La
buena lectura es para apreciar los buenos contenidos, he aquí una perlita
literaria: “Un poco largo para lo que estamos acostumbrados hoy a leer
por aquí. Pero lo encontré y creo que a muchos de mis contactos los va a
remontar a momentos muy emotivos, momentos fuertes, y hoy me parece que viene
bien. Gracias por tu tiempo.”
FEBRERO DE 2002. E-mail recibido desde
USA, enviado por Irma, una alumna de mi taller literario, 70 años, que está de
paseo por California desde hace tres meses, visitando a una de sus hijas.
Pedro empezó su
día bien temprano, cuando a las 6 de la mañana sonó su despertador (MADE IN
JAPAN) Mientras esperaba que en la pava (MADE IN CHINA) hirviera el agua, se
afeitó con su
afeitadora eléctrica (MADE IN HONG KONG) Se puso una camisa (MADE IN SRILANKA), un pantalón de marca (MADE IN SINGAPORE), y zapatillas (MADE IN KOREA). Se hizo una tostada en su tostadora (MADE IN INDIA) y se puso a hacer cuentas con su calculadora (MADE IN MEXICO) para ver cuánto podría gastar ese día. Después de poner en hora su reloj (MADE IN TAIWAN) con el top de la hora de la radio (MADE In INDIA), se subió a su auto (MADE IN BRAZIL) y salió, como todos los días, a buscar UN BUEN TRABAJO EN LA ARGENTINA.
afeitadora eléctrica (MADE IN HONG KONG) Se puso una camisa (MADE IN SRILANKA), un pantalón de marca (MADE IN SINGAPORE), y zapatillas (MADE IN KOREA). Se hizo una tostada en su tostadora (MADE IN INDIA) y se puso a hacer cuentas con su calculadora (MADE IN MEXICO) para ver cuánto podría gastar ese día. Después de poner en hora su reloj (MADE IN TAIWAN) con el top de la hora de la radio (MADE In INDIA), se subió a su auto (MADE IN BRAZIL) y salió, como todos los días, a buscar UN BUEN TRABAJO EN LA ARGENTINA.
Y al final del
día, otro desalentador e infructuoso día, Pedro decidió relajarse un poco. Se
puso sus sandalias (MADE IN BRAZIL), sacó de la heladera una cerveza (MADE IN
GERMANY) y encendió la TV (MADE IN INDONESIA) Mientras veía el noticiero (CNN),
pensaba y seguía sin entender por qué no podía encontrar un trabajo en LA
ARGENTINA.
Esta es otra
forma de imaginar la realidad...
Hecho en
Argentina (Marta Pizzo). (Un cuento
basado en hechos reales)
Azucena se
despertó de golpe, sorprendida por el canto del gallo de su vecina.
Hacía como un
año que a Viviana se le había dado por emprender lo de la granja, pero a ella
aún le costaba acostumbrarse a los sonidos y –sobre todo– a los olores.
Miró de reojo el
reflejo que entraba por las antiguas celosías de hierro y calculó que serían
las seis.
Se levantó
suavemente de su cama de caña y en un gesto maternal cubrió a su esposo con las
sábanas bordadas por su abuela, que le regalara para el casamiento. Mientras lo
hacía, recordó las palabras del vendedor de telas de San Justo: “Esto lo
hacemos acá, en el tallercito del fondo... ¡tienen sábana para rato muchachos!”
¡Cuánta razón tenía... las sábanas –aunque algo deslucidas– ya estaban por
cumplir su aniversario número diecisiete!
Fue hasta el
baño, se lavó los dientes, se duchó, lavó su pelo, se secó con una toalla hecha
en Argentina, se puso desodorante elaborado en Argentina y desenredó su pelo
con un cepillo producido en Argentina.
Luego secó el
baño con un trapo y un secador fabricados en Argentina, mientras pensaba lo
buenos que habían resultado los sanitarios y la cerámica fabricados en
Argentina, que su esposo –Maestro Mayor de obras desocupado recibido en escuela
del estado– había instalado doce años atrás.
