Los
fusilamientos de José León Suárez
se refieren a la masacre de militantes políticos, civiles y militares ocurrida
el 9 de junio de 1956, en los basurales de José León Suárez, en el partido de
General San Martín, Gran Buenos Aires, Argentina, durante el gobierno de facto
autodenominado Revolución Libertadora.
El
golpe de Estado derrocó al presidente constitucional Juan Domingo Perón en
septiembre de 1955. Había miles de presos políticos, entre ellos algunos
militantes peronistas detenidos en el buque-prisión Washington,
internado aguas adentro del Puerto de Buenos Aires. Allí estaban los generales Juan
José Valle y Tanco, entre otros oficiales. Conspiraban para diseñar un
movimiento que exigía el cese de la persecución al peronismo; la restitución de
la Constitución de 1949 y libertad a los presos políticos. Los conductores del
movimiento eran los generales Juan José Valle y Raúl Tanco; los coroneles Oscar Lorenzo Cogorno, Alcibíades
Eduardo Cortínes, Ricardo Ibazeta y capitán Jorge Costales, entre otros.
En la noche del 9
de junio de 1956 comenzó la insurrección en varias partes del país, pero fue
rápidamente desbaratada. En los enfrentamientos los sublevados mataron a tres
personas —Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez— y tuvieron a su
vez dos muertos —Carlos Yrigoyen y Rolando Zanera—, sin contar a los que fueron
luego fusilados.
Los dictadores Pedro
Eugenio Aramburu e Isaac Rojas (Presidente y Vice del gobierno), sabían de la
conjura pero habían decidido no abortarla. Así, en la noche del 8 de junio,
fueron apresados cientos de dirigentes gremiales para restar base social al
movimiento. Aramburu viajó ese día a la provincia de Santa Fe, y dejó el
Decreto 10.362 de Ley Marcial, y preparados los Decretos 10.363/56, de pena de
muerte, y el 10.364 de las personas a fusilar. Los decretos eran correlativos y
se publicaron así en el Boletín Oficial con posterioridad.
Los sublevados
habían previsto leer la «proclama revolucionaria», a las 23:00 del 9 de junio.
La instrucción a los insurrectos para lanzarse a la acción debía ser propalada
interfiriendo la transmisión radial de una pelea de box por el título
sudamericano de los medianos entre el argentino Eduardo Lausse y el chileno Humberto
Loayza, a celebrarse en el Luna Park de Buenos Aires. Respecto del propósito de
los rebeldes dice Page: “El manifiesto
que delineaba los objetivos del movimiento era un tanto vago; llamaba a
elecciones a la brevedad posible y exigía la preservación del patrimonio
nacional pero no decía nada respecto a Perón. Aunque un grupo de peronistas,
individualmente, se unieron a la conspiración y las bases del partido la
consideraban como un intento de entronizar nuevamente al conductor, la
resistencia peronista se mantuvo a la distancia.”
El equipo de
Valle estuvo comandado por el coronel José Irigoyen, el capitán Costales y
varios civiles. A las 22:00, la radio se instaló en la Escuela Técnica Nº 3 Salvador
Debenedetti, en Avellaneda. Pero a las 22:30, un comando del gobierno los
arrestó a todos. La proclama solo se escuchó en la provincia de La Pampa, donde
actuaba el coronel Adolfo Philippeaux.
Otros lugares de
la alzada eran Campo de Mayo, sublevado por los coroneles Ricardo Ibazeta y
Alcibíades Eduardo Cortínes; el Regimiento II de Palermo, por el sargento
Isauro Costa; la Escuela de Mecánica del Ejército, por el mayor Hugo Quiroga;
el Regimiento 7 de la Plata, por Oscar Lorenzo Cogorno; el grupo de civiles,
entre otros, operando en Florida, en la calle Hipólito Yrigoyen 4519, donde se
reunieron los Lizaso, Carranza, Garibotti, Brión y Rodríguez y Troxler, entre
otros. Además, hubo civiles armados y militares que intentaron sublevarse en
Santa Fe, Rosario (tomaron por varias horas el Regimiento), Rafaela y Viedma.
