Que los
padres vuelvan a ser protagonistas de la educación, pidió el Papa en su
catequesis
En su catequesis
de la audiencia general – celebrada el tercer miércoles
de mayo en la Plaza de San Pedro y ante la presencia de varios
miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países – el Papa
Francisco, prosiguió sus reflexiones sobre la familia y la vida real,
deteniéndose en esta ocasión en una de sus vocaciones fundamentales, a saber, la
educación de los hijos.
El Obispo
de Roma explicó que se trata de una característica esencial de la
familia puesto que hay que educar a los hijos a fin de que crezcan en la
responsabilidad para sí mismos y para los demás.
También afirmó
que si bien parecería una constatación obvia, en nuestros tiempos no faltan las
dificultades, por lo que resulta difícil para los padres educar a los hijos que
sólo ven al final de la jornada cuando regresan a sus casas cansados. Y es más
difícil – afirmó el Santo Padre – para los padres separados, que padecen esta
condición.
El Papa Bergoglio
se preguntó ante todo “¿cómo educar? Y ¿cuál es la tradición que hoy tenemos
para transmitir a nuestros hijos? A la vez que recordó que intelectuales
“críticos” de todo tipo han acallado a los padres de diferentes maneras para
defender a las jóvenes generaciones de los daños – verdaderos o presuntos
– de la educación familiar. Tanto es así – dijo Francisco – que la
familia ha sido acusada, entre otras cosas, de autoritarismo, favoritismo,
conformismo y represión afectiva que genera
conflictos.
El Pontífice
afirmó además que la crisis de la alianza educativa tiene muchos síntomas,
puesto que por una parte hay tensiones y desconfianza entre padres y educadores
y, por otra, cada vez son más los “expertos” que pretenden ocupar el papel de
los padres, relegándolos a un segundo lugar. De ahí que sea necesario –
dijo – favorecer la armonía, el diálogo y la colaboración entre los diversos
agentes de la educación, teniendo en cuenta que el papel de los padres es
insustituible.
Por esta razón –
recordó el Francisco – la Iglesia está llamada a acompañar la misión educativa
de los padres, sobre todo con la luz de la Palabra de Dios, que funda la
familia en el amor. De hecho, el mismo Jesús recibió una educación familiar
para crecer en edad, sabiduría y gracia. Y concluyó la síntesis de esta
catequesis en nuestro idioma afirmando que si la educación familiar “recobra su
protagonismo”, muchas cosas cambiarán para bien. Porque como dijo el Papa, “es
hora de que los padres y las madres regresen de su exilio, y se impliquen
plenamente en la educación de sus hijos”.
(María Fernanda Bernasconi -
RV).
Texto de la
catequesis del Papa Francisco:
Queridos
hermanos y hermanas,
Quiero darles la
bienvenida porque he visto entre ustedes tantas familias, ¡Buenos días a todas
las familias! Continuamos a reflexionar sobre la familia.
Hoy nos
detendremos para reflexionar en una característica esencial de la familia, es
decir, su naturaleza vocacional a educar los hijos para que crezcan en la
responsabilidad de sí mismos y de los otros. Aquello que hemos escuchado del
apóstol Pablo, al inicio, es muy bello: «Ustedes, hijos, obedezcan a los padres
en todo; porque esto agrada al Señor. Ustedes, padres, no exasperen a sus hijos,
para que no se desalienten» (Col, 3, 20-21). Esta es una regla sabia: el hijo
que es educado a escuchar a los padres y a obedecer a los padres, quienes no
deben de mandar en un feo modo, para no desanimar a los hijos. Los hijos, de
hecho, deben crecer sin desanimarse, paso a paso. Si ustedes padres dicen a los
hijos: ‘Subimos sobre esa escalera’ y los toman de la mano y paso a paso les
ayudan a subir, las cosas irán bien. Pero si ustedes dice: “Ve allá” - “Pero no
puedo” – “Ve”, esto se llama exasperar a los hijos, pedir a los hijos las cosas
que no son capaces de hacer.
