CLUB SOCIAL SAN JUSTO
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martes, 16 de diciembre de 2014

A 32 años de aquel 16 de diciembre de 1982

Los hechos de la historia, que fueron marcando y guiando a la sociedad, hacia los objetivos de los trabajadores y militantes organizados, uno de ellos, hace hoy 32 años culminaba una contraofensiva popular, cerrándose definitivamente un ciclo histórico del movimiento justicialista a través de sus alas de luchas populares, por el bien común del pueblo.
 
Breve reseña histórica
A mediados de 1981 la dictadura oligárquico-militar daba muestras inconfundibles de agotamiento en todos los planos. El programa anunciado el 2 de Abril de 1976 por Martínez de Hoz había logrado avanzar en sus primeras fases de desarrollo a pesar de la resistencia de los trabajadores y el activismo clandestino de distintas expresiones de la militancia organizada con acciones armadas y de agitación. En este plano la organización política que logró desplegar sus fuerzas hasta el final de la dictadura y bien entrada la transición democrática fue sin duda alguna las agrupaciones en los frentes de masas referenciados en Montoneros. Hecho que determinó sin dudas que la represión fuera proporcionalmente inversa al empeño puesto por sus fuerzas en el derrocamiento del régimen dictatorial.
En aquel mes de Junio de 1981 nace lo que se denominó la multipartidaria, ideada originariamente por el dirigente radical Ricardo Balbín (aquel mismo que denunciara a las movilizaciones gremiales de mayo y junio de 1975 como la “guerrilla industrial”), quedó conformada por la UCR, el PJ, la Democracia Cristiana, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el Partido Intransigente, más la adhesión de un puñado de partidos y organizaciones políticas menores. Ya habían transcurrido los peores y más duros años de la dictadura, a pesar del cerco informativo una palabra hasta entonces desconocida para significar un hecho masivo comenzaba a invadir la cotidianeidad de nuestros hogares: “el desaparecido”, que como había dicho Videla desde esa típica cobardía blindada unos años atrás “no está” “no tiene entidad”, “no existe”, “está desaparecido”. Miles de presos políticos, torturados, centros clandestinos de detención ilegal, decenas de miles de exiliados, miles de militantes políticos y sindicales en la dura clandestinidad, terminaban por conformar el escenario de la catástrofe provocada por nuestras clases dominantes con las FF.AA como su brazo armado.
Nadie de esa multipartidaria podía ignorar esa realidad que algunos años atrás había señalado Walsh con su magistral pluma en la ya mítica carta dirigida a los militares de la Junta Militar. Todos la conocían y por ende todos con mayor o en menor intensidad le dieron la espalda o la justificaron a cualquier costo.
No salía publicado en ningún diario, no se comentaba en los programas periodísticos radiales o televisivos, pero no era secreto para nadie de los que permanecían en los círculos de la militancia política y sindical de aquellos años que el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín apostaba a ser una especie de primer ministro de la dictadura, en un plan político de transición que establecía una participación progresiva de los civiles en el gobierno al estilo de lo que venía sucediendo en Brasil. Se pensaba en distintas fases de desarrollo de dicho plan para que en uno o en dos períodos de gobierno, primero a nivel de las intendencias (este plano ya había comenzado, puesto que cientos de Intendentes pertenecientes a la UCR permanecieron en sus puestos durante todo el transcurso del período dictatorial), luego en las gobernaciones y por último en el plano nacional, se fuera conformado una nueva "institucionalidad" que a modo de transición hubiera allanado el camino a los represores hacia sus cuarteles, claro está hasta nuevo aviso.
De tal forma el “progresismo” aparecía en la política argentina como aquel estilo político destinado a aceptar la nueva configuración social, económica y cultural que el genocidio había formateado en la sociedad argentina, ofreciendo un barniz de “tolerancia” y “republicanismo” barato de baja estofa, que quedara patentizado pocos años después discursivamente en esa estúpida repetición discursiva del preámbulo constitucional.
El primer documento de la multipartidaria data del 14 de Julio de 1981, en el cual sus redactores pusieron especial cuidado en manifestar que su convocatoria “…no apunta al pasado. Emerge del presente y tiene la intención de plasmar el porvenir argentino…”; para concluir afirmando que todo ello lo hacen “bajo el lema del Episcopado Argentino: La reconciliación nacional”. Literalmente el documento ni menciona las palabras “desaparecido”, “presos”, “torturados”, “exiliados”, “hambre”, “deuda externa”, “destrucción del aparato productivo”, “fusilamientos”, “asesinatos en masa”.
La verdad es que aquella emergente clase política comenzaba su reconstitución bajo los estandartes del olvido, el perdón y la complicidad. Fueron los trabajadores organizados primero en “los 25”, luego en la CGT Brasil encabezada por Saúl Ubaldini, algunas organizaciones de DDHH y la asombrosamente resurgente y maravillosa Juventud Peronista Regionales, lo que desbarató el infame intento conciliador, provocando el arrinconamiento de la dictadura y sus secuaces bastante tiempo antes del conflicto de Malvinas.
