El
28 de junio de 1863, en las afueras de la ciudad de Córdoba, tiene lugar la “Masacre
de Las Playas”. Al frente de 400 riojanos y 1500 vecinos de Córdoba armados de
lanzas y tercerolas de fulminante, Ángel Vicente Peñaloza es derrotado por el
ejército porteño de Wenceslao Paunero, provisto de los modernos fusiles
Enfield. La superioridad en número y parque no explica las cifras de la
masacre: según el parte de Paunero, entre los federales se cuentan en 300 los
muertos y 40 los heridos, contra 14 muertos y heridos suyos.
Ángel Vecente Peñaloza
Luego
de la batalla hubo numerosos fusilamientos, entre ellos los del coronel Burgoa
y los mayores Palacios, Cabrera, Gigena y Moral, y se instaló en el sitio del
actual General Paz un verdadero campo de concentración de prisioneros que el cronista
Sánchez en su libro “Hombres y episodios de Córdoba” denominó un “campamento de
tortura”. Pero no todos los prisioneros fueron fusilados sino tan sólo los
jefes y oficiales; la tropa fue llevada al trote a la ciudad, a pesar de las
heridas de muchos de ellos, e incorporada a la fuerza a los cuerpos de línea.
Detalle
de la Batalla de las Playas
Paunero lanzó su
infantería por el centro en masa y columnas paralelas mientras el ala derecha
cargaba sobre la izquierda enemiga, reforzada oportunamente por Varela, quien
resultó gravemente herido. La derecha federal se dispersó y la caballería de
Sandes en conjunto con la infantería arrolló el centro. En pocos minutos la
batalla estaba decidida y se convertía en pura masacre.
La caballería
mitrista persiguió a los federales por tres leguas. En el campo quedaron 300
muertos y 740 prisioneros y heridos federales y sólo 14 muertos y 20 heridos de
Paunero, quien tomó un cañón y 300 fusiles.
En el primer
parte, Paunero alababa a Sandes y a la Guardia Nacional, incluso reconocía a
sus adversarios al afirmar que "los
malditos mulatos rusos de Córdoba se han batido con un arrojo digno de mejor
causa".
En el parte
oficial del día siguiente a la batalla, detallaba: "Ha caído en nuestro poder toda la infantería del enemigo, una
pieza de artillería y dos banderas, no habiendo huido del campo una sola
partida que alcance a 20 hombres, por lo que es muy probable que caigan en
nuestras manos los principales cabecillas en la persecución activa que se les
hace en este momento. El campo, especialmente donde ha cargado la caballería,
ha quedado en todas direcciones sembrado de cadáveres, cuyo número cálculo en
cerca de 300, teniendo en nuestro poder más de 400 hombres prisioneros. Nuestra
pérdida relativa ha sido diminuta”.
Un tercer parte
del 30 de junio detallaba aún más "La
pérdida del enemigo es inmensa con relación al número de combatientes, y
consiste en cerca de 300 muertos, 40 heridos y 700 prisioneros. Entre los
primeros se cuentan muchos jefes y oficiales cuyos nombres se registran en la
adjunta lista, así como el de dos jefes y 16 oficiales entre los prisioneros;
habiéndose tomado en combate un cañón de a 2, una bandera, 330 fusiles, lanzas
y sables, que el enemigo arrojó en su despavorida fuga".
Por la noche se
incendió el campo de batalla para quemar los cadáveres, pero sin retirar a
muchos de los heridos que murieron entre las llamas.
Wenceslao Paunero