Me Gusta La Grieta
Lo
lamento por ustedes que se asustan, pero a mí, me encanta la grieta.
Me
encanta que haya un abismo entre tipos que odian tener que tributar por la
riqueza que acumulan, y yo. Me encanta que haya una grieta enorme entre mujeres
con cuerpo de mujeres y alma de mujeres que pueden sospechar que niñas de 12
años “se embarazan” para no trabajar.
Amo que
una gran muralla más enorme que la muralla china me separe de personas que en
nombre de la corrupción que existe, se oponen a que nuestra patria tenga trenes
y petróleo para poder moverse y crecer. Adoro esa grieta visible que me separa
de otras mujeres que han parido hijos con hombres, y que juntos sostienen que
la lucha de madres como Estela, Hebe o Sonia, que vieron los cuerpos de sus
hijos torturados hasta morir o desvanecerse en la nada, es un kiosquito de
“derechos humanos”.
Amo estar
a una grieta de distancia de la gente que - a pesar de tener trabajo, empleo,
crédito, universidades públicas y gratuitas, hijos que se reciben y encuentran
trabajo en fábricas y laboratorios,- insiste en medir el bienestar común en
proporción directa a cuántos dólares puede adquirir por mes.
Gente con
el alma estrecha, por decirlo con cariño. Porque – a pesar de que muchos de
ellos son de odio fácil, odian nimiedades como la cadena, la carterita de marca
y lo que venga, porque tiene ganas de odiar, nomás- yo a muchos los quiero
porque son mis amigos.
Pero la
grieta está, y está bueno que está. A mí, me separa una grieta enorme, inmensa,
de las personas que aman lo que Francisco dice pero no hacen lo que él hace,
porque le tienen miedo y entonces rabia a los pobres, a los “negros”, a los
“putos”, a los distintos.
Que son
capaces de linchar o aplaudir a quienes linchan por un plasma. A mí me separa
un abismo de las personas que eligen a un tipo que promete entrar con tanques
militares a las villas o que besa y abraza a los pobres porque lo mandó su jefe
de prensa admirador de Hitler.
A mí que
no recibí ni asignación universal, ni procrear, ni jubilación, ni subsidios
para el agro, ni volé en arsat, ni uso trenes nuevos, ni monté una empresa
familiar, ni me amparan las paritarias vigentes y gloriosas, ni casi nada, a
mí, me separa una enorme y clara grieta de las personas mezquinas que putean
por todo con verdadero odio, y que dicen que en este país no se puede pensar
distinto mientras insultan y maldicen como piratas ingleses a cualquier
brotecito de amor celeste y blanco.
O festejan
las decisiones de un juez extranjero que nos perjudica. Yo quiero estar
separada por una grieta bien honda de la gente que espera una devaluación como
se espera una estrella fugaz y en vez de la ve de la paz o de la victoria elige
el dedo odiador de fuck you.
Cortito y
al pie, yo celebro que exista una grieta. De este lado, del que yo me paro
todas las mañanas para ir a un futuro colectivo brilloso, me acompañan millones
de personas buenas de buena fe, trabajadoras, que se levantan temprano y salen
a ganarse el día, que no cagan a nadie, que construyen un país con sus manos ,
que le dan de comer a sus hijos, que confían, que honran la memoria de sus
padres, y que, cuando pueden, cogen, descansan, bailan, charlan, abrazan, se
ríen y comparten una mesa con los suyos.
A mí me
gustan las grietas que separan lo claro de lo oscuro, lo árido de lo fértil, lo
individual de lo colectivo, el amor del odio, lo cálido de lo frío, la verdad
con errores pero humilde de la hipocresía. Me gustan las grietas además, porque
he visto muchas veces, fíjense qué preciosura, crecer florcitas obstinadas y
hermosas, entre las grietas más tristes de los muros más altos y las zanjas más
feroces.
No me
vengan con estar todos unidos. Yo no odio. Los que me conocen saben que no odio.
Pero nunca voy a estar de ese lado de la orilla de los que sí odian porque se
sienten asustados o superiores.
Únanse ustedes, y si quieren, cambien. Todo lindo,
pero cada uno en su orilla.
G.B.