dejó de medir la
pobreza. Usted fomenta el camino del encuentro y el diálogo y este gobierno
instaló el odio. Usted nos reclama abrir nuestros corazones y este gobierno es
el que lo espió a usted a través de Antonio Stiuso, según contó su amigo
Gustavo Vera. Ni que hablar de la calificación de “montaje de Hollywood” que
hizo Cristina del Estado Islámico que está cometiendo un genocidio en cuotas
con el pueblo cristiano.
Me
gustaría que sepa, Papa Francisco, que la mayoría de los argentinos según todas
las encuestas, creen que el ciclo de Cristina tiene fecha de vencimiento y tal
como dice la Constitución, debe terminar su mandato en orden y en paz. La foto
que ella exibirá con usted no ayuda a los que quieren alternancia democrática y
mas república. No respalda a los que denuncian como usted mismo lo hizo, que
aquí en este país se fabrica droga y el gobierno mira para otro lado o no hace
lo necesario para extirpar ese cáncer social.
Me gustó
mucho la columna y la idea rectora de Mariano Obarrio. Hubiera sido una
genialidad de su parte invitar a Cristina y a todos los candidatos a
presidente. Sería una señal de convivencia pacífica que ayude a los argentinos
que queremos cerrar las heridas que el kirchnerismo abrió en nuestra comunidad.
¿Se imagina esa foto? Cristina, Macri o Sanz, Scioli o Randazzo, Sergio Massa,
Margarita Stolbizer, entre otros y usted como un mensaje de que se puede pensar
distinto pero tirar todos para el mismo lado de la patria. Es una oportunidad
perdida que esto no se haga. Es una piedra en el camino de la reconciliación
que usted la reciba una vez más a ella sola y por quinta vez. ¿No es
suficiente?
Otra vez
le pido mil disculpas por mi atrevimiento. Le juro que lo hago con la mejor de
las intenciones. Quiero preservar su figura que alumbra una sociedad mejor.
Nosotros rezamos por usted y cuidamos a Cristina, pero usted también rece por
nosotros y cuide un poco a todos los ciudadanos de este país que tanto lo aman.
Papa Francisco, se lo digo de todo corazón. Le mando
el mejor de los abrazos y mis mejores deseos. Usted siempre apostó a la sana
rebeldía y no al silencio cómplice ni obsecuente. Usted nos pidió que hiciéramos
lío y en eso estoy. Haciendo lío que para un periodista es decir la verdad y
nada más que la verdad. Si juro.