Una vez más los trabajadores argentinos, desde su genética capacidad de resistencia, enfrentándose desde tiempos inmemoriales, en todas las dictaduras y en las democracias con el país oligárquico, puso en juego su capacidad de lucha, poniendo el cuerpo para indicar el rumbo y los objetivos.
Fue en ese año 1982 que la Juventud Peronista Regionales cobró nuevos bríos, a pesar de la masacre del terrorismo de Estado con miles de nuevos jóvenes que se plegaban a la lucha.
Y fue un jueves 16 de Diciembre de 1982 que se lleva a cabo la movilización a la Plaza de Mayo convocada por la Multipartidaria para las 19 horas, en la cual sus dirigentes más visibles no duraron más de 30 minutos, retirándose presurosamente al trotecito no más allá de las 19.30 horas, mientras que minutos después ingresaba la columna de la CGT Brasil encabezada por Saúl Ubaldini y casi simultáneamente una columna estimada en más de 50 mil personas, conformada por las fuerzas políticas y sindicales referenciadas en la organización Montoneros bajo la denominación de “Intransigencia y Movilización Peronista”, hegemonizada de forma elocuente por las agrupaciones de la Juventud Peronista Regionales, bajo las consignas “RENDICION DE CUENTAS”, “NO A LA CONCERTACION”, "CONTINUISMO OLIGARQUICO O DEMOCRACIA REAL", “APARICION CON VIDA”, “JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES”.
Sus columnas comenzaron a ser tempranamente reprimidas en horas de la tarde en los puntos de encuentro que habían fijado sus respectivas conducciones. En la plaza Miserere (Estación Once del Ferrocarril Sarmiento) se producen fuertes encontronazos con las fuerzas de la represión, lo que dejara algunos heridos de gravedad. A pesar de ello se logra encolumnar a toda la militancia proveniente de los barrios de capital y el conurbano bonaerense y de algunas provincias a lo largo de la Avenida de Mayo, ingresando a la Plaza tirando abajo las vallas (las que permanecen bien aprontadas hasta nuestros días) y permitiendo el libre ingreso de los manifestantes en toda su extensión.
La multipartidaria había convocado para cantar el himno nacional de espaldas a la casa rosada y proceder a la desconcentración. Por el contrario la consigna de la Juventud Peronista era muy sencilla: “QUE SE VAYAN”.
De tal forma, la columna avanzó hasta las puertas de acceso de la casa de gobierno, intentando su derribo mediante la utilización de las mismas vallas, mientras la multitud se unificaba en un solo grito: “PAREDON A TODOS LOS MILICOS QUE VENDIERON LA NACIÒN”. De tal forma, aquel atardecer el dictador Bignone abandona la casa rosada en helicóptero. Seguidamente un comunicado oficial anunciaba los tiempos del cronograma electoral y la convocatoria a elecciones presidenciales para el 30 de Octubre de 1983. También ese día, en medio del combate callejero, un desconocido desciende de un Ford Falcón verde, se dirige selectivamente hacia un manifestante y le asesta una bala 9 mm por la espalda, confundiéndolo por la vestimenta con uno de los miembros de la conducción nacional del Movimiento Peronista Montonero. Se llamaba Dalmiro Flores y tenía 28 años.
El retorno a la institucionalidad electoral – lo que algunos llaman democracia- fue consecuencia de la empecinada lucha confrontativa sostenida por los trabajadores organizados, Madres y familiares y esas decenas de miles de militantes populares, en su inmensa mayoría jóvenes peronistas revolucionarios que literalmente no dudaron en ofrendar jirones de sus vidas por la libertad y la justicia social. Fue el hostigamiento permanente en todos los planos, con los documentos, las pintadas, los volantes, los caños, el activismo en las fábricas, en las comisiones gremiales internas, en las facultades, en las escuelas, en los barrios, en los asentamientos del conurbano, en las interferencias televisivas. Fueron miles de empecinados patriotas indignados por la entrega de la Nación y el empobrecimiento del Pueblo lo que generó la retirada de la dictadura y el posterior juzgamiento de los represores y no las agachadas complacientes de una clase política patética, cómplice y corrupta.
Y que se sepa también que los genocidas se retiraron así como llegaron, matando y desapareciendo a los que presentaban pelea y rosqueando con la clase política cómplice y entreguista. En aquellos tumultuosos días de diciembre de 1982 desaparecieron al último sobreviviente de la masacre de Trelew, René Haidar; el 30 de Abril de 1983 en un operativo militar de dimensiones gigantescas emboscan y asesinan en la Provincia de Córdoba a Raúl Clemente Yager luego de resistir durante horas a puro coraje en una ruta cordobesa; días después, el 14 de Mayo del mismo año, Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi son secuestrados y asesinados por un grupo de tareas de las fuerzas operativas de la represión, luego de ser torturados salvajemente.
Fuentes consultadas: Revista Descamisados y página web www.mpa.org.ar/.