Excepto en La Pampa, la mayoría de los jefes de la sublevación fueron
apresados. Ante el fracaso del levantamiento, el general Raúl Tanco se dirigió
a Berisso y debió huir y esconderse. Mientras el general Juan José Valle se
ocultó en Buenos Aires, en la casa del político mendocino amigo, Adolfo
Gabrielli, ante la certeza de que el movimiento había sido delatado y
fracasado.
Los
levantamientos se produjeron entre las 22:00 y la medianoche del 9 de junio. A
las 0:32 del 10 de junio, el gobierno estableció la Ley Marcial por el decreto
de Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de Marina;
Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia, Laureano
Landaburu. Es decir, que para aplicar la Ley Marcial a los sublevados ésta
debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio
legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firmaron el
decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial. Entre las
02:00 y las 04:00, se ejecuta a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los
basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del Teniente
Coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín,
Comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que ejecute, con armas cortas, a 12
civiles, lo que realiza en los basurales de José León Suárez, en el partido de
San Martín, Provincia de Buenos Aires, Argentina. De ellos, cinco murieron y
siete lograron huir. Uno de estos últimos, Juan Carlos Livraga, será el
«fusilado que vive» que permitiría a Walsh reconstruir la historia.
En la Escuela de
Mecánica del Ejército, el general Ricardo Arandía consultó telefónicamente a
Aramburu, ya en Buenos Aires el 10 de junio al mediodía, sobre los detenidos.
En Campo de Mayo, en tanto, el General de Brigada Juan Carlos Lorio preside un
tribunal que realiza un juicio sumarísimo. Concluyó que los sublevados no
debían ser fusilados. Pero Aramburu ratificó su decisión. Lorio pidió que se
deje por escrito. Aramburu y su gobierno, entonces, firmaron el decreto 10.364
que detallaba la lista de once militares que debían ser fusilados (única orden
de ejecución oficialmente inscrito en la historia argentina). No existen
registros de esos juicios sumarios, ni del informe forense que debió determinar
la causa de la muerte.
El 12 de junio,
Valle decidió entregarse a cambio de que se detuviera la represión a su
movimiento y se le respetara la vida. Le tocó al antiperonista capitán de navío
Francisco Manrique, enviado de Rojas, ir a buscarlo. A las 14 de ese día, Valle
ingresó con su amigo Gabrielli y Manrique al Regimiento I de Palermo, donde fue
interrogado y juzgado por un tribunal presidido, también, por el general Lorio.
Después, Valle
fue enviado a la Penitenciaría Nacional en la Av. Las Heras. El director del
Museo Penitenciario, en 2005, Horacio Benegas, entonces recién ingresado al
servicio, recordó que «el 11 en la madrugada fueron fusilados tres militares»
en la vieja penitenciaría de la Av. Las Heras. Valle fue alojado en el 6.º
piso. La última que lo vio con vida fue su hija Susana Valle. A las 22:20,
Valle fue ejecutado con un fusil Máuser 7,65 mm modelo argentino 1909, por
un pelotón cuyos nombres se clandestinizaron como secreto de Estado. No hubo
orden escrita ni decreto de fusilamiento, ni registro de los responsables.
El 13 de junio
cesó la ley marcial. El general Raúl Tanco con otros sublevados logró, el 14 de
junio, asilarse en la Embajada de Haití en Buenos Aires, a cargo del embajador Jean
Brierre. Pero el general Domingo Quaranta (jefe del SIDE), invadió ilegalmente
la delegación junto con un grupo de comandos civiles, para secuestrar y detener
a los asilados. Los comandos civiles intentaron fusilarlos en la puerta de la
embajada, pero la presencia de testigos se lo impidió. El embajador Brierre
inició una serie de gestiones con la cancillería y finalmente logró que los
secuestrados le fueran restituidos a su embajada.
El saldo de esas
72 horas de junio de 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles
asesinados.
Existe el
registro Detenidos especiales, 1956. Penitenciaría Nacional (Ministerio
de Justicia), Archivo del Servicio Penitenciario Federal, Museo Penitenciario
Federal, en el barrio de San Telmo, Buenos Aires.
