CLUB SOCIAL SAN JUSTO
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"Al Servicio de la Comunidad de San Justo y La Matanza"

viernes, 30 de octubre de 2015

Un cuento basado en hechos reales

La buena lectura es para apreciar los buenos contenidos, he aquí una perlita literaria: “Un poco largo para lo que estamos acostumbrados hoy a leer por aquí. Pero lo encontré y creo que a muchos de mis contactos los va a remontar a momentos muy emotivos, momentos fuertes, y hoy me parece que viene bien. Gracias por tu tiempo.”
FEBRERO DE 2002. E-mail recibido desde USA, enviado por Irma, una alumna de mi taller literario, 70 años, que está de paseo por California desde hace tres meses, visitando a una de sus hijas.
Pedro empezó su día bien temprano, cuando a las 6 de la mañana sonó su despertador (MADE IN JAPAN) Mientras esperaba que en la pava (MADE IN CHINA) hirviera el agua, se afeitó con su
afeitadora eléctrica (MADE IN HONG KONG) Se puso una camisa (MADE IN SRILANKA), un pantalón de marca (MADE IN SINGAPORE), y zapatillas (MADE IN KOREA). Se hizo una tostada en su tostadora (MADE IN INDIA) y se puso a hacer cuentas con su calculadora (MADE IN MEXICO) para ver cuánto podría gastar ese día. Después de poner en hora su reloj (MADE IN TAIWAN) con el top de la hora de la radio (MADE In INDIA), se subió a su auto (MADE IN BRAZIL) y salió, como todos los días, a buscar UN BUEN TRABAJO EN LA ARGENTINA.
Y al final del día, otro desalentador e infructuoso día, Pedro decidió relajarse un poco. Se puso sus sandalias (MADE IN BRAZIL), sacó de la heladera una cerveza (MADE IN GERMANY) y encendió la TV (MADE IN INDONESIA) Mientras veía el noticiero (CNN), pensaba y seguía sin entender por qué no podía encontrar un trabajo en LA ARGENTINA.
Esta es otra forma de imaginar la realidad...
Hecho en Argentina (Marta Pizzo). (Un cuento basado en hechos reales)
Azucena se despertó de golpe, sorprendida por el canto del gallo de su vecina.
Hacía como un año que a Viviana se le había dado por emprender lo de la granja, pero a ella aún le costaba acostumbrarse a los sonidos y –sobre todo– a los olores.
Miró de reojo el reflejo que entraba por las antiguas celosías de hierro y calculó que serían las seis.
Se levantó suavemente de su cama de caña y en un gesto maternal cubrió a su esposo con las sábanas bordadas por su abuela, que le regalara para el casamiento. Mientras lo hacía, recordó las palabras del vendedor de telas de San Justo: “Esto lo hacemos acá, en el tallercito del fondo... ¡tienen sábana para rato muchachos!” ¡Cuánta razón tenía... las sábanas –aunque algo deslucidas– ya estaban por cumplir su aniversario número diecisiete!
Fue hasta el baño, se lavó los dientes, se duchó, lavó su pelo, se secó con una toalla hecha en Argentina, se puso desodorante elaborado en Argentina y desenredó su pelo con un cepillo producido en Argentina.
Luego secó el baño con un trapo y un secador fabricados en Argentina, mientras pensaba lo buenos que habían resultado los sanitarios y la cerámica fabricados en Argentina, que su esposo –Maestro Mayor de obras desocupado recibido en escuela del estado– había instalado doce años atrás.
Con una mirada crítica frente a su espejo fabricado en Argentina, se puso un conjunto de ropa interior fabricado en Argentina y luego su solero preferido, que le compró a unos artesanos de Bariloche hacía ya varios años.
Trató de disimular las ojeras con corrector elaborado en Argentina, mientras escuchaba en la vieja radio producida en Argentina, a un condescendiente periodista argentino haciéndoles un reportaje en dúplex a un sindicalista y un político argentinos. Inmediatamente cambió el dial y puso música nacional.
Tomó unos mates con yerba misionera y azúcar de tucumana y con algo de culpa saboreó un trozo de torta casera que le trajo a probar una vecina el día anterior: Estoy cocinando para el club del trueque...
¡Cuándo necesites algo de repostería, ya sabés! ¡Y qué mano tenía la güacha; estaba riquísima!
Después de humedecer un poco su jardín, se fue caminando hasta el centro comercial del barrio y luego de un estudio pormenorizado de los precios, compró con su magro presupuesto algunos productos autóctonos que necesitaba para el día: leche, huevos, arroz, aceite, queso duro, pan, cebollas, tomates y un ají. También un pedacito de carne argentina para el estofado. Los precios le parecieron de productos importados.
Antes de regresar, pasó a buscar una ropa por lo de Mirta, que como está desocupada y es una excelente costurera, se ofreció para hacerle algunos arreglitos; por lo de Silvia, que le regaló unos zapallitos de su floreciente huerta y por la casa de Ebe, para averiguar cómo les había ido en la entrevista con la gente de Canadá. ¡Qué lástima que tengan que irse! –pensó–, nos estábamos haciendo amigas.
Al llegar, la familia ya se había levantado. Los chicos se habían puesto a jugar con una pelota que fabrica un vecino y su esposo tomaba mate, mientras hojeaba Clarín de ayer que le prestó un vecino, tratando de hallar lo inexistente: un trabajo.
El resto del día fue rutinario para Azucena: comieron el delicioso arroz con salsa que preparó su esposo, realizó tres sesiones de masajes en su gabinete (todos con productos argentinos), aprovechó una horita para tirarse al sol que le encantaba, leyó unos poemas de Leopoldo Lugones mientras saboreaba una deliciosa manzana de Río Negro, hizo algunas tareas del hogar y ya llegada la tardecita, como casi siempre, se encontró con su amiga Liliana para dar unas vueltas alrededor de la plaza Ciudad de Banff.
Iban por la segunda vuelta cuando una chica de unos dieciocho años estiró la mano hacia ellas con convicción, ofreciéndoles un volante que decía:
“PORQUE QUEREMOS SER PROTAGONISTAS DE NUESTRO PRESENTE Y CONSTRUIR LA ARGENTINA QUE MERECEMOS”...
Asamblea Barrial de Versalles, todos los sábados a la 16 hs. en Plaza Ciudad de Banff.
Azucena sintió una gran emoción... ¡el volante había quedado precioso!
Su corazón empezó a latir con más fuerza y no precisamente por la caminata.
Entonces Liliana preguntó: ¿Asamblea en Versalles... servirá para algo?
Es la segunda vez que nos reunimos -dijo Azucena sonriendo- y ante el asombro de su amiga agregó:
...esta tarde te paso a buscar; claro que sirve de mucho, y todos somos necesarios.
Mientras regresaba a su casa Azucena pensó cuántas cosas quedaban por hacer en La Argentina.
Marta Pizzo 27 de febrero de 2002
Cuando escribí esta historia yo formaba parte de la Asamblea...
Hoy, 4 de abril de 2003, lamentablemente la Asamblea de Versalles se ha disuelto.