Por esto, la
relación entre los padres y los hijos debe ser de una sabiduría, de un
equilibrio, muy grande. Hijos obedezcan a sus padres, eso le gusta a Dios. Y
ustedes padres, no exasperen a los hijos, pidiéndoles cosas que no pueden
hacer. Y esto es necesario hacer para que los hijos crezcan en la
responsabilidad de sí mismos y de los demás.
Parecería una
constatación obvia, sin embargo, en nuestros tiempos no faltan las
dificultades. Es difícil para los padres educar a sus hijos a quienes ven sólo
por la noche, cuando vuelven a casa cansados del trabajo. ¡Aquellos que tienen
la suerte de tener trabajo! Y aún más difícil para los padres separados, a
quienes les pesa esta condición: pobres, han tenido dificultades, se han
separado y tantas veces el hijo es usado como rehén y el papá le habla mal de
la mamá y la mamá le habla mal del papá, y se hace tanto mal. Pero yo digo a
los padres separados: ¡nunca, nunca, nunca usar al hijo como rehén! Se han
separado por tantas dificultades y motivos, la vida les ha dado esta prueba,
pero que los hijos no sean quienes carguen el peso de esta separación, que no
sean usados como rehenes contra el otro cónyuge, que crezcan escuchando que la
mamá habla bien del papá, aunque no están juntos, y que el papá hable bien de
la mamá. Para los padres separados esto es muy importante y muy difícil, pero
pueden hacerlo.
Pero, sobre
todo, la pregunta ¿Cómo educar? ¿Qué tradición tenemos hoy para transmitir a
nuestros hijos? Intelectuales ‘críticos’ de todo tipo han callado a los padres
en mil modos, para defender las jóvenes generaciones de daños – varios o
presuntos – de la educación familiar. La familia ha sido acusada, entre
otros, de autoritarismo, de favoritismo, de conformismo, de represión afectiva
que genera conflictos.
De hecho, se ha
abierto una grieta entre la familia y la sociedad, entre la familia y la
escuela, el pacto educativo hoy se ha roto, y así la alianza educativa de la
sociedad con la familia ha entrado en crisis porque se ha minado la confianza
recíproca. Los síntomas son muchos. Por ejemplo, en la escuela se han
comprometido las relaciones entre los padres y los profesores. A veces hay
tensiones y desconfianza recíproca; y las consecuencias naturalmente recaen
sobre los hijos.
Por otro lado,
se han multiplicado los llamados ‘expertos’, que han ocupado el papel de los
padres también en los aspectos más íntimos de la educación. Sobre la vida
afectiva, sobre la personalidad y el desarrollo, sobre los derechos y sus
deberes, los ‘expertos’ saben todo: objetivos, motivaciones, técnicas.
Y los padres
sólo deben escuchar, aprender a adecuarse. A menudo, privados de su papel, se
vuelven excesivamente aprensivos y posesivos con respecto a sus hijos, hasta
llegar a no corregirlos nunca: “Tú no puedes corregir al hijo”. Tienden a
confiarles siempre más a los ‘expertos’, también para los aspectos más
delicados y personales de su vida, colocándolos en un rincón solos; y así los
padres hoy corren el riesgo de autoexcluirse de la vida de sus hijos. ¡Y esto
es gravísimo! Hoy hay casos de este tipo. No digo que suceda siempre, pero
existen. La maestra en la escuela regaña al niño y hace una nota a los padres.
Yo recuerdo una
anécdota personal. Una vez, cuando estaba en cuarto grado de la escuela
primaria he dicho una mala palabra a la maestra y la maestra, una buena mujer,
ha llamado a mi mamá. Ella ha ido el día siguiente, han hablado entre ellas y
después me han llamado. Mi mamá delante a la profesora me ha explicado que
aquello que yo había hecho era algo malo, que no debía hacerlo; pero mi mamá lo
ha hecho con tanta dulzura y me ha pedido pedirle perdón a la maestra. Yo lo he
hecho y después me he quedado contento porque he dicho: ‘ha terminado bien la
historia’. ¡Pero eso era el primer capítulo! Cuando regresé a casa, comenzó el
segundo capítulo… Imagínense ustedes, hoy, si la maestra hace algo de este
tipo, al día siguiente se encuentra a los dos padres o a uno de los dos a
regañarla, porque los ‘expertos’ dicen que los niños no se deben regañar así.