El 24 de mayo de
2006, en el patio del Museo Penitenciario, el alcaide Benegas concedió una
entrevista y desplegó el libro Detenidos especiales. Se asombró ante la
pregunta: Alcaide, ¿por qué la entrada de
Valle a la Penitenciaría y su fusilamiento el 12 de junio del 56 aparece
intercalado en los registros de 1957?
Su respuesta
fue: No sé, me extraña. Pero esto no lo
manejamos directamente nosotros.
Quien tuvo ese
libro de registros en 1957 debió anotar apresurada y desprolijamente el nombre
de Valle para legalizar que había sido fusilado allí. El registro de Valle es:
«Preso político 4498»; y asentado después del registro 4497 de Amílcar Darío
Viola, ingresado 26 de abril de 1957. Luego, el registro salta al 4499, de
Carlos Vázquez, ingresado 8 de octubre de 1957. Lo que ocurrió en abril de
1957, para que el registro de Valle fuera introducido subrepticiamente, fue que
para esa fecha, Walsh había logrado estallar la polémica por los asesinatos en
los basurales de José León Suárez. El 24 de abril de 1957, la Corte Suprema de
Justicia dio un fallo en el caso Livraga: pasar todas las actuaciones a la
Justicia Militar. Al mismo tiempo que pasaba la responsabilidad estricta de
esos fusilamientos a los militares, cerraba el camino en la justicia civil.
En su libro Operación
Masacre, el periodista Rodolfo Walsh, que en 1977 sería desaparecido por la
dictadura militar, desnuda la trama de lo sucedido en los basurales de José
León Suárez. En una investigación periodística demostró que esos fusilamientos
ocurrieron antes de que se decretase la ley marcial.
La explicación
oficial fue el intento de fuga de los presos. Operación Masacre describe
con sumo rigor documental la verdadera historia de los hechos, que nunca fueron
juzgados oficialmente.
Respecto de la
reacción de Perón cuenta Miguel Bonasso: En
carta a Cooke, Perón criticó acerbamente «el golpe militar frustrado», que
atribuyó a «la falta de prudencia que caracteriza a los militares». Después,
los acusó de haberlo traicionado y conjeturó que, de no haberse ido del país,
lo hubieran asesinado «para hacer méritos con los vencedores».
Por su parte, el
historiador Joseph A. Page dice sobre el episodio: En una carta que Perón envió a John William Cooke el mismo día del
levantamiento de Valle, no había la más mínima traza de compasión por los
militares rebeldes. El conductor criticaba su apresuramiento y falta de
prudencia y aseguraba que sólo su ira por haber debido sufrir el retiro
involuntario los había motivado a actuar.
Los
sobrevivientes fueron Julio Troxler (jefe de Policía de la provincia de Buenos
Aires, 1973, en el gobierno peronista de Oscar Bidegain, actor de la película Los
hijos de Fierro, de Pino Solanas; militante del espacio del peronismo
revolucionario en el que se encontraban, además, Envar el Kadri, William Cooke
y Gustavo Rearte; y asesinado en 1974 por la Triple A), César Benavídez,
Gavino, di Chiano, Torres, Giunta, Livraga y Díaz.
Livraga lleva a cabo un juicio por lo sucedido, el temor y la ardua investigación de Walsh y
Enriqueta Muñiz logran sacar a luz una matanza perpetrada por parte de la
dictadura contra la Resistencia Peronista, una resistencia llevada a cabo,
fundamentalmente, por los trabajadores. En ese momento, con el decreto 4161 que
reprimía al peronismo y a sus símbolos, hacer una denuncia como la que lleva a
cabo Livraga, en diciembre de 1956, era realmente un acto de gran coraje y
fortaleza. Estos hombres se habían reunido para escuchar una pelea de boxeo,
muchos esperaban las noticias del alzamiento, que terminara la dictadura de
Aramburu y Rojas y que volviera Perón. La historia fue diferente. Y en los
basurales de José León Suárez quedaron masacrados trabajadores, otros huyeron y
otros quedaron perseguidos. Igual que las familias de los sobrevivientes.
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