PAPA
FRANCISCO: LAS HERIDAS Y LOS ABANDONOS DE LOS PADRES INCIDEN EN LA CARNE VIVA
DE LOS HIJOS
Queridos
amigos, les ofrecemos a continuación el texto completo de la catequesis de hoy
del Papa Francisco, dedicada a las heridas en el interior de la familia.
“Cuando los adultos pierden la cabeza, cuando cada uno piensa sólo en sí mismo,
cuando papá y mamá se hacen mal, el alma de los niños sufre mucho, experimenta
un sentimiento de desesperación. Y son heridas que dejan una marca para toda la
vida”, advierte el Papa.
La
familia (Heridas):
«Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las
últimas catequesis, hemos hablado de la familia que vive las fragilidades de la
condición humana, la pobreza, la enfermedad, la muerte. Hoy, en cambio,
reflexionamos sobre las heridas que se abren en el interior de la convivencia
familiar. Es decir, cuando dentro de la propia familia nos hacemos daño unos a
otros. ¡Es la cosa más fea!
Sabemos
bien que en ninguna historia familiar faltan momentos en los cuales la
intimidad de los afectos más queridos es ofendida por el comportamiento de sus
miembros. Palabras y acciones ¡y omisiones! que en vez de expresar amor, lo
quitan o, peor todavía, lo mortifican.
Cuando
estas heridas, que son todavía remediables se descuidan, empeoran: se
transforman en prepotencia, hostilidad, desprecio. Y en este punto pueden
transformarse en laceraciones profundas que dividen al esposo y la esposa, e
inducen a buscar en otro lado comprensión, apoyo y consuelo. ¡Pero a menudo estos
“apoyos” no piensan en el bien de la familia!
El
vaciamiento del amor conyugal difunde resentimiento en las relaciones. Y a
menudo la desunión “cae” encima de los hijos.
Los
hijos. Quisiera detenerme un poco sobre este punto.
A pesar
de nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y de todos nuestros
refinados análisis psicológicos, me pregunto si no nos hemos anestesiado
también con respecto a las heridas del alma de los niños. Cuanto más se trata
de compensarles con regalos y dulces, más se pierde el sentido de las heridas –
más dolorosas y profundas – del alma.
Hablamos
mucho de trastornos del comportamiento, de salud psíquica, de bienestar del
niño, de ansia de los padres y de los hijos. ¿Pero sabemos todavía qué es una
herida del alma? ¿Sentimos el peso de la montaña que aplasta el alma del niño
en las familias cuyos miembros se tratan mal y se hacen mal, hasta romper el
vínculo de fidelidad conyugal?
¿Qué peso
tiene, en nuestras elecciones –elecciones equivocadas, por ejemplo– qué peso
tiene el alma de los niños? Cuando los adultos pierden la cabeza, cuando cada
uno piensa sólo en sí mismo, cuando papá y mamá se hacen mal, el alma de los
niños sufre mucho, experimenta un sentimiento de desesperación. Y son heridas
que dejan una marca para toda la vida.
En la
familia, todo está relacionado estrechamente: cuando su alma está herida en
algún punto, la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer que
se han comprometido a ser “una sola carne” y a formar una familia, piensan
obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de gratificación, esta
distorsión afecta profundamente el corazón y la vida de los hijos. Tantas veces
los niños se esconden para llorar solos…
Debemos
entender bien todo esto. Esposo y esposa son una sola carne. Pero sus criaturas
son carne de su carne. Si pensamos a la dureza con la cual Jesús exhorta a los
adultos a no escandalizar a los pequeños -hemos escuchado el pasaje del
Evangelio (cfr. Mt 18,6)-, podemos comprender mejor también su palabra sobre la
grave responsabilidad de custodiar el vínculo conyugal que da comienzo a la familia
humana (cfr. Mt 19,6-9).
Cuando el
hombre y la mujer se transformaron en una sola carne, todas las heridas y todos
los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.
Por otra
parte, es verdad que hay casos en los cuales la separación es inevitable. A
veces puede volverse incluso moralmente necesaria, cuando se trata de sacar al
cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de una situación en la que padecen
las heridas más graves causadas por la prepotencia y por la violencia, por el
desaliento y por la explotación, por la ajenidad y la indiferencia.
No
faltan, gracias a Dios, cónyuges que, sostenidos por la fe y por el amor a los
hijos, dan testimonio de su fidelidad a un vínculo en el cual han creído, a
pesar de que parezca imposible hacerlo revivir. Pero no todos los separados
sienten esta vocación. No todos reconocen, en la soledad, una llamada del Señor
dirigida a ellos.
A nuestro
alrededor encontramos diversas familias en situaciones llamadas ‘irregulares’
–no me gusta esta palabra- y nos hacemos muchas preguntas. ¿Cómo ayudarlas?
¿Cómo acompañarlas? ¿Cómo acompañarlas para que los niños no se conviertan en
rehenes del papá o de la mamá?
Pidamos
al Señor una fe grande, para mirar la realidad con la mirada de Dios; y una
gran caridad, para acercarnos a las personas con su corazón misericordioso».
(Traducción
del italiano: María Cecilia Mutual – Radio Vaticano)
Fuente:https://www.facebook.com/news.va.es/photos/a.373324409345270.100946.261761113834934/1049935161684188/?type=1&hc_location=ufi