¡Han cambiado las cosas! Por este motivo, los padres no deben autoexcluirse de
la educación de los hijos.
Es evidente que
este enfoque no es bueno: no es armónico, no es dialógico, y en lugar de
favorecer la colaboración entre la familia y los otros agentes educativos, las
escuelas, los gimnasios…. los contrapone.
¿Cómo hemos
llegado a este punto? No hay duda que los padres, o mejor, ciertos modelos
educativos del pasado tenían algunos límites, no hay duda. Pero es también
verdad que hay errores que sólo los padres están autorizados a hacer, porque
pueden compensarlos de un modo que es imposible a ningún otro.
Por otra parte,
lo sabemos bien, la vida se ha convertido en avara de tiempo para hablar,
reflexionar, confrontarse. Muchos padres son ‘secuestrados’ por el trabajo –
papá y mamá deben trabajar- y por otras preocupaciones, avergonzados de las
nuevas exigencias de los hijos y de la complejidad de la vida actual, - que es
así, debemos aceptarla como es - y se encuentran como paralizados por el temor
a equivocarse.
El problema, sin
embargo, no es sólo hablar. De hecho, un diálogo superficial no conduce a un
verdadero encuentro de la mente y del corazón.
Preguntémonos
más bien: ¿Buscamos entender ‘dónde’ los hijos verdaderamente están en su
camino? ¿Dónde está realmente su alma? ¿Lo sabemos? Y sobre todo: ¿Lo
queremos saber? ¿Estamos convencidos de eso, en realidad, no esperan algo más?
Las comunidades
cristianas están llamadas a ofrecer apoyo a la misión educativa de las familias,
y lo hacen sobre todo con la luz de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo
recuerda la reciprocidad de los deberes entre los padres y los hijos: «Ustedes,
hijos, obedezcan a los padres en todo; porque esto agrada al Señor. Ustedes,
padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten» (Col, 3, 20-21).
En la base de todo está el amor, aquel que Dios nos dona, que «no falta al
respeto, no busca su propio interés, no se enoja, no toma en cuenta el mal
recibido… todo perdona, todo cree, todo espera, todo soporta» (1 Cor 13,
5-6).
También en las
mejores familias es necesario soportarse y ¡Se necesita tanta paciencia para
soportarse! Pero es así la vida. La vida no se hace en laboratorio, se hace en
la realidad. El mismo Jesús ha pasado a través de la educación familiar.
En este caso, la
gracia del amor de Cristo lleva a cumplir lo que está inscrito en la naturaleza
humana. ¡Cuántos ejemplos estupendos tenemos de padres cristianos llenos de
sabiduría humana! Ellos muestran que la buena educación familiar es la columna
vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que permite
compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que
tocan los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede hacer auténticos
milagros. ¡Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros!
Deseo que el
Señor done a las familias cristianas la fe, la libertad y la valentía
necesarias para su misión. Si la educación familiar reencuentra el orgullo de
su protagonismo, muchas cosas mejorarán, para los padres inciertos y para los
hijos decepcionados.
Es el momento en
que los padres y las madres regresen de su exilio, - porque se han
auto-exiliado de la educación de los hijos -, y re-asuman plenamente su papel
educativo. Esperemos que el Señor conceda a los padres esta gracia: de no
auto-exiliarse en la educación de los hijos. Y esto solamente puede hacerlo el
amor, la ternura y la paciencia.
(Traducción del
italiano de Mercedes De La Torre - RV).
Fuente: News Va
(20-05-2015)
http://www.news.va/es/news/que-los-padres-vuelvan-a-ser-protagonistas-de-la-e?hootPostID=0fb363d15fac82534828d187b47ce4c8