Los hechos de la historia, que fueron
marcando y guiando a la sociedad, hacia los objetivos de los trabajadores y
militantes organizados, uno de ellos, hace hoy 32 años culminaba una
contraofensiva popular, cerrándose definitivamente un ciclo histórico del
movimiento justicialista a través de sus alas de luchas populares, por el bien
común del pueblo.
Breve
reseña histórica
ada con acciones
armadas y de agitación. En este plano la organización política que logró desplegar
sus fuerzas hasta el final de la dictadura y bien entrada la transición
democrática fue sin duda alguna las agrupaciones en los frentes de masas
referenciados en Montoneros. Hecho que determinó sin dudas que la represión
fuera proporcionalmente inversa al empeño puesto por sus fuerzas en el
derrocamiento del régimen dictatorial.
En aquel mes de Junio de 1981 nace lo
que se denominó la multipartidaria, ideada originariamente por el dirigente
radical Ricardo Balbín (aquel mismo que denunciara a las movilizaciones
gremiales de mayo y junio de 1975 como la “guerrilla industrial”), quedó
conformada por la UCR, el PJ, la Democracia Cristiana, el Movimiento de
Integración y Desarrollo y el Partido Intransigente, más la adhesión de un
puñado de partidos y organizaciones políticas menores. Ya habían transcurrido
los peores y más duros años de la dictadura, a pesar del cerco informativo una
palabra hasta entonces desconocida para significar un hecho masivo comenzaba a
invadir la cotidianeidad de nuestros hogares: “el desaparecido”, que como había
dicho Videla desde esa típica cobardía blindada unos años atrás “no está” “no
tiene entidad”, “no existe”, “está desaparecido”. Miles de presos políticos,
torturados, centros clandestinos de detención ilegal, decenas de miles de
exiliados, miles de militantes políticos y sindicales en la dura
clandestinidad, terminaban por conformar el escenario de la catástrofe
provocada por nuestras clases dominantes con las FF.AA como su brazo armado.
Nadie de esa multipartidaria podía
ignorar esa realidad que algunos años atrás había señalado Walsh con su
magistral pluma en la ya mítica carta dirigida a los militares de la Junta
Militar. Todos la conocían y por ende todos con mayor o en menor intensidad le
dieron la espalda o la justificaron a cualquier costo.
No salía publicado en ningún diario, no
se comentaba en los programas periodísticos radiales o televisivos, pero no era
secreto para nadie de los que permanecían en los círculos de la militancia
política y sindical de aquellos años que el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín apostaba
a ser una especie de primer ministro de la dictadura, en un plan político de
transición que establecía una participación progresiva de los civiles en el
gobierno al estilo de lo que venía sucediendo en Brasil. Se pensaba en
distintas fases de desarrollo de dicho plan para que en uno o en dos períodos
de gobierno, primero a nivel de las intendencias (este plano ya había
comenzado, puesto que cientos de Intendentes pertenecientes a la UCR
permanecieron en sus puestos durante todo el transcurso del período
dictatorial), luego en las gobernaciones y por último en el plano nacional, se
fuera conformado una nueva "institucionalidad" que a modo de
transición hubiera allanado el camino a los represores hacia sus cuarteles,
claro está hasta nuevo aviso.
De tal forma el “progresismo” aparecía
en la política argentina como aquel estilo político destinado a aceptar la
nueva configuración social, económica y cultural que el genocidio había
formateado en la sociedad argentina, ofreciendo un barniz de “tolerancia” y
“republicanismo” barato de baja estofa, que quedara patentizado pocos años
después discursivamente en esa estúpida repetición discursiva del preámbulo
constitucional.
El primer documento de la
multipartidaria data del 14 de Julio de 1981, en el cual sus redactores
pusieron especial cuidado en manifestar que su convocatoria “…no apunta al
pasado. Emerge del presente y tiene la intención de plasmar el porvenir
argentino…”; para concluir afirmando que todo ello lo hacen “bajo el lema del
Episcopado Argentino: La reconciliación nacional”. Literalmente el documento ni
menciona las palabras “desaparecido”, “presos”, “torturados”, “exiliados”,
“hambre”, “deuda externa”, “destrucción del aparato productivo”, “fusilamientos ”,
“asesinatos en masa”.
La verdad es que aquella emergente clase
política comenzaba su reconstitución bajo los estandartes del olvido, el perdón
y la complicidad. Fueron los trabajadores organizados primero en “los 25”,
luego en la CGT Brasil encabezada por Saúl Ubaldini, algunas organizaciones de
DDHH y la asombrosamente resurgente y maravillosa Juventud Peronista
Regionales, lo que desbarató el infame intento conciliador, provocando el
arrinconamiento de la dictadura y sus secuaces bastante tiempo antes del conflicto
de Malvinas.
Una vez más los trabajadores argentinos,
desde su genética capacidad de resistencia, enfrentándose desde tiempos
inmemoriales, en todas las dictaduras y en las democracias con el país
oligárquico, puso en juego su capacidad de lucha, poniendo el cuerpo para
indicar el rumbo y los objetivos.
