La
Bibliotecaria, un personaje icónico pero real
Video
(ver):
El secuestro de la bibliotecaria
El
vídeo que encabeza este post dominical
es el cuento El secuestro de la bibliotecaria,
de Margaret Mahy, contado por la cuentacuentos Cristina Serrano Frías. Aunque
es un vídeo un poco largo, recomiendo que lo veáis ya que es un cuento que
aporta una visión positiva de los bibliotecarios.
Esta
semana el gremio de bibliotecarios andamos revolucionados y en pie de guerra
contra un periódico de tirada nacional que permitió la publicación de un
insultante y degradante artículo de opinión sobre bibliotecarias y bibliotecas.
Ni nombraré al periódico ni al autor de dicho escrito para no darle publicidad
ni tráfico a la web, pero como bibliotecaria y redactora de este blog me siento
en la obligación de hablar al respecto de esta figura: la bibliotecaria.
Y
sí, digo LA, ya que es curioso cómo la figura del bibliotecario es la de un
hombre sabio, respetado, que ha conseguido serenidad y paz en su vida personal,
con una amplia cultura, que tiene a una dulce mujer en su casa que le recibe
amorosa con la cena caliente, que le cuenta relatos heroicos a sus hijos.
Por
su parte, la figura de la bibliotecaria es
la de una mujer amargada, lesbiana en el sentido más despectivo con el que se
ha usado este término, es decir, mujer agria que ha sido incapaz de atraer a un
hombre, soltera, de maternidad frustrada, estricta, reprimida, poco atractiva,
por no decir fea, que usa gafas y moños, amante de la soledad y, a pesar de
estar rodeada de libros, no muestra grandes inquietudes culturales.
Sería
injusto no mencionar el mito de la bibliotecaria sexy, también presente en el
cine, la televisión y la literatura.
¿Exagero?
Bueno, un poquito tal vez, pero hay que reconocer que en el cine, la televisión
y la literatura, la figura de la bibliotecaria no es precisamente la de una
mujer feliz, amable y realizada.
Algunas
veces hemos hablado en este blog sobre bibliotecas, ya que es el lugar donde
muchos lectores se forman y se alimentan a lo largo de su vida. Pero… ¿hemos
hablado de los bibliotecarios?
Ahora
ya sí uso el género neutro (que me perdonen los que promueven el lenguaje no
sexista, pero defiendo el género neutro en nuestro idioma), porque en una
sociedad donde la cultura ocupara el pilar que le corresponde, el bibliotecario
del barrio tendría la misma importancia que le damos al farmacéutico.
De
un bibliotecario esperamos que sea amable, empático, que nos atienda como si
fuéramos lo único que tiene que hacer en todo el día. Tal y como me dijo un
gran bibliotecario durante mi período de formación, “cuando un usuario entra por la puerta, todo el sistema se paraliza“.
Podemos
esperar que sepa buscar información, no sólo en el espacio físico de la
biblioteca, sino también en la red; podemos pedirle que nos forme y oriente en
cuestiones de búsquedas documentales y de información; es más, podemos pedirle
que nos oriente en cuestiones de información local; incluso pedirle que nos
recomiende literatura, cine o música ya que no es disparatado presuponer un
nivel cultural aceptable a una persona que trabaja rodeado de ella.
Lo
que no debemos exigir a un bibliotecario es que vigile a nuestros hijos si los
dejamos en la zona infantil ya que eso no es una guardería y nosotros no
tenemos título de cuidadores infantiles; tampoco se nos puede exigir que seamos
un pozo de conocimientos literarios porque la misión del bibliotecario va más
allá de la literatura y la literatura no forma parte de la formación en las
facultades de Documentación.
Por
experiencia os digo que ser bibliotecaria es la profesión más bonita del mundo,
más que la de periodista como decía García Márquez.
Y
si digo la verdad, me resultaba realmente bonito ser “la bibliotecaria”.
Fuente: Rincón del bibliotecario