Con una mirada
crítica frente a su espejo fabricado en Argentina, se puso un conjunto de ropa
interior fabricado en Argentina y luego su solero preferido, que le compró a
unos artesanos de Bariloche hacía ya varios años.
Trató de
disimular las ojeras con corrector elaborado en Argentina, mientras escuchaba
en la vieja radio producida en Argentina, a un condescendiente periodista
argentino haciéndoles un reportaje en dúplex a un sindicalista y un político
argentinos. Inmediatamente cambió el dial y puso música nacional.
Tomó unos mates
con yerba misionera y azúcar de tucumana y con algo de culpa saboreó un trozo
de torta casera que le trajo a probar una vecina el día anterior: Estoy
cocinando para el club del trueque...
¡Cuándo
necesites algo de repostería, ya sabés! ¡Y qué mano tenía la güacha; estaba
riquísima!
Después de
humedecer un poco su jardín, se fue caminando hasta el centro comercial del
barrio y luego de un estudio pormenorizado de los precios, compró con su magro
presupuesto algunos productos autóctonos que necesitaba para el día: leche,
huevos, arroz, aceite, queso duro, pan, cebollas, tomates y un ají. También un
pedacito de carne argentina para el estofado. Los precios le parecieron de
productos importados.
Antes de
regresar, pasó a buscar una ropa por lo de Mirta, que como está desocupada y es
una excelente costurera, se ofreció para hacerle algunos arreglitos; por lo de
Silvia, que le regaló unos zapallitos de su floreciente huerta y por la casa de
Ebe, para averiguar cómo les había ido en la entrevista con la gente de Canadá.
¡Qué lástima que tengan que irse! –pensó–, nos estábamos haciendo amigas.
Al llegar, la
familia ya se había levantado. Los chicos se habían puesto a jugar con una
pelota que fabrica un vecino y su esposo tomaba mate, mientras hojeaba Clarín
de ayer que le prestó un vecino, tratando de hallar lo inexistente: un trabajo.
El resto del día
fue rutinario para Azucena: comieron el delicioso arroz con salsa que preparó
su esposo, realizó tres sesiones de masajes en su gabinete (todos con productos
argentinos), aprovechó una horita para tirarse al sol que le encantaba, leyó
unos poemas de Leopoldo Lugones mientras saboreaba una deliciosa manzana de Río
Negro, hizo algunas tareas del hogar y ya llegada la tardecita, como casi
siempre, se encontró con su amiga Liliana para dar unas vueltas alrededor de la
plaza Ciudad de Banff.
Iban por la
segunda vuelta cuando una chica de unos dieciocho años estiró la mano hacia
ellas con convicción, ofreciéndoles un volante que decía:
“PORQUE QUEREMOS
SER PROTAGONISTAS DE NUESTRO PRESENTE Y CONSTRUIR LA ARGENTINA QUE
MERECEMOS”...
Asamblea Barrial
de Versalles, todos los sábados a la 16 hs. en Plaza Ciudad de Banff.
Azucena sintió
una gran emoción... ¡el volante había quedado precioso!
Su corazón
empezó a latir con más fuerza y no precisamente por la caminata.
Entonces Liliana
preguntó: ¿Asamblea en Versalles... servirá para algo?
Es la segunda
vez que nos reunimos -dijo Azucena sonriendo- y ante el asombro de su amiga
agregó:
...esta tarde te
paso a buscar; claro que sirve de mucho, y todos somos necesarios.
Mientras
regresaba a su casa Azucena pensó cuántas cosas quedaban por hacer en La
Argentina.
Marta Pizzo 27 de febrero de 2002
Cuando escribí
esta historia yo formaba parte de la Asamblea...
Hoy, 4 de abril de 2003, lamentablemente la
Asamblea de Versalles se ha disuelto.