Fue en ese año 1982 que la Juventud
Peronista Regionales cobró nuevos bríos, a pesar de la masacre del terrorismo
de Estado con miles de nuevos jóvenes que se plegaban a la lucha.
Y fue un jueves 16 de Diciembre de 1982
que se lleva a cabo la movilización a la Plaza de Mayo convocada por la
Multipartidaria para las 19 horas, en la cual sus dirigentes más visibles no
duraron más de 30 minutos, retirándose presurosamente al trotecito no más allá
de las 19.30 horas, mientras que minutos después ingresaba la columna de la CGT
Brasil encabezada por Saúl Ubaldini y casi simultáneamente una columna estimada
en más de 50 mil personas, conformada por las fuerzas políticas y sindicales
referenciadas en la organización Montoneros bajo la denominación de “Intransigencia
y Movilización Peronista”, hegemonizada de forma elocuente por las agrupaciones
de la Juventud Peronista Regionales, bajo las consignas “RENDICION DE CUENTAS”,
“NO A LA CONCERTACION”, "CONTINUISMO OLIGARQUICO O DEMOCRACIA REAL",
“APARICION CON VIDA”, “JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES”.
Sus columnas comenzaron a ser
tempranamente reprimidas en horas de la tarde en los puntos de encuentro que
habían fijado sus respectivas conducciones. En la plaza Miserere (Estación Once
del Ferrocarril Sarmiento) se producen fuertes encontronazos con las fuerzas de
la represión, lo que dejara algunos heridos de gravedad. A pesar de ello se
logra encolumnar a toda la militancia proveniente de los barrios de capital y
el conurbano bonaerense y de algunas provincias a lo largo de la Avenida de
Mayo, ingresando a la Plaza tirando abajo las vallas (las que permanecen bien
aprontadas hasta nuestros días) y permitiendo el libre ingreso de los
manifestantes en toda su extensión.
La multipartidaria había convocado para
cantar el himno nacional de espaldas a la casa rosada y proceder a la
desconcentración. Por el contrario la consigna de la Juventud Peronista era muy
sencilla: “QUE SE VAYAN”.
De tal forma, la columna avanzó hasta
las puertas de acceso de la casa de gobierno, intentando su derribo mediante la
utilización de las mismas vallas, mientras la multitud se unificaba en un solo
grito: “PAREDON A TODOS LOS MILICOS QUE VENDIERON LA NACIÒN”. De tal forma,
aquel atardecer el dictador Bignone abandona la casa rosada en helicóptero. Seguidamente
un comunicado oficial anunciaba los tiempos del cronograma electoral y la
convocatoria a elecciones presidenciales para el 30 de Octubre de 1983. También
ese día, en medio del combate callejero, un desconocido desciende de un Ford Falcón
verde, se dirige selectivamente hacia un manifestante y le asesta una bala 9 mm
por la espalda, confundiéndolo por la vestimenta con uno de los miembros de la
conducción nacional del Movimiento Peronista Montonero. Se llamaba Dalmiro
Flores y tenía 28 años.
El retorno a la institucionalidad
electoral – lo que algunos llaman democracia- fue consecuencia de la empecinada
lucha confrontativa sostenida por los trabajadores organizados, Madres y
familiares y esas decenas de miles de militantes populares, en su inmensa
mayoría jóvenes peronistas revolucionarios que literalmente no dudaron en
ofrendar jirones de sus vidas por la libertad y la justicia social. Fue el
hostigamiento permanente en todos los planos, con los documentos, las pintadas,
los volantes, los caños, el activismo en las fábricas, en las comisiones
gremiales internas, en las facultades, en las escuelas, en los barrios, en los
asentamientos del conurbano, en las interferencias televisivas. Fueron miles de
empecinados patriotas indignados por la entrega de la Nación y el
empobrecimiento del Pueblo lo que generó la retirada de la dictadura y el
posterior juzgamiento de los represores y no las agachadas complacientes de una
clase política patética, cómplice y corrupta.
Y que se sepa también que los genocidas
se retiraron así como llegaron, matando y desapareciendo a los que presentaban
pelea y rosqueando con la clase política cómplice y entreguista. En aquellos
tumultuosos días de diciembre de 1982 desaparecieron al último sobreviviente de
la masacre de Trelew, René Haidar; el 30 de Abril de 1983 en un operativo
militar de dimensiones gigantescas emboscan y asesinan en la Provincia de
Córdoba a Raúl Clemente Yager luego de resistir durante horas a puro coraje en
una ruta cordobesa; días después, el 14 de Mayo del mismo año, Osvaldo Cambiaso
y Eduardo Pereira Rossi son secuestrados y asesinados por un grupo de tareas de
las fuerzas operativas de la represión, luego de ser torturados salvajemente.
Fuentes
consultadas:
Revista Descamisados y página web www.mpa.